La vida del pastorcillo que se convirtió en rey: David, nos da destellos de gracia tan profundos a lo largo de su vida, que son aún más notables si se considera que vivió bajo el antiguo pacto de la ley. 

David, reformó la adoración, y lo hizo trayendo la música a la expresión de la adoración; a la vez que entrenaba a una generación para que valorara la presencia de Dios por encima de todo lo demás. Su ejemplo de adoración se convirtió en el modelo de vida en la Iglesia del Nuevo Testamento.

 “En aquel día yo levantaré el tabernáculo caído de David, y cerraré sus portillos y levantaré sus ruinas, y lo edificaré como en el tiempo pasado”.  Amós 9:11

“Después de esto volveré Y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; Y repararé sus ruinas, Y lo volveré a levantar, Para que el resto de los hombres busque al Señor, Y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre, Dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos”. Hch. 15:16-18  

El corazón de David para con Dios es toda una leyenda. Su forma de obedecer, honrar y adorar a Dios fueron notables. Incluso después de su profundo fracaso moral, se convirtió en un modelo de cómo arrepentirse profundamente. No era un hombre sin defectos. Pero en su debilidad, puso en juego todo para honrar a Dios. Se podría decir de David que hizo todo con todas sus fuerzas y como para el Señor. Él tuvo éxito en  la vida de una manera monumental.

La vida de David es motivo para hacer un estudio profundo. La combinación de dones en su vida fue diversa. Su pasión como músico marcó la pauta en las Escrituras, pero al mismo tiempo fue considerado un gran guerrero. El era un modelo de hombría y ternura, todo en el mismo cuerpo, una combinación muy especial.

La vida de este gran hombre es una de las imágenes más claras de la gracia que uno puede encontrar en el Antiguo Testamento. Ilustra realidades en Cristo que es difícil imaginar que alguien pudiera experimentar antes de la cruz. Cuando era un joven pastor, cuidaba las ovejas de su padre. Solo en el desierto, aprendió a ser valiente. Mató al león y al oso que intentaron robar ovejas del rebaño. Pero, su valentía fue más una expresión de su confianza en Dios que la confianza en sí mismo, y el tiempo que pasó como pastor fue su campo de entrenamiento para convertirse en un hombre de gran celo.

El mayor descubrimiento de David fue sobre la presencia de Dios. Amaba a Dios y procuró honrarlo con cada expresión que pudiera dar. Su gran descubrimiento tuvo que ver con la respuesta de Dios a su alabanza, se dio cuenta de que la presencia de Dios habitaría en su alabanza. En pocas palabras, Dios establecería Su trono sobre las alabanzas de David, mostrándole el tipo de sacrificios que realmente deleitaban a Dios. Esto lo cambiaría todo. 

David descubrió en el corazón de Dios que nunca se trató de la sangre de animales; sino que se trataba del corazón rendido. Esta entrega del corazón se convertiría en el modelo que David estableció para la adoración en el Tabernáculo una vez que se convirtiera en rey. 

Todo esto era una vida del Nuevo Testamento, una vida orientada a la gracia, ya que desde aquel tiempo la gente no debía tener acceso al Arca o la presencia de Dios antes de que la sangre del Cordero fuera derramada. Sin embargo, Dios permitió un anticipo, para que pudiera haber un vislumbre profético de lo que estaba por venir. Y ese anticipo le fue dado a David.

En el Nuevo Testamento, los primeros adoradores fueron hombres sabios de oriente. Reconocieron que una inusual estrella testificaba el nacimiento del Rey de los judíos. Reyes por derecho propio, viajaron a través de parajes peligrosos para hallar al niño divino. Y una vez que estuvieron delante de ÉL, se postraron y lo adoraron. Mt. 2:10-11. Su adoración sólo adquirió importancia después de que sus corazones y sus posturas hubieran rendido la actitud de humildad y sumisión; fue necesaria la aceptación y convicción de la grandeza de Dios y que ÉL es la fuente de vida y de bendiciones.

Regresando al relato acerca de David. Podemos decir, a pesar de la forma en que David ilustró continuamente la gracia del Nuevo Testamento antes de su tiempo, él fue verdaderamente una figura del Antiguo Testamento en un aspecto muy claro: era un hombre que había derramado sangre.

Trágicamente, algunas personas han usado a David para justificar las guerras contra los incrédulos como una señal de devoción a Dios. Esto es grave porque la voluntad de Dios para una temporada no es automáticamente la voluntad de Dios para otra temporada. De hecho, la verdad mal aplicada a menudo da el fruto de una mentira. La reputación de la Iglesia sufre mucho a causa de este error.

Pr. Rafael Vargas

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