“Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu. Jn. 19:28-30 RVR60
Pensar que cuando Jesús dijo: Consumado es, Él estaba proclamando que su vida como hombre en la Tierra estaba llegando a su fin, es un error. Tanto la Ley como los Profetas habían juzgado a la humanidad correctamente, porque el mismo Dios declaró: “La persona que peque morirá. Ningún hijo cargará con la culpa de su padre ni el padre con la del hijo. Al justo se le pagará con justicia y al malvado se le pagará con maldad”. Ez. 18:20 NVI.
El poder de este juicio era tan fuerte que, si Jesús NO hubiera venido en dos mil años y diez mil millones de personas hubieran vivido durante ese periodo, bien hubiera afectado a cada una de esas personas y aún no se habrían satisfecho las demandas de aquel juicio.
Dentro de las múltiples cosas que Jesucristo vino a hacer a la Tierra, está que Él vino a satisfacer el apetito de ese fuego insaciable al cumplir con todos los requerimientos de la Ley y de los Profetas.
“La ley y los profetas se proclamaron hasta Juan. Desde entonces se anuncian las buenas noticias del reino de Dios, y todos se esfuerzan por entrar en él”. Lc. 16:16 NVI
Hay un mensaje importante, el Evangelio del Reino, que superó tanto a la ley como a los profetas. Uno de ellos es el mensaje que prevalece, y el otro, que ya se cumplió, ha quedado obsoleto. Uno tiene el respaldo del cielo; el otro; no. Uno se encarga de revelar el propósito de Dios en este tiempo, y detalla nuestra misión; el otro, no.
¿Por qué Jesús dijo hasta Juan y no dijo hasta Jesús?
Porque Juan el Bautista fue quien rompió el silencio del cielo con el mensaje del Reino.
Antes de que Juan el Bautista apareciera en escena, hubo un periodo de cuatrocientos años en el que no hubo ni una sola palabra de parte de Dios. El cielo estuvo en silencio. No hubo visiones, sueños o profecías. Cuatrocientos años de silencio absoluto, y luego llegó Juan. El Espíritu Santo no resaltó a la ligera el detalle de que la ley y los profetas se proclamaron hasta Juan porque fue él quien primero dijo Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca (Mt. 3:2 NVI). Él anunció que el cielo había cambiado de enfoque
El Antiguo Testamento revela cosas maravillosas de la vida bajo el Nuevo Pacto a través de representaciones imperfectas, eso quiere decir que hay ilustraciones naturales de verdades espirituales. Por ejemplo, sabemos que los judíos debían ofrecer un cordero sin mancha como pago por la expiación de sus pecados. Pero ahora, también sabemos que Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Una vez que lo nuevo viene como respuesta a una representación del Antiguo Testamento, ya no hay necesidad de volver adoptar ese símbolo. De lo contrario, los sacrificios de animales aún tendrían valor.
El Antiguo Testamento en su totalidad apunta a Jesús. Él es la figura central de TODA la Escritura. La ley y los profetas declararon su rol como Mesías, explicando cómo completaría el plan de redención divino. Todas las historias, profecías y leyes lo señalaban a Él en distintos niveles, al igual que el letrero de una carretera detalla que ciudades se encuentran por delante. El letrero es real y tiene un significado, pero, en sí, no es la realidad que estamos buscando. En este caso, no tenemos que adorar la señal del Antiguo Testamento. Tampoco podemos permitirnos distraernos, como si de alguna manera su contenido fuera una realidad más importante que el mensaje del mismo Mesías.
Estas señales cumplen con el propósito de llevarnos a Jesús. El letrero de una carretera nunca define la ciudad, así como tampoco el Antiguo Testamento debería redefinir quién es Jesús. Él es el cumplimiento de la ley y los profetas. La naturaleza de su vida y propósito es clara y las preguntas sin respuestas del Antiguo Pacto no deben diluirla o desmantelarla. ¿Por qué vino? Él vino a destruir la obra del enemigo.
Vamos a detallar cuatro de las cosas principales que hace el Antiguo Testamento por nosotros y que nos ayudan a reconocer y a experimentar la bondad de Dios, y son:
1. Revelar la gravedad de lo que hace el pecado.
2. Exponer la condición de la humanidad
3. Demostrar la necesidad de un Salvador
4. Mostrar a Jesús como única solución posible para nuestra condición.