David, conforme al anhelo de su corazón de edificar un Templo al Señor, hizo el acopio de materiales necesarios  y dijo en una ocasión: Salomón mi hijo es muchacho y de tierna edad, y la casa que se ha de edificar a Jehová ha de ser magnífica por excelencia, para renombre y honra en todas las tierras; ahora, pues, yo le prepararé lo necesario.

Llamó entonces David a Salomón su hijo, y le mandó que edificase casa a Jehová Dios de Israel. Y dijo David a Salomón: Hijo mío, en mi corazón tuve el edificar templo al nombre de Jehová mi Dios. Mas vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Tú has derramado mucha sangre, y has hecho grandes guerras; no edificarás casa a mi nombre, porque has derramado mucha sangre en la tierra delante de mí. 1 Cr. 22:6-8

Salomón creció conociendo su llamado y propósito en la vida. Él fue preparado para ser rey, y su reinado fue definido proféticamente. Y a diferencia de David, que vivió una vida de guerra, Salomón reinaría en paz. 

1 Cr. 22:9-10  “He aquí te nacerá un hijo, el cual será varón de paz, porque yo le daré paz de todos sus enemigos en derredor; por tanto, su nombre será Salomón, y yo daré paz y reposo sobre Israel en sus días. El edificará casa a mi nombre, y él me será a mí por hijo, y yo le seré por padre; y afirmaré el trono de su reino sobre Israel para siempre”.

Esta fue la palabra que el Señor habló a David antes de que Salomón naciera. Esta promesa sin duda moldeo la forma a cómo se crió a Salomón y lo que se habló sobre su vida mientras crecía. 

He aquí una hermosa enseñanza que podemos cosechar, para cuando seamos padres o si ya lo somos.  Es importante que criemos a nuestros hijos con un sentido del destino, pero sin tratar de controlarlos o manipularlos para que cumplan los sueños que tenemos para ellos. El suyo debe ser un destino dado por Dios. E incluso entonces, no está sujeto a nuestra interpretación. La Escritura dice que eduquemos a nuestros hijos en el camino en que deben andar. Pro. 22:6Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Eso no es necesariamente lo mismo que pensamos que deberían ser. David era un hombre con un sueño. Como resultado, crio a un hijo con un destino. 

Causa una enorme tristeza ver aquellos niños que se crían en hogares sin sueños. En hogares donde no existe visión, ni esperanza. Donde simplemente se vive el día a día, porque hay que vivir; y no se comprende que hemos sido traídos a este mundo para trascender y vivir las grandezas que Dios ha preparado para que anduviéramos en ellas. 

Aquí está el encargo personal de David a su hijo acerca de su necesidad de sabiduría, su tarea de construir la casa del Señor y la absoluta necesidad de vivir con valor:

Ahora pues, hijo mío, Jehová esté contigo, y seas prosperado, y edifiques casa a Jehová tu Dios, como él ha dicho de ti. Y Jehová te dé entendimiento y prudencia, para que cuando gobiernes a Israel, guardes la ley de Jehová tu Dios. Entonces serás prosperado, si cuidares de poner por obra los estatutos y decretos que Jehová mandó a Moisés para Israel. Esfuérzate, pues, y cobra ánimo; no temas, ni desmayes”. 1 Cr. 22:11-13.  

David como padre, imprime en el corazón de su hijo Salomón, su bendición.

Puede parecer extraño que un hombre de paz necesite coraje, valentía, pero es cierto. Mantener el tipo de paz de Dios requiere gran valor. Aquí puede ser donde las cosas comenzaron a desmoronarse para Salomón. Puesto que reduce la paz a los tratados, y además a los ilícitos: 

“Salomón hizo parentesco con Faraón rey de Egipto, pues tomó la hija de Faraón, y la trajo a la ciudad de David, entre tanto que acababa de edificar su casa, y la casa de Jehová, y los muros de Jerusalén alrededor”. 1 R. 3:1 

¿Es posible que este matrimonio y tratado de paz, que Dios no ordenó, abriera la puerta para que Israel como Nación se posicionara hacia un compromiso en su adoración? Estamos hablando de “la raíz” que llevó al pueblo a ofrecer sacrificios en los lugares altos. Los israelitas tenían prohibido casarse con mujeres extranjeras dado que ellas  acostumbraban adorar a otros dioses. Jehová advirtió a Israel que terminarían adorando dioses falsos como resultado de tales uniones. Aparentemente, Salomón pensó que podía manejar la situación, él se vio tentado por los beneficios que ofrecía dicho matrimonio, y procedió a dar lugar a la tentación, pero ni siquiera la sabiduría podía protegerlo de este fracaso inminente, especialmente si él no iba a usar esa sabiduría.

En el caminar de David no se percibe que alguna vez hubiera permitido compromisos en la adoración mientras era rey. No existe mención alguna acerca de ello, como lo hay con Salomón. Adorar en los lugares altos y hacer tratados para mantener la paz son esfuerzos del hombre para lograr los propósitos del Reino. Y estos esfuerzos NO funcionan, al menos no de una manera que tenga valor y propósito eternos.

Todo esfuerzo del hombre para lograr los propósitos del Reino son vanos, porque devienen del razonamiento humano y de la voluntad propia. Aunque a través de ellos se esté supuestamente adorando a Dios. Cuando hacemos tales cosas, reemplazamos la dependencia de Dios por nuestra propia independencia, y al hacerlo reemplazamos a Dios de nuestras decisiones y nos ponemos nosotros mismos en la posición de señores de nuestras vidas; y entonces nuestra confianza se centra ahora en nosotros mismos y dejamos de confiar en Dios. Aunque parece que no nos damos cuenta de ello.

Pr. Rafael Vargas

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