Desde el principio Dios ha preparado el escenario para asociarse con personas imperfectas en una relación de trabajo conjunto. Cuando uno ve que Jesús hizo lo que hizo como hombre siguiendo a su Padre, uno se ve obligado a hacer lo que sea necesario para seguir ese ejemplo.
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Hay dos condiciones esenciales que resaltan en la vida de Jesús. Primero está el hecho de que Jesús no tuvo pecado. Para calificar en esta condición es necesario haber nacido de nuevo. Debido a la misericordia y gracia de Dios, podemos cumplir con la primera condición.
Cuando perdemos a un ser querido de forma inesperada, una vez que ha pasado del dolor y la conmoción que ello implica, nos vienen las preguntas: ¿Por qué, Señor? Se ha producido un grado de incertidumbre, dudamos de lo que creemos. La duda no es lo opuesto de la fe, sino la oportunidad de tener fe. El verdadero enemigo de la fe es el descreimiento, el abandono de la fe.
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En la Biblia hay personas que dudaron: Job, David, Jeremías y Juan el Bautista. Este último, mientras estaba en prisión, envió a dos de sus discípulos a preguntar a Jesús: ¿Eres el que había de venir, o tenemos que seguir esperando a otro? El Bautista había estado proclamando la venida del Mesías; y Jesús había dicho de él, “que era el más grande hombre entre los nacidos de mujer”. Él había bautizado a Jesús, y había escuchado una voz sobrenatural que afirmaba que Jesús era el enviado. Pero ahora, en la oscuridad de la prisión Juan no pudo evitar hacer la pregunta: ¿Eres tú el que había de venir? Si el más grande hombre nacido de mujer dudó, entonces cualquier hombre va a hacerlo.
Ex. 31:1-5 LBLA “Y el Señor habló a Moisés, diciendo: Mira, yo he llamado por nombre a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá; y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría, en inteligencia, en conocimiento y en toda clase de arte, para elaborar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce, y en el labrado de piedras para engaste, y en el tallado de madera; afín de que trabaje en toda clase de labor”. Bezaleel fue la primera persona que fue llena del Espíritu Santo.
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El recibió el llamado para liderizar la construcción de una morada para Dios. Y ÉL le reveló el diseño de cómo quería que se hicieran las cosas, esto iba a demandar tener un don especial de sabiduría e inteligencia en conocimiento y en toda clase de arte; mismo que tendría que ser dotado. A Bezaleel le fue dada una sabiduría sobrenatural para que pudiera hacer la obra encomendada con excelencia artística y le permitió como maestro artesano diseñar y construir lo que estaba en el corazón de Dios.
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Existe una diferencia entre objetivos inmediatos y objetivos finales. El éxito con un objetivo inmediato hace posible alcanzar un objetivo final. Pero el fracaso en alcanzar nuestros objetivos inmediatos nos impide alcanzar nuestro objetivo final. Del mismo modo, la salvación no era el objetivo final de la venida de Cristo. Era el objetivo inmediato... Sin lograr la redención, no había esperanza para el objetivo final, que era llenar a cada persona nacida de nuevo con el Espíritu Santo. El deseo de Dios es que el creyente se llene hasta rebalsar del Espíritu Santo, para que podamos “…ser llenos de toda la plenitud de Dios”. Ef. 3:19b.
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