En tiempos del profeta Samuel, luego que Israel perdiera una batalla contra los filisteos, estos últimos tomaron el Arca de Jehová, se la llevaron y la metieron en el Templo de Dagón su dios. Cada amanecer encontraban la imagen de Dagón postrada en tierra delante del Arca. Preocupados por ello, decidieron llevar el Arca a la ciudad de Gat y allí los hombres de esa ciudad se llenaron de tumores. Luego llevaron el Arca a otra ciudad y allí empezó una mortandad. Por lo que los príncipes de los filisteos decidieron devolver el Arca del Dios de Israel, pagando expiaciones por haberla retenido. 1 S. 6:4. Y luego enviaron el Arca y las ofrendas en un carro nuevo tirado por bueyes con dirección a Bet-Semes. 1 S. 6:13-15. Pero, 1 S. 6:19-21,7:1 “…Vinieron los de Quiriat-jearim y llevaron el arca de Jehová, y la pusieron en casa de Abinadab, situada en el collado; y santificaron a Eleazar su hijo para que guardase el arca de Jehová”.
Cuando Jesús fue bautizado en agua, el cielo se dio cuenta. Mr. 1:10-11 “Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia”.
br> br>
Jesús vió abrirse los cielos. Lo prometido a través de los tiempos había comenzado. Pero nadie esperaba esto: el cielo invadiendo la tierra a través de la humildad de un hombre.