Cuando perdemos a un ser querido de forma inesperada, una vez que ha pasado del dolor y la conmoción que ello implica, nos vienen las preguntas: ¿Por qué, Señor? Se ha producido un grado de incertidumbre, dudamos de lo que creemos. La duda no es lo opuesto de la fe, sino la oportunidad de tener fe. El verdadero enemigo de la fe es el descreimiento, el abandono de la fe.
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En la Biblia hay personas que dudaron: Job, David, Jeremías y Juan el Bautista. Este último, mientras estaba en prisión, envió a dos de sus discípulos a preguntar a Jesús: ¿Eres el que había de venir, o tenemos que seguir esperando a otro? El Bautista había estado proclamando la venida del Mesías; y Jesús había dicho de él, “que era el más grande hombre entre los nacidos de mujer”. Él había bautizado a Jesús, y había escuchado una voz sobrenatural que afirmaba que Jesús era el enviado. Pero ahora, en la oscuridad de la prisión Juan no pudo evitar hacer la pregunta: ¿Eres tú el que había de venir? Si el más grande hombre nacido de mujer dudó, entonces cualquier hombre va a hacerlo.
Todos experimentamos preocupaciones en nuestras vidas. Nos andamos preguntando ¿Qué pasaría si esto …? ó ¿Qué sería lo peor que puede pasar si…? Debemos entender que este es un hábito inútil. La ansiedad es realmente necia porque se preocupa de lo que no es. Vive en un futuro que es imprevisible; ya que se trata de posibilidades y especulaciones.
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La persona que vive preocupada tiene su mente dividida entre lo real y lo posible; y eso provoca que pierda su enfoque, porque empieza a pelear batallas de la vida en dos frentes; y así cualquiera se cansa.
Vemos manifestarse a diario el enojo en todo tipo de ámbitos. Lo que hace al enojo algo tan peligroso es que estalla de pronto, de una forma poderosa e irracional, no mide consecuencias. Y cuando alguien que se enciende en ira está detrás del volante, o tiene a la mano un arma, o tiene un puño cerrado o una lengua elocuente; entonces el enojo se transforma en algo que lastima y genera violencia. El enojo es contagioso; se inflama fuera de control. El enojo es como un ácido que puede dañar la vasija que lo almacena y más allá de a quién va dirigido. Hay mucho por aprender en la Biblia sobre el enojo.
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