Crisis económica, política, moral… Robos, Atracos, Asaltos, Paros, Bloqueo de caminos, Carencia de combustibles, Falta de divisas, Asesinatos, Feminicidios… Estas y otras de tenor similar son noticias del día a día en nuestro País.
Dios podría arreglar todo en un segundo, pero si lo hiciera, ¿qué es lo que podría suceder? Si Dios dispusiera arreglar todo, el tiempo, como lo conocemos se detendría, y comenzaría la eternidad. Su respuesta sería dolorosa. Su paciencia, que está en actividad ahora mismo, es para que podamos sumar a tantos como podamos a la familia de la fe. Su paciencia va más allá de nuestro entendimiento. Por lo general, culpamos a Dios por todo lo malo que existe en el mundo porque, si Él es Dios, puede solucionar cualquier problema fácilmente, porque Dios es grande y todopoderoso. Deshacerse del mundo de las tinieblas y las consecuencias que esta decisión acarrearía, requeriría una acción extrema: deshacerse de todos los pecadores. Y aunque hayamos nacido de nuevo, me atrevo a preguntar ¿Cuántos de nosotros quedaríamos?
Arreglar los problemas de esta Tierra con una “invasión tipo militar del cielo” no es la respuesta que queremos, porque de esa manera Dios estaría imponiendo su voluntad sobre la humanidad, destruyendo una de sus creaciones más espectaculares, el libre albedrío.
Dios ya tomó su decisión al respecto, y Él eligió una invasión de amor, donde quien se sacrificó hasta el fin por el bienestar de los demás conquista los corazones de la gente. Como resultado, tenemos un Evangelio de poder que resuelve los problemas y nos permite compartir ese mensaje que nos cambió para siempre. Solo necesitamos gente que lo crea, lo viva y se arriesgue a mostrarlo
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Maestro, Ya es muy tarde, y en este lugar no hay nada para comer. Despide a esta gente, para que vayan a los campos y aldeas cercanas, y compren algo de comer. Jesús les respondió: Denles ustedes de comer. Hay una necesidad, pongan en acción su fe y resuelvan la necesidad. En esta situación esa es la voluntad del Señor.
Jesús nos dejó un modelo a seguir. Él ilustró cuál es la voluntad de Dios cuando enfrentamos problemas. También nos dio su autoridad para cumplir con éxito nuestra comisión, que incluye enseñarles a los futuros seguidores de Cristo las cosas que Él mismo nos mostró y enseñó. Él dio esa instrucción para asegurarse de que todos los seguidores estuvieran revestidos con poder: el Espíritu Santo. Luego, Jesús volvió al Padre y dijo que veríamos cosas mayores que las que Él hizo.
“De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago él también las hará; y aun mayores que estas hará, porque yo voy al Padre”. Jn. 14:12
¿A quiénes dejó Jesús con las mismas herramientas de autoridad, poder y presencia que Él tenía para lidiar con las amenazas de la crisis, la tragedia, la enfermedad y los desastres? Fue a nosotros, los creyentes.
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Cuando Jesús nos enseñó cómo orar Él dijo “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo”. Mt. 6:10 RVC. Por lo que debemos ser diligentes en comprender cuál es la voluntad de Dios sobre las cosas de la vida.
Acerca de la voluntad de Dios existen dos enfoques diferentes. El primero hace alusión a cosas que nosotros no podemos cambiar. Por ej.: Es la voluntad de Dios que Cristo venga por segunda vez. Las personas pueden opinar al respecto como quieran. La verdad es que no tenemos parte en esa decisión. Es Dios, el Padre, quien determina cuándo y cómo sucederá ese evento. En otras palabras, el cumplimiento de Su voluntad está estrictamente en sus manos.
Por otro lado hay cosas que al Señor le hubiera gustado que sucedieran, preparó las cosas para que fueran posibles, pero no sucederán nunca porque los creyentes o no creen que es la voluntad de Dios o están esperando que Él mismo las haga. Veamos un ejemplo: Cuando Jesús les dijo a los discípulos que ellos alimentaran a una multitud de miles de personas, estos alegaron que no podían cumplir con esa tarea. La Biblia lo dice así:
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“Así ha dicho el Señor: No debe el sabio vanagloriarse por ser sabio, ni jactarse el valiente por ser valiente, ni presumir el rico por ser rico. Quien se quiera vanagloriar, que se vanaglorie de entenderme y conocerme. Porque yo soy el Señor, que hago misericordia, imparto justicia y hago valer el derecho en la tierra, porque estas cosas me complacen. Palabra del Señor”. Jer. 9:23-24 RVC
La intención de Dios es que nosotros lleguemos a conocerlo a través de una relación personal. Existe una gran diferencia entre conocer a alguien ocasionalmente y el compartir tu vida con esa persona, si es que realmente quieres llegar a conocerla.
Existe una completa exposición mía hacia Él. Tú puedes cerrar la puerta de tu espíritu a cualquier persona pero no se la puedes cerrar a Dios. Él puede ver con claridad a través de cualquier puerta que cierres. ÉL TE CONOCE. El Señor sabe hasta los pensamientos y las intenciones de mi corazón todo el tiempo.
Tú puedes ir a algún lugar donde se mueve el Espíritu de Dios y puedes percibir que el Espíritu de Dios se está moviendo allí. Tú puedes ir a ese lugar durante los próximos cincuenta años y sentir cada vez que el Espíritu Santo se está moviendo allí y aún así, NO conocer a Dios personalmente.
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Jesús hablando en relación con la obra del Espíritu Santo dijo:
“…El me glorificará; porque tomará de lo mío, y se lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y se lo dará a conocer a ustedes”. Jn. 16:13-15 RVC.
Esta porción de la Escritura nos dice que el Señor nos confía una gran responsabilidad, ya que el Espíritu Santo deposita en cada uno de nosotros lo que solo le pertenece a Cristo. Cada vez que el Espíritu Santo nos habla, procede a transferirnos los recursos de Jesús, de manera que tengamos lo necesario para completar nuestra misión.
Cualquiera de nosotros que tuviera en su cuenta en el banco unos diez millones de bolivianos, aun así podría morir de hambre. Si no hace retiros de la cuenta, esa riqueza es solo una fantasía. Todo lo que el Espíritu Santo ha depositado en nosotros, está registrado en nuestra cuenta en Cristo y va mucho más allá que nuestros sueños más exagerados. Pero, si nosotros no sabemos qué tenemos a nuestra disposición, no podemos hacer un retiro. Las promesas en su Palabra nos permiten apreciar esta realidad que Él ha preparado para nosotros. Este es el tiempo para ver lo que Jesús tiene y así poder saber lo que Él nos dio.
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Casi todos los profetas del Antiguo Testamento hablaron acerca de la venida de Jesús. Las palabras que ellos vertieron nos sirvieron bien al anunciar su venida y el impacto que esta causaría. Jeremías nos dice al respecto:
“Vendrán y cantarán jubilosos en las alturas de Sión; disfrutarán de las bondades del Señor: el trigo, el vino nuevo y el aceite, las crías de las ovejas y las vacas. Serán como un jardín bien regado, y no volverán a desfallecer. Entonces las jóvenes danzarán con alegría y los jóvenes junto con los ancianos. Convertiré su duelo en gozo y los consolaré; transformaré su dolor en alegría. Colmaré de abundancia a los sacerdotes, y saciaré con mis bienes a mi pueblo, afirma el Señor”. Jer. 31:12-14 NVI.
El Pueblo de Dios fluirá, como el caudal de un río hacia la bondad del Señor. Su Reino es la tierra de SU bondad. Su bondad es fuente inagotable de gozo y alegría.
“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio…” 1 P. 2:9
Este versículo muestra que todo creyente del Nuevo Testamento es un sacerdote.
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Hay cosas que a veces nos cuesta aceptar porque tenemos moldes de pensamiento que hemos construido conforme a nuestros propios parámetros. Una de las cosas a la que a veces es difícil acostumbrarse es que al Señor le encanta bendecir tanto al creyente, así como también al que no es creyente.
Nosotros, celebramos cuando Él permite conocer algo extraordinario a un creyente. Ya sea que ese conocimiento sirva para curar una enfermedad, o haga posible un nuevo invento para servir a toda la humanidad o traiga paz entre naciones en conflicto a través de sus amados hacedores de paz, a todos nos anima escucharlo. Dios está afirmando el llamado y los dones de sus siervos, y está utilizándolos para incrementar el número de personas que atestiguan acerca de su corazón bondadoso por las personas. También debemos reconocer que a veces Él elige hacer lo mismo a través de personas que son NO creyentes, que por momentos llevan un estilo de vida incorrecto, e incluso puede que sus propósitos no sean los mejores. Y nos preguntamos ¿Qué está haciendo el Señor al cederle tal tesoro a quienes no son sus hijos? ¿Incluso si son malvados?
Un ejemplo acerca de este tema es el del rey Herodes. Él dio un discurso ante una multitud:
“La gente gritaba: !Voz de un dios, no de hombre! Al instante, un ángel del Señor lo hirió, porque no le había dado la gloria a Dios; y Herodes murió comido por gusanos”. Hch. 12:22-23 NVI.
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“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”. 1 P. 2:9 RVR60
En el ministerio sacerdotal es nuestro deber representar al Señor ante las personas, así como representar a las personas ante el Señor. El ministerio de representar a la gente ante Dios es un ministerio de oración conocido como ministerio de intercesión. Donde la tarea consiste en posicionarse en la brecha, en el lugar de ruptura del equilibrio de valores y/o espiritual y orar por misericordia por sus vidas. Esto conforme lo describe Ezequiel:
“Yo he buscado entre ellos a alguien que construya un muro y se ponga en la brecha delante de mí por mi tierra, para que yo no la destruya. ¡Y no lo he hallado!” Ez. 22:30 NVI
En este pasaje, el Señor dice que no pudo hallar a nadie que pudiera pedir por misericordia sobre aquellos que estaban en necesidad. No hacer la tarea que Dios nos asignó hacer, de orar por los demás, es una irresponsabilidad en relación con nuestro oficio sacerdotal. Más aún cuando sabemos que alguien en algún momento lo hizo por nosotros.
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Los discípulos fueron enviados a predicar el Evangelio del Reino. “Así que partieron y fueron por todas partes de pueblo en pueblo, predicando las buenas noticias y sanando a la gente”. Lc. 9:6 NVI. A su regreso le comentaron al Maestro lo que habían dicho y hecho. Estaban emocionados porque habían efectuado milagros con sus propias manos y palabras. Luego, Jesús les dijo que la verdadera celebración debía ser que sus nombres estuvieran escritos en el cielo.
“Sin embargo, no se alegren de que puedan someter a los espíritus, sino alégrense de que sus nombres están escritos en el cielo”. Lc. 10:20 NVI.
Luego de tener esa experiencia de ministrar con éxito, algunas cosas extrañas salieron a luz. La primera es que comenzaron a discutir por ver quién de ellos era el más importante. Seguro comenzaron a pensar de esta manera a causa de los milagros que sucedieron por medio de ellos. Entonces Jesús les señaló a un niño y les enseñó cómo es la verdadera grandeza en el Reino.
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Dios está muy comprometido en enseñarnos a “ver”. Para hacer esto posible nos dio al Espíritu Santo como tutor. El plan de estudios que utiliza es bastante variado. La única clase a la que todos calificamos es el mayor de todos los privilegios cristianos: la adoración. Aprender a ver no es el propósito de nuestra adoración, pero es un subproducto.
“Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”. Juan 4:23-24.
Aquellos que adoran en Espíritu y en verdad, aprenden a seguir la dirección del Espíritu.
Su reino se llama el reino de Dios, y su trono se establece sobre las alabanzas de su pueblo.
“Pero tú eres santo, Tú que habitas entre las alabanzas de Israel”. Sal. 22:3
Ese el centro de ese Reino. Es en el ambiente de adoración donde aprendemos cosas que van mucho más allá de lo que nuestro intelecto puede captar, lo dice la Escritura en Efesios:
“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” Ef. 3:20
La mayor de estas lecciones es el valor de Su Presencia.