La vida del pastorcillo que se convirtió en rey: David, nos da destellos de gracia tan profundos a lo largo de su vida, que son aún más notables si se considera que vivió bajo el antiguo pacto de la ley.
David, reformó la adoración, y lo hizo trayendo la música a la expresión de la adoración; a la vez que entrenaba a una generación para que valorara la presencia de Dios por encima de todo lo demás. Su ejemplo de adoración se convirtió en el modelo de vida en la Iglesia del Nuevo Testamento.
“En aquel día yo levantaré el tabernáculo caído de David, y cerraré sus portillos y levantaré sus ruinas, y lo edificaré como en el tiempo pasado”. Amós 9:11
“Después de esto volveré Y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; Y repararé sus ruinas, Y lo volveré a levantar, Para que el resto de los hombres busque al Señor, Y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre, Dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos”. Hch. 15:16-18
Ya estaba arrancando la fase más importante del ministerio de Jesús con su traslado hacia Jerusalén para ejecutar la esencia central de su venida a este mundo, Su muerte y resurrección, cuando sucedió que algunos discípulos tuvieron un encontronazo al sentir la presión de hacer el ministerio aún derramando sangre. Jacobo y Juan querían invocar que cayera fuego del cielo sobre los samaritanos que no querían permitir que Jesús y su equipo pasaran por su territorio. Piénselo: el asesinato estaba en el corazón de los discípulos como una solución para evitar ser rechazados en el ministerio. Y estamos hablando de los discípulos del círculo íntimo del Señor.
Ellos justificaron su enfoque usando al profeta Elías como su ejemplo. Lc. 9:51-54 “Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos. Mas no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén. 54 Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?” En su respuesta, Jesús hace una distinción importante entre los ministerios representados por dos pactos diferentes. Lc. 9:55-56 “Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea”.
La historia del Maestro virtuoso del balompié boliviano, la gente decía: Una cosa es el equipo cuando juega “el Maestro” y una completamente diferente cuando no lo hace. “El Maestro” es quien marca la diferencia. Ese jugador a quien se reconocía como “el Maestro” era un jugador necesario, brillaba con luz propia y los otros jugadores del equipo, quienes eran buenos deportistas, se los podría reconocer como útiles, pero no necesarios.
Esta introducción nos lleva a preguntarnos ¿Cuál es el papel de la Iglesia en nuestras ciudades? ¿Somos útiles, pero no necesarios? Nuestro potencial es obvio para todos nosotros, pero debemos reconocer la realidad de que no siempre se nos considera necesarios. Debemos preguntarnos qué cambios necesitamos hacer para volvernos necesarios. Is. 62: 6b-7 NVI 6 …Ustedes, los que invocan al Señor, no se den descanso; 7 ni tampoco lo dejen descansar, hasta que establezca a Jerusalén y la convierta en la alabanza de la tierra" ¿Cómo sería para nosotros, como comunidad de los redimidos, convertirnos en la alabanza en la tierra?
“Ustedes son la sal de la tierra; pero, si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee. Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse”. Mt. 5:13-14 NVI
Además de nuestro impacto en la sociedad como sal, agregando sabor a la vida, también se nos llama luz. Sería incorrecto concluir que la luz está en nosotros mismos. Este es uno de los aspectos fascinantes del significado de nuestra conversión, porque sabemos que Jesús es la Luz que ilumina a todos los que vienen al mundo.
“Esa luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, venía a este mundo”. Jn. 1:9 NVI
Sin embargo, Jesús llama luz a todos sus seguidores. Eso quiere decir que no solo reflejamos quién es Él; irradiamos la naturaleza y la presencia de Dios en la tierra. Somos luz.
“Ustedes son la sal de la tierra; pero, si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee”.Mt. 5:13 NVI
Jesús le estaba profetizando a un grupo de personas acerca de su propósito y destino en Dios.
Él está llamando a esa multitud a su potencial.
El solo hecho de ser llamado por Dios a algo grande hace posible entrar en esa grandeza.
Jesús le dijo a su audiencia, que la Iglesia es sal.
Necesitamos tener más fe y confianza en el impacto que tendrá la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas. ÉL hará que nosotros podamos afectar nuestro entorno. Como la levadura incorporada a toda la masa, debemos sumergirnos en los asuntos de nuestras ciudades. Es desde esa posición que tenemos nuestra mayor influencia.
Para que este enfoque sea eficaz, debemos valorar y no menospreciar a las personas antes de que estas se conviertan. Si no les damos valor a pesar de que son "pre-creyentes", no habrá un honor genuino en nuestras relaciones.
La salvación es el milagro más importante de todos los milagros. Y también es el más urgente.
Los creyentes anhelamos que en la ciudad en que vivimos todas las personas pudieran tener un encuentro personal con Dios y tomarán la decisión de entregarle sus vidas y así nacer de nuevo. Sueño despierto, y digo cómo de diferente y hermosa sería la vida en esta ciudad, si todos los estantes y habitantes de la misma estuviéramos viviendo una relación personal con Jesús, que cada persona conozca la esperanza que trae vivir con la certeza que el Maestro camina con uno.
Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.
Lc. 7:36-38
Esta es una de las historias más hermosas del Nuevo Testamento y la protagonizó una mujer que hizo pública su adoración al Maestro al derramar un perfume costoso sobre Jesús.