Dios se asegura de que sus hijos recibamos aquello que necesitamos para hacer las tareas que ÉL nos ha encomendado. Generalmente este aspecto está relacionado con aquello que hemos dado. Creo que es importante comprender que no es que Dios nos de en retorno de acuerdo a lo que hemos dado, y es porque EL es bueno y generoso retribuyendo.

Lo que  opera en nosotros tiene que ver con cómo Dios cambia nuestra naturaleza cuando nos toca. 

Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. Stg. 1:17 

Esto es algo que tenemos que tener presente toda buena dádiva viene de Dios.

… todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Ga. 6:7 

Muchas personas piensan que están sembrando para  cuando los creyentes vivamos en el Tercer Cielo, y a más de ello no están seguros de cosechar en la tierra lo que han sembrado; menos aún si se trata de sembrar y cosechar honra.

Dar lo que somos

Todas aquellas cosas provistas por Dios se incrementan en la medida en que estas son sembradas por amor. Por ejemplo aquellos que extienden su perdón, también son perdonados. Así es como funciona el reino que representamos.

De ahí proviene esa palabra que dice: es más bienaventurado dar que recibir, puesto que al dar uno se ha puesto en la posición de recibir. 

Recordemos que nuestro Padre Celestial estableció el siguiente mandato:

Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Is. 60:1.

Como creyentes hemos de brillar de diversas maneras. Una de esas formas de brillar se da cuando damos lo que somos

Aunque sea mucho lo que demos, lo que somos nunca disminuye. Esto es análogo, la luz de Dios no disminuye porque brillemos más. Por el contrario, cuanto más se da, más fuerte se hace. Si hemos recibido algo de parte de Dios, brillaremos al irlo sembrando, liberando o regalando. 

El acto de liberar las experiencias que hemos vivido, ayuda a redefinir la naturaleza del mundo en que vivimos. Eso  quiere decir que las realidades internas cuando son compartidas se vuelven externas. Ese es el acto de brillar.

Autoridad sobre la tormenta

Jesús estaba durmiendo plácidamente en medio de una tormenta. Lo que sucedía es que en el mundo en el que habitaba Jesús, no había tormentas. Porque Jesús vivía el cielo en la tierra. 

Pablo nos clarificó este aspecto de la vida de Jesús algún tiempo después, cuando dijo Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. Ef. 1:3 Nos está diciendo que nosotros, quienes estamos en Cristo, vivíamos en lugares celestiales en ÉL.

Cuando Jesús calmó la tempestad, ÉL no lo hizo orando, ni gritando; ÉL simplemente detuvo la tormenta desde la paz interior que ÉL detentaba. Vivir el cielo en la tierra implicaba tener una Fe activada. Y ÉL tenía su Fe activada y también poseía esa paz que sobrepasa todo entendimiento.

A partir de la paz que ÉL tenía, Él simplemente la dio; porque esa paz habitaba en ÉL. Y en consecuencia al tocar la tormenta con su voz nacida desde su paz interior, esta no representó problema alguno, puesto que ella se sujetó y las condiciones climatológicas entraron en calma, puesto que habían sido tocadas por la paz de Dios, que habitaba en Jesús.

Al igual que Jesús, nosotros tenemos autoridad sobre cualquier tipo de tormenta que hubiera que enfrentar; tanta autoridad que podemos dormir plácidamente cuando su paz realmente mora en nosotros. Es por ello que el enemigo pretende robarnos esa paz.

Cuando Jesús a partir de la paz que había en su interior actúo  Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?” Mr. 4:39-40.  Entonces su realidad interior se convierte en realidad exterior. Eso quiere decir que la paz que ÉL tenía, vino a ser aquello que fue liberado para gobernar lo que sucedía en su entorno caótico. Esta es la verdadera naturaleza de la vida cristiana. 

Conclusión

Damos lo que tenemos, Pedro le dijo al cojo de nacimiento, oro y plata no tengo, pero lo que tengo te doy. En el nombre de Jesús levántate y anda. Y el cojo anduvo. Así que al dar lo que tenemos, el mundo que nos rodea tiene que adaptarse. Porque es un hecho suscitado en un reino superior al reino natural que gobierna la Tierra.

Pr. Rafael Vargas

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