“¿De dónde surgen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que luchan dentro de ustedes mismos? Desean algo y no lo consiguen. Matan y sienten envidia, y no pueden obtener lo que quieren. No tienen, porque no piden”. Stgo. 4:1-2 NVI
Esta porción de la Palabra nos dice que discutimos y peleamos debido a que deseamos algo y no lo conseguimos.
Otro aspecto que hay que comprender es el referido a que son esas “pasiones” que luchan dentro de cada ser humano. Y se refiere a tener un deseo desmedido. Santiago nos dice que las contiendas se generan cuando en nuestros corazones hay un deseo desmedido por algo que no estamos dispuestos a ceder. Ese deseo puede ser bueno o malo.
No peleamos porque la otra persona es testaruda, ni porque somos agresivos por naturaleza, tampoco porque nuestro padre era así, y así aprendimos a resolver nuestros dilemas. El apóstol lo deja establecido, peleamos o discutimos debido a “nuestros deseos desmedidos”, los cuales luchan dentro de nosotros mismos. La razón por la que peleamos está clara: es porque no obtenemos lo que queremos. Peleamos por nuestros deseos, ya sea por lo que nos place o por lo que nos parece mal. Porque añoramos algo y no se da, no se logra.
Cuando el corazón cree una verdad, no puede dejar de pensar en esa verdad y en las implicaciones que vienen con ella.
Si te digo que el Creador del Universo quiere ser tu Padre; y que además quiere ser tu Consejero. Estas verdades, ¿no te llevarían a pensar en el gran poder del Creador?. No empezarías a fantasear en el teatro de tu imaginación con lo que eso implicaría en tu vida. Tener tu padre adoptivo, que es todo poder, que todo lo sabe. No pensarías en las increíbles consecuencias que eso supondría para tu vida. Tener semejante Consejero.
Te acabo de compartir una verdad, pero ¿crees tú esa verdad? Si tu no la crees, esta no te afecta… Y no te afecta porque no crees. Eso es lo que sucede muchas veces en nuestro fuero interior, y es que la “intensidad” o el “nivel” de realidad que las verdades de Dios tienen en nuestros corazones es muy pobre y muchas veces es prácticamente nulo. Tú te preguntaras, ¿Cuál es la causa para que se dé esta situación? la cual sea dicho de paso es muy común.
En Lucas 15 dice la Biblia que un padre pierde a uno de sus hijos, y cuenta toda la experiencia que vive este muchacho. Concentremos nuestro recuerdo en lo que este padre hace cuando encuentra a su hijo.
“Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse”. Lc: 15:22-24
El padre hizo una gran fiesta por haber encontrado a su hijo que se había perdido. La fiesta incluía a sus familiares y siervos. Lo que este padre está diciendo es: ¡Alégrense conmigo! ¡Quiero que sientan lo que yo siento!
Cuando una persona se convierte hay tanto gozo en el corazón de Dios que el ejemplo humano que más se le acerca es una fiesta donde NO solo una persona se goza sino que todos celebran porque todos comparten el gozo. El gozo que experimenta el padre es tan grande, que NO puede dejar de compartirlo. Pero, ¿qué es lo que inicia la gran fiesta celestial? Jesús lo dejó establecido así: “Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento”. Lc. 15:7.
“Pero nada tengas que ver con las fábulas profanas de viejas. Más bien disciplínate a ti mismo para la piedad”. 1 Ti. 4:7 LBLA
La idea que Pablo le transmite a Timoteo es que para llegar a ser espiritual, es necesario ser disciplinado. Necesitamos generar nuevos hábitos. ¿Por qué? Porque está en juego nuestro aprecio por Dios.
Hay pocas cosas más importantes en tu vida que tus hábitos. Si queremos ver en el futuro, la clase de personas que seremos. La conclusión más acertada que podemos tener es aquella que esté ligada a los hábitos que tenemos hoy.
Una situación de vida. Si mi dieta alimenticia está basada en bebidas gaseosas, papas fritas, pizzas, helados, hamburguesas, panchitos, etc… ¿Cómo espero gozar de buena salud? Y si a eso añado que llevo una vida sedentaria donde no hago ningún tipo de ejercicio físico; con seguridad me estoy predisponiendo a tener algún problema de obesidad, si es que no llego a desarrollar problemas circulatorios y cardíacos gracias a todo el tejido graso que estaré acumulando, por mis malos hábitos. Es un hecho que los buenos hábitos favorecerán tener un buen estado de salud, mientras que los malos te van a privar de ello.
En el ámbito espiritual, lo mencionado acerca de los hábitos en lo natural, comporta de forma es muy similar. ¿Tienes la costumbre de buscar a Dios en oración a diario? ¿Meditas en la Palabra con frecuencia?. Tus hábitos espirituales van a marcar la diferencia de resultados en tu vida espiritual.
La cuestión es ¿Cómo cuidar nuestro corazón?
Una manera sería haciendo que nuestro corazón esté inmerso en cosas que nos permitan renovar nuestro amor por Dios y por nuestro prójimo. Y otra manera sería protegiendo nuestro corazón de todo aquello que pudiera seducirlo a vivir para sí mismo.