Cuando el corazón cree una verdad, no puede dejar de pensar en esa verdad y en las implicaciones que vienen con ella.
Si te digo que el Creador del Universo quiere ser tu Padre; y que además quiere ser tu Consejero. Estas verdades, ¿no te llevarían a pensar en el gran poder del Creador?. No empezarías a fantasear en el teatro de tu imaginación con lo que eso implicaría en tu vida. Tener tu padre adoptivo, que es todo poder, que todo lo sabe. No pensarías en las increíbles consecuencias que eso supondría para tu vida. Tener semejante Consejero.
Te acabo de compartir una verdad, pero ¿crees tú esa verdad? Si tu no la crees, esta no te afecta… Y no te afecta porque no crees. Eso es lo que sucede muchas veces en nuestro fuero interior, y es que la “intensidad” o el “nivel” de realidad que las verdades de Dios tienen en nuestros corazones es muy pobre y muchas veces es prácticamente nulo. Tú te preguntaras, ¿Cuál es la causa para que se dé esta situación? la cual sea dicho de paso es muy común.
En Lucas 15 dice la Biblia que un padre pierde a uno de sus hijos, y cuenta toda la experiencia que vive este muchacho. Concentremos nuestro recuerdo en lo que este padre hace cuando encuentra a su hijo.
“Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse”. Lc: 15:22-24
El padre hizo una gran fiesta por haber encontrado a su hijo que se había perdido. La fiesta incluía a sus familiares y siervos. Lo que este padre está diciendo es: ¡Alégrense conmigo! ¡Quiero que sientan lo que yo siento!
Cuando una persona se convierte hay tanto gozo en el corazón de Dios que el ejemplo humano que más se le acerca es una fiesta donde NO solo una persona se goza sino que todos celebran porque todos comparten el gozo. El gozo que experimenta el padre es tan grande, que NO puede dejar de compartirlo. Pero, ¿qué es lo que inicia la gran fiesta celestial? Jesús lo dejó establecido así: “Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento”. Lc. 15:7.
“Pero nada tengas que ver con las fábulas profanas de viejas. Más bien disciplínate a ti mismo para la piedad”. 1 Ti. 4:7 LBLA
La idea que Pablo le transmite a Timoteo es que para llegar a ser espiritual, es necesario ser disciplinado. Necesitamos generar nuevos hábitos. ¿Por qué? Porque está en juego nuestro aprecio por Dios.
Hay pocas cosas más importantes en tu vida que tus hábitos. Si queremos ver en el futuro, la clase de personas que seremos. La conclusión más acertada que podemos tener es aquella que esté ligada a los hábitos que tenemos hoy.
Una situación de vida. Si mi dieta alimenticia está basada en bebidas gaseosas, papas fritas, pizzas, helados, hamburguesas, panchitos, etc… ¿Cómo espero gozar de buena salud? Y si a eso añado que llevo una vida sedentaria donde no hago ningún tipo de ejercicio físico; con seguridad me estoy predisponiendo a tener algún problema de obesidad, si es que no llego a desarrollar problemas circulatorios y cardíacos gracias a todo el tejido graso que estaré acumulando, por mis malos hábitos. Es un hecho que los buenos hábitos favorecerán tener un buen estado de salud, mientras que los malos te van a privar de ello.
En el ámbito espiritual, lo mencionado acerca de los hábitos en lo natural, comporta de forma es muy similar. ¿Tienes la costumbre de buscar a Dios en oración a diario? ¿Meditas en la Palabra con frecuencia?. Tus hábitos espirituales van a marcar la diferencia de resultados en tu vida espiritual.
La cuestión es ¿Cómo cuidar nuestro corazón?
Una manera sería haciendo que nuestro corazón esté inmerso en cosas que nos permitan renovar nuestro amor por Dios y por nuestro prójimo. Y otra manera sería protegiendo nuestro corazón de todo aquello que pudiera seducirlo a vivir para sí mismo.
“Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida”. Pro. 4:23 NVI
Ante esta recomendación deberíamos asumirla e invertir nuestro tiempo, energía, esfuerzo y creatividad en cuidar nuestro corazón. Al decirnos “por sobre todas las cosas”, nos está señalando que cuidar nuestro corazón es más importante que ir a trabajar, que ganar dinero, que el entretenimiento.
Sobre todo aquello que apreciemos, debe tener prioridad el cuidar nuestro corazón.
¿Por qué esta advertencia está inmersa en la Palabra? Porque todo lo que uno hace esta influenciado por aquello que nuestro corazón valora o ama más.
La cuestión es ¿Cómo cuidar nuestro corazón?
Una manera sería haciendo que nuestro corazón esté inmerso en cosas que nos permitan renovar nuestro amor por Dios y por nuestro prójimo. Y otra manera sería protegiendo nuestro corazón de todo aquello que pudiera seducirlo a vivir para sí mismo.
“En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad. No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Fil. 4:10-13
Pablo escribe a los creyentes en Filipo para agradecerles por una ofrenda que ellos le enviaron. En el vs. 11 les dice que ha aprendido a contentarse en cualquier situación, ya sea que tenga o no tenga para comer. Cualquiera que sea su situación, Cristo lo fortalece.
Si analizamos este pasaje desde una óptica meramente material podemos sacar conclusiones erróneas. Pablo no está hablando de que el Señor le da la capacidad de no comer por varios días, Pablo está hablando del corazón. Lo que él está diciendo es que “Al tener a Cristo está absolutamente feliz, contento, lleno y satisfecho”. Nos está diciendo que ha llegado a descubrir el secreto de que teniendo a Cristo tiene todo lo que necesita.
“Como bebés recién nacidos, deseen con ganas la leche espiritual pura para que crezcan a una experiencia plena de la salvación. Pidan a gritos ese alimento nutritivo ahora que han probado la bondad del Señor”. 1 P. 2:2-3 NTV
Deseamos buscar a Dios, es nuestro objetivo. Pero en el vs. 3 nos dice “ahora que han probado la bondad del Señor”. Entonces, el hecho de haber probado la bondad del Señor, nos lleva a nuestro objetivo que es buscar a Dios. Por ello podemos decir que buscar a Dios es el resultado de haber tenido un encuentro con ÉL.
Aquellos que creemos en la existencia del Dios bíblico, tenemos la inclinación de buscar a Dios para intentar ser aceptados por ÉL, para sentirnos bien con nosotros mismos o para probar nuestra valía. Veamos un ejemplo. ¿Qué se supone que debe hacer un ministro del evangelio cuando se levanta cada mañana? Respuesta: ¡Debería orar!
¿Qué sucede si ese ministro busca a Dios en oración y no lo encuentra? ¿Esta feliz? ¿Se siente aceptado por Dios? ¿Siente que es amado por el Padre con el mismo amor que ÉL ama al Hijo? La verdad es que ese ministro no está feliz, se siente desanimado, está triste, hasta se siente un fracaso. ¿Por qué se siente así? Porque se acerca a Dios para ganar su amor, no se acerca a Dios como resultado de sentirse amado por ÉL. Porque tiene la tendencia de acercarse a Dios para cumplir, para sentirse bien consigo mismo, para no tener ese sentimiento de culpa que proviene de NO haber orado. El orar no es un deleite para ese ministro.
¿Viste alguna vez a alguien muy rico rogándole a una persona sin recursos económicos que le permita servirle?
Estoy seguro que la gran mayoría me responderá que NO.
Veamos que nos tiene que decir la Biblia al respecto:
“Y estaba escuchando cierta mujer llamada Lidia, de la ciudad de Tiatira, vendedora de telas de púrpura, que adoraba a Dios; y el Señor abrió su corazón para que recibiera lo que Pablo decía. Cuando ella y su familia se bautizaron, nos rogó, diciendo: Si juzgáis que soy fiel al Señor, venid a mi casa y quedaos en ella. Y nos persuadió a ir”. Hechos 16:14-15 LBLA
Lidia era una persona con muchos recursos financieros, ella era una vendedora de telas de púrpura, y en aquella época, esas telas se utilizaban para vestir a la gente rica, en especial a la realeza. Lidia les rogó que fueran a su casa y se quedaran en ella. Eso aparenta señalar que en primera instancia Pablo y sus acompañantes no aceptaron la invitación, y por ello Lidia insistió tanto, que ellos terminaron siendo persuadidos.
El significado de la palabra BENDICIÓN, en hebreo Barak, es:
1. hablar bien de una persona o cosa.
2. Alabanza
3. El deseo que Dios sea propicio o prospere a una persona.
4. También se usa para expresar acción de gracias.
Los beneficios de Dios dados al ser humano son una bendición. A los creyentes Dios nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo. Ef. 1:3.
Sal. 67:1-7 NVI 1 Dios tenga compasión de nosotros, y nos bendiga; Dios haga resplandecer su rostro sobre nosotros, 2 Para que en la tierra sea conocido tu camino y en todas las naciones, tu salvación. 3 ¡Que te alaben, oh Dios, los pueblos; que todos los pueblos te alaben! 4 Alégrense y canten con júbilo las naciones, porque tú las juzgas con rectitud, y guías a las naciones de la tierra. 5 ¡Que te alaben, oh Dios, los pueblos; que todos los pueblos te alaben! 6 La tierra dará entonces su fruto, y Dios, nuestro Dios nos bendecirá. 7 Dios nos bendecirá y le temerán todos los confines de la tierra. Los vs. 2 y 7 mencionan a naciones que vienen a Cristo. Eso muestra que estas declaraciones tienen naturaleza evangelística.
¿Qué hizo que se convirtieran las naciones de este salmo profético? Es que temían al Señor y experimentaron su salvación. ¿Qué fue lo que hizo que ellos pudieran ver el corazón de Dios al punto de tener convicción de pecados y se arrepintieran? ¿Qué fue lo que provocó esos milagros? Fueron las bendiciones. Las bendiciones fueron el precedente para que las naciones se rindieran a Cristo. Su pueblo imploró por la compasión de Dios y por sus bendiciones. Dios tenga compasión de nosotros, y nos bendiga; … 2 Para que en la tierra sea conocido tu camino y en todas las naciones, tu salvación.
Cuando Dios nos da una promesa es como que ÉL visualizó el futuro y nos trae la palabra necesaria para llevarnos a donde ÉL quiere que estemos. Esto sucede con las siguientes dos promesas que el Señor le dio a su pueblo acerca de los últimos días.
“Después ellos se arrepentirán y buscarán nuevamente al Señor su Dios, y a David, su rey. En los últimos días acudirán con temor reverente al Señor y a sus bondades”. Os. 3:5 NVI
Existe una conexión entre buscar a Dios, su bondad, el temor reverente de su Pueblo y los últimos días, mismos que conforman el escenario necesario para el cumplimiento de esta promesa. Necesitamos hacer uso de nuestra fe para creer lo que el Señor nos prometió en este versículo.
Jer. 33:9 NVI “Jerusalén será para mí motivo de gozo, alabanza y gloria a la vista de todas las naciones de la tierra. Se enterarán de todo el bien que yo le hago; también temerán y temblarán por todo el bienestar y toda la paz que yo ofrezco”. La promesa es muy clara: La bondad del Señor estará sobre su Pueblo.