Jesús enseñó

“Bienaventurados los pobres en espíritu,  porque de ellos es el reino de los cielos”. Mt. 5:3. 

A la luz de esta enseñanza surge la pregunta ¿Qué es realmente ser pobre en espíritu? Obviamente NO es algo negativo, ni perjudicial ya que Jesús lo expuso como una bienaventuranza.

Podemos decir que ser pobre de espíritu NO significa dedicarse a la auto-condena, ni tampoco a la autocrítica, y menos aún a la vergüenza. Ser pobre de espíritu NO es algo que se encuentre en las personas que se menosprecian para parecer humildes. De hecho, la falsa humildad nos alejará de nuestro destino. En cambio, la verdadera humildad nos llevará a ello. 

Siempre deberíamos tener cuidado con las personas que constantemente se regañan a sí mismas, porque si se critican a sí mismos, es muy probable que también me critiquen a mí.

Tanto David como Salomón tenían esta actitud que enseñó años más tarde Jesús en el Sermón del Monte. Esa actitud de ser pobres en espíritu. David sostuvo un lema a lo largo de su caminata, el cual se encuentra expresado en el Salmo 131 y dice así: 

“Jehová, no se ha envanecido mi corazón, ni mis ojos se enaltecieron; Ni anduve en grandezas, Ni en cosas demasiado sublimes para mí”. Sal. 131:1

El hombre más poderoso del planeta en su tiempo, está contándonos su enfoque de la vida. Esto suena como un hombre que sabía de dónde provenía su poder y no tenía ningún malentendido sobre su propia trascendencia e importancia.

Si bien la significancia de nuestras vidas tiene importancia, también es una trampa si nosotros no la manejamos bien. Pablo advirtió de esta trampa en Ro. 12:3 Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”.

Salomón, comenzó con verdadera humildad. Él oró así: “Ahora pues, Jehová Dios mío, tú me has puesto a mí tu siervo por rey en lugar de David mi padre; y yo soy joven, y no sé cómo entrar ni salir. 8 Y tu siervo está en medio de tu pueblo al cual tú escogiste; un pueblo grande, que no se puede contar ni numerar por su multitud”. 1 R. 3:7-8

Salomón estaba abrumado por el tamaño de la tarea que se le asignó. La mayoría de nosotros oramos mejor cuando Dios nos pone en tareas por encima de lo que nuestras cabezas pueden imaginar o pensar que seríamos capaces de manejar, administrar o ejecutar.

Si no nos sentimos abrumados, probablemente no veamos lo que Él ha hecho posible a través de nuestras vidas. Oramos mejor y escuchamos mejor porque confiamos mejor cuando las posibilidades están fuera de nuestro alcance. Esta es una de las razones más importantes para tener una visión que no es humanamente posible. 

También es por eso que Jesús ordenó a sus discípulos que sanaran a los enfermos en lugar de orar por los enfermos.

Sanad enfermos,  limpiad leprosos,  resucitad muertos,  echad fuera demonios;  de gracia recibisteis,  dad de gracia”. Mt. 10:8 

Dios tiene la costumbre de asignar cosas imposibles a aquellos que escuchan. Es Su invitación a una mayor confianza; a tener una caminata de Fe.

Pr. Rafael Vargas

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