Muchas mentes brillantes han dedicado sus vidas o parte de ellas al estudio de antiguas profecías bíblicas, para entender de mejor manera la cronología del fin de los tiempos. Uno de esos genios científicos fue Isaac Newton. A él se lo conoce por sus aportes como científico, pero pocos conocen que Newton fue un teólogo cristiano que pasó mucho tiempo estudiando la profecía bíblica.
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Newton creía que el estudio de la Palabra de Dios era un tipo de ciencia, que, si se interpretaba adecuadamente, podía predecir lo que iba a pasar en el futuro. Uno de los textos que él estudió con mayor entusiasmo fue el libro de Daniel y llegó a la conclusión que entre los profetas bíblicos, Daniel se distinguía en orden de tiempo y debía usarse como la clave para estudiar el fin de los tiempos. Daniel no sólo predijo el futuro, sino que él especificaba cuando iban a ocurrir los eventos que él profetizaba. Para comprender su vida, es necesario recopilar un poco de historia.
La raza humana siempre ha estado fascinada con el futuro. Desde antaño la gente ha sido cautivada por horóscopos, películas futurísticas y ciencia ficción quienes de una u otra forma pretenden predecir lo desconocido. Esta atracción ha llevado a generar una preocupación acerca del “fin del mundo”. A pesar del meteórico incremento de conocimiento que ha experimentado la humanidad, y la explosión de alta tecnología que hoy esta disponible al alcance de los dedos; el hombre no ha sido capaz de pronosticar el futuro con precisión fuera de la profética Palabra de Dios.
Una vez que uno ha entendido que necesita estar tomado de la mano de Dios, empieza a experimentar ciertos pequeños cambios en su vida. Pero, uno no experimenta automáticamente la presencia de Dios, y menos aun esa presencia pletórica de plenitud y poder. Transcurre algún lapso de tiempo para que uno pueda tener esa experiencia gloriosa.
Existe una puerta de acceso hacia niveles más altos de la presencia de Dios. Cuando experimentas esa presencia en medio de la alabanza y la adoración del pueblo de Dios, es una experiencia que te lleva a soñar con el cielo y lo que allí va a suceder cuando estemos delante del Trono de Dios.
Existe una puerta de acceso hacia niveles más altos de la presencia de Dios. Cuando experimentas esa presencia en medio de la alabanza y la adoración del pueblo de Dios, es una experiencia que te lleva a soñar con el cielo y lo que allí va a suceder cuando estemos delante del Trono de Dios.
Jesús anuncio a sus discípulos la venida del Espíritu Santo Jn. 16:7-8, 12-14 “…Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. …. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir…
”Se iba a tratar de un don, el Espíritu Santo Lc. 11:13 “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” De acá desprendemos que iba a ser necesario pedirlo.
”Se iba a tratar de un don, el Espíritu Santo Lc. 11:13 “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” De acá desprendemos que iba a ser necesario pedirlo.