“Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, levantó los ojos al cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús a su derecha. Dijo entonces: Veo los cielos abiertos, y que el Hijo del Hombre está a la derecha de Dios”. Hch. 7:55-56 RVC
La experiencia de Esteban fue marcada por la persona de Jesucristo y el trono de Dios.
Esto es lo que Esteban vio en su experiencia de ver los Cielos abiertos. Vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la derecha de Dios. Esta porción de la Palabra nos lleva a constatar un aspecto importante: Estando llenos del Espíritu Santo, debemos fijar nuestras mentes en esta realidad superior, porque ese hecho por sí solo nos permite ver aquello en lo que hemos fijado nuestros ojos para ver, en toda obediencia a Él.
Sin la consciencia del Cielo abierto, viviremos de una manera inferior a Su diseño y plan para nuestras vidas.
El Espíritu Santo, quien vive dentro de cada creyente, vino a través de un Cielo abierto, de la misma manera en que ocurrió con Jesús. La implicación es que como creyentes, vivimos bajo un Cielo abierto. Nuestro problema no es que necesitemos que Dios haga algo además de lo que ya ha ocurrido; nuestro problema es que vivimos inconscientes de lo que Él ya ha hecho por nosotros, y cómo nos ha diseñado a vivir como resultado.
Hay muchos actos de Dios donde se puede apreciar su poder y fuerza extrema. El Antiguo Testamento está en sintonía con ese tipo de situaciones, a partir de la apertura del Mar Rojo, o el juicio en forma de fuego que cayó sobre Sodoma y Gomorra, los relámpagos y truenos en el Monte Sinaí cuando Moisés visitó a Dios. Pero hay un hecho bíblico que supera a todos a mi entender. Fue la experiencia cuando Jesús se bautizó en el río Jordán.
“Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia”. Mr. 1:9-11
En el griego original, la palabra abrirse significa “romperse”, “partirse en dos”, o “rasgar”. Es un acto fruto del uso de una fuerza extrema. La naturaleza de esta palabra que se usa para describir el bautismo en agua de Jesús se demuestra más cuando aparece en Mt. 27:51 a la muerte de Cristo y dice:
“Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron”. Mt. 27:51
Este fue un momento espiritualmente intenso ya que el Hijo de Dios acababa de ser crucificado y todo en el tiempo y la eternidad se vio afectado. El velo del templo se rasgó de arriba abajo. Desde el lado de Dios hasta el nuestro. Él es quien destruyó lo que nos separa de Él. Y esto se logró por medio del sacrificio de sangre del Cordero de Dios y lo demostró al rasgarse el velo.
De allí, Jesús se fue a su tierra, y sus discípulos lo siguieron. Cuando llegó el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga. Al escuchar a Jesús, muchos se preguntaban admirados: ¿De dónde sabe este todo esto? ¿Qué clase de sabiduría ha recibido? ¿Cómo es que con sus manos puede hacer estos milagros? ¿Acaso no es este el carpintero, hijo de María, y hermano de Jacobo, José, Judas y Simón? ¿Acaso no están sus hermanas aquí, entre nosotros? Y les resultaba muy difícil entenderlo. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, excepto en su propia tierra, entre sus parientes, y en su familia. Y Jesús no pudo realizar allí ningún milagro, a no ser sanar a unos pocos enfermos y poner sobre ellos las manos; y aunque se quedó asombrado de la incredulidad de ellos ... Mr. 6:1-6 RVC
Un hermano comentó la experiencia que tuvo con su hijo de 17 años. Estando ambos en el despacho del padre, el muchacho le dijo a su padre que él podía abrir la caja fuerte que tenía allí la familia. Su padre respondió, “prueba a ver si puedes hacerlo”. El joven comentó, “sé que tiene código, pero puedo abrirla”. El padre le dijo: “A ver”. Y lo hizo. El padre le preguntó ¿cómo pudiste hacer eso? Y respondió “Estuve detrás de ti y te estuve observando”.
Mi hijo tiene acceso a todo en la casa excepto a la caja fuerte. Y él acaba de abrir el seguro y accedió a las cosas más valiosas de la familia. Acaba de desbloquear el último seguro que impedía su acceso al tesoro familiar. En ese instante, dijo, el Espíritu Santo me habló con una escritura en “Y a Aquel que es poderoso para hacer que todas las cosas excedan a lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros”. Ef. 3:20
“En su camino a Jerusalén, Jesús pasó entre Samaria y Galilea. Al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se quedaron a cierta distancia de él, y levantando la voz le dijeron: ¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Vayan y preséntense ante los sacerdotes. Y sucedió que, mientras ellos iban de camino, quedaron limpios. Entonces uno de ellos, al ver que había sido sanado, volvió alabando a Dios a voz en cuello, y rostro en tierra se arrojó a los pies de Jesús y le dio las gracias. Este hombre era samaritano. Jesús, dijo: ¿No eran diez los que fueron limpiados? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No hubo quien volviera y alabara a Dios sino este extranjero? Y al samaritano le dijo: Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”. Lc. 17:11-19 RVC
Estos leprosos se acercaron a Jesús y sus discípulos lo más que podían y pidieron a Jesús que tuviera compasión de ellos por su condición. Estos leprosos lloran por ayuda, e interceden ante Jesús. Ellos están sufriendo juntos, y buscan a Jesús. ¿Cuántos de nosotros entendemos que cuando venimos del mundo a Jesús, venimos a Él como uno de esos leprosos? o ¿Cuántos de nosotros cuando estamos en una gran necesidad, venimos a pedir la misericordia de Dios?, Y lo hacemos como lo hicieron estos leprosos.