Hay muchos actos de Dios donde se puede apreciar su poder y fuerza extrema. El Antiguo Testamento está en sintonía con ese tipo de situaciones, a partir de la apertura del Mar Rojo, o el juicio en forma de fuego que cayó sobre Sodoma y Gomorra, los relámpagos y truenos  en el Monte Sinaí cuando Moisés visitó a Dios. Pero hay un hecho bíblico que supera a todos a mi entender. Fue la experiencia cuando Jesús se bautizó en el río Jordán. 

“Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia”. Mr. 1:9-11

En el griego original, la palabra abrirse significa “romperse”, “partirse en dos”, o “rasgar”. Es un acto fruto del uso de una fuerza extrema. La naturaleza de esta palabra que se usa para describir el bautismo en agua de Jesús se demuestra más cuando aparece en  Mt. 27:51 a la muerte de Cristo y dice: 

“Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron”. Mt. 27:51

Este fue un momento espiritualmente intenso ya que el Hijo de Dios acababa de ser crucificado y todo en el tiempo y la eternidad se vio afectado. El velo del templo se rasgó de arriba abajo. Desde el lado de Dios hasta el nuestro. Él es quien destruyó lo que nos separa de Él. Y esto se logró por medio del sacrificio de sangre del Cordero de Dios y lo demostró al rasgarse el velo.

La segunda palabra resaltada en este versículo es la palabra partieron. La palabra usada tanto para rasgarse como partieron es la misma palabra que se usó en el bautismo de agua de Jesús. Conlleva una demostración aún mayor de poder y fuerza, ya que, junto con el hecho de que el velo fuera rasgado, ¡rocas grandes! simplemente se partieron. 

Por la naturaleza de la palabra usada, podemos ver que el Cielo abierto sobre Jesús en su bautismo no fue simplemente que las nubes se partieran. El simple hecho de que esto fuera un acto de poder y fuerza extrema implica que hubo resistencia, o un poder ya existente allí. Fue necesario romper las tinieblas espirituales. Había un espíritu demoniaco que estaba trabajando para mantener a las personas en ceguera espiritual. Pero Jesús era y es la luz que vino para alumbrar a toda persona nacida en el mundo. 

“Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo”. Jn. 1:9. 

Y en su bautismo en agua, los cielos fueron ¡rasgados! y bajó el Espíritu Santo, bajó, a través de los Cielos abiertos, y reposó sobre Jesús. Y nunca lo abandonó.

Un Cielo abierto tiene todo que ver con la Presencia de Dios: ver, entender y percibir las realidades que las circunstancias negarían, participar en mayores realidades, y asociarse con Él para ver que venga la abundancia de su mundo y llene el nuestro.

Oraba Isaías a nuestro Padre, “¡Oh, si rompieses los cielos, y descendieras, y a tu presencia se escurriesen los montes” Is. 64:1. Estamos acostumbrados a leer profecías que todavía necesitan cumplirse, que con demasiada frecuencia vivimos sin estar conscientes de lo que ya se ha cumplido. Estas promesas cumplidas nos permiten cumplir con nuestra asignación y nuestro destino. Y este versículo es una promesa importante para recordar.

En Mr. 1, vemos a Jesús cumplir la profecía, y a la vez contestar la oración intercesora de Isaías, “si rompieses ...” Eso es precisamente, palabra por palabra, lo que ocurrió en ese momento. La obediencia de Jesús trajo consigo un Cielo abierto, por medio del cual el Espíritu de Dios descendió y reposó sobre Él; lo cual era esencial por el hecho de que era el Espíritu Santo quién permitía a Jesús ver y hacer lo que el Padre estaba haciendo. Él era fundamental para todo lo que Jesús estaba asignado a hacer.

Funcionamos con la comprensión de que se mencionan en las Escrituras cuando menos tres ámbitos en el Cielo. Es vital recordar que los poderes de las tinieblas nunca podrán impedir o interrumpir lo que Dios hace en el Cielo, que es la esfera o ámbito de Su gobierno imperturbado. Mientras que Él ciertamente es Señor sobre todo. Él ha permitido que la influencia de la humanidad  desempeñe un papel en nuestro mundo. Él está a cargo, pero ha optado por no controlar las decisiones que tomamos los seres humanos.

  • El Primer Cielo: Es el ámbito en el que vivimos cada día. Es todo lo terrenal y que se ve con el ojo natural.
  • El Segundo Cielo: Es la esfera de ángeles y demonios. Es espiritual e invisible para el ojo natural pero no es la esfera o ámbito del Cielo mismo.
  • El Tercer Cielo: Es el ámbito del Cielo mismo, donde está el trono de Dios. Todo en esta esfera es perfecto y maravilloso bajo Su dominio y gobierno. La justicia, la paz y el gozo son influencias prevalecientes, ya que todo lo que existe encuentra su destino y cumplimiento en Su diseño.

Un Cielo abierto pone a disposición lo que existe en la esfera perfecta de Dios para influir y dar forma al primer Cielo, donde vivimos, sin la interferencia de la segunda esfera.

El Espíritu Santo, quien vive dentro de cada creyente, vino a través de un Cielo abierto, de la misma manera en que ocurrió con Jesús. Santiago habla del Padre y de Su corazón por el Espíritu Santo: 

El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente..” Santiago 4:5. 

El Espíritu Santo vino a nosotros por medio de un Cielo abierto. Y es el Padre quien anhela comunión con el Espíritu que mora en nosotros. ¿Qué poder de las tinieblas puede impedir la comunión del Padre con el Espíritu?  Absolutamente ninguno. La implicación es que como creyentes, vivimos bajo un Cielo abierto. Nuestro problema no es que necesitemos que Dios haga algo además de lo que ya ha ocurrido; nuestro problema es que vivimos inconscientes de lo que Él ya ha hecho por nosotros, y cómo nos ha diseñado a vivir como resultado.

Vivimos en un mundo espiritual con luz y tinieblas, el bien y el mal, y las fuerzas espirituales de la iniquidad que trabajan para interferir con lo que Dios está haciendo y está diciendo. Pero permite dejar algo muy claro, no hay una batalla entre Dios y Satanás. Dios es poder infinito. El diablo es un ser creado y es extremadamente limitado, especialmente al compararlo con Dios mismo. La imagen que algunos han creado de esta gran guerra entre Dios y el diablo es una mala broma. Una broma muy, muy triste. Ni siquiera sería un concurso en lo más mínimo. La guerra fue entre el diablo y los seres creados a la imagen de Dios: la humanidad.

Cuando cedimos nuestro derecho y responsabilidad por medio del pecado. Jesús se convirtió en hombre y totalmente venció al diablo por medio de Su muerte y resurrección en lugar nuestro. Su victoria llegó a ser nuestra victoria.

Ahora, en Su nombre tenemos el derecho y la responsabilidad de pisotear los poderes de las tinieblas y exhibir la belleza del plan original de Dios: derrotar los poderes de las tinieblas por medio de aquellos que han sido hechos a Su imagen.

Nuestro problema radica en nuestra tendencia a vivir conscientes de lo que el diablo ha hecho y está haciendo y luego reaccionar a ello. Jesús, por otro lado, vivía en respuesta al Padre. Él estableció el patrón que podemos y debemos seguir. En segundo lugar, siempre reflejamos la naturaleza del mundo del cual estamos más conscientes. Si el mundo en nuestro derredor es uno de caos, confusión, pecado e incredulidad, y esta realidad es la que ha captado nuestra atención, esto se mostrará en nuestro semblante. Si vivimos conscientes del Cielo abierto al cual Él nos ha dado acceso, reflejaremos la naturaleza de este mundo en nuestro semblante.

La oración por el rostro de Dios sobre nosotros es en realidad una oración de que seamos más conscientes de Su mundo que de cualquier otro. 

“Dios tenga misericordia de nosotros, y nos bendiga; Haga resplandecer su rostro sobre nosotros; Selah” Sal. 67:1 

Jehová te bendiga, y te guarde; 25 Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; 26 Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz”. Nm. 6:24-26  

Esta es la vida bendecida de un creyente.

Pr. Rafael Vargas

 

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