Ecle. 3:11 Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin. En cada persona existe un anhelo por la eternidad que ha sido puesto por Dios y el hombre no alcanza a entender. Ese anhelo no es otro que el propósito con el que vivimos. ¿Cuál es mi propósito? Es una pregunta que se hace el hombre de todas las edades.
Cuando las personas alcanzan la mediana edad, se preguntan que han logrado hasta estas alturas de la vida; ¿hice algo importante, algo que tenga valor? y luego se ponen a decidir que van a hacer con el resto de sus vidas. Este es un fenómeno real en esa edad de la vida. Muchos llegan a la conclusión que han estado viviendo sin un propósito específico...
Cuando sufrimos un dolor agudo no vamos a buscar al pastor, lo que pedimos es “llévenme al hospital”. Y el doctor que lo atiende para darle un diagnóstico, no se pone a pedir revelación, lo que hace es usar su conocimiento el cual se traduce en sabiduría para determinar cual es el remedio disponible para aliviar la dolencia; y luego hace uso de la fe para creer que uno va a recibir sanidad.
Hay situaciones en las que tenemos que hacer uso de una conjunción entre fe y sabiduría para resolver algunos problemas. Y cuando no lo hacemos, podemos quedarnos esperando que suceda un milagro por largo tiempo. La fe no niega la sabiduría, ni viceversa. Al tomar una acción para sanarte no estas negando la fe, ni estas diciendo que no crees en milagros, y al pedir un milagro no estas negando ningún tratamiento médico, confías que la sabiduría haga su trabajo y que la fe se encargue del resto.
El libro de Números ilustra el carácter de Dios, su lealtad con su pueblo, su provisión y su expectativa de obediencia. Es importante analizarlo dentro del contexto de los libros que lo rodean, el Pentateuco.
Éxodo, Levítico y Números todos se ocupan del cumplimiento de las promesas que Dios le hizo a Abraham y la formación de los israelitas como el pueblo santo de Dios. Las promesas que Dios le hizo a Abraham incluían tres cosas: 1) Un territorio, 2) una gran Nación a través de sus descendientes y 3) una bendición que afectaría a todas las Naciones de la tierra. Gn. 12:2-3 2 …. 3 bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Gn. 17:4-8 4 …. 7 Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. 8 Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, ...