“Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, levantó los ojos al cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús a su derecha. Dijo entonces: Veo los cielos abiertos, y que el Hijo del Hombre está a la derecha de Dios”. Hch. 7:55-56 RVC
La experiencia de Esteban fue marcada por la persona de Jesucristo y el trono de Dios.
Esto es lo que Esteban vio en su experiencia de ver los Cielos abiertos. Vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la derecha de Dios. Esta porción de la Palabra nos lleva a constatar un aspecto importante: Estando llenos del Espíritu Santo, debemos fijar nuestras mentes en esta realidad superior, porque ese hecho por sí solo nos permite ver aquello en lo que hemos fijado nuestros ojos para ver, en toda obediencia a Él.
Sin la consciencia del Cielo abierto, viviremos de una manera inferior a Su diseño y plan para nuestras vidas.
El Espíritu Santo, quien vive dentro de cada creyente, vino a través de un Cielo abierto, de la misma manera en que ocurrió con Jesús. La implicación es que como creyentes, vivimos bajo un Cielo abierto. Nuestro problema no es que necesitemos que Dios haga algo además de lo que ya ha ocurrido; nuestro problema es que vivimos inconscientes de lo que Él ya ha hecho por nosotros, y cómo nos ha diseñado a vivir como resultado.
Jesús venció al diablo totalmente por medio de Su muerte y resurrección en lugar nuestro. Su victoria llegó a ser nuestra victoria. Así que, ahora, en Su nombre tenemos el derecho y la responsabilidad de pisotear los poderes de las tinieblas y exhibir la belleza del plan original de Dios: derrotar los poderes de las tinieblas por medio de aquellos que han sido hechos a Su imagen.
Nuestro problema radica en nuestra tendencia a vivir conscientes de lo que el diablo ha hecho y está haciendo y luego reaccionar a ello. Jesús, vivía en respuesta al Padre. Él estableció el patrón que podemos y debemos seguir.
En segundo lugar, siempre reflejamos la naturaleza del mundo del cual estamos más conscientes. Si el mundo a nuestro alrededor es uno de caos, confusión, pecado e incredulidad, y esta realidad es la que ha captado nuestra atención, esto se mostrará en nuestro semblante. Pero, si vivimos conscientes del Cielo abierto al cual Él nos ha dado acceso, reflejaremos la naturaleza de este mundo en nuestro semblante. Entonces, ¿Quién está esperando a quién?
Muchas veces esperamos a que Dios actúe, cuando Él de hecho está esperando que nosotros creamos Su palabra y vivamos plenamente en lo que Él ha provisto para nosotros. Él espera que actuemos por fe en lo que Él ha hecho y prometido. Posiblemente ésta sea la razón por qué nos instruye: “…Busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios” Col. 3:1 RVC. Una mente que está enfocada en las cosas de arriba, donde Cristo está sentado, testifica de un Cielo abierto.
“Cuando llegó el día de Pentecostés, todos ellos estaban juntos y en el mismo lugar. De repente, un estruendo como de un fuerte viento vino del cielo, y sopló y llenó toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron unas lenguas como de fuego, que se repartieron y fueron a posarse sobre cada uno de ellos. Todos ellos fueron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu los llevaba a expresarse”. Hch. 2:1-4 RVC
El día de Pentecostés fue un día de experiencias de Cielo abierto. La embriaguez de los discípulos de Jesús no es una sorpresa para alguien que haya experimentado Su Presencia sobrecogedora. Es verdaderamente embriagador. Te recuerdo que Pablo nos enseñó: No se emborrachen con vino, lo cual lleva al desenfreno; más bien, llénense del Espíritu Ef. 5:18 RVC. La comparación, aunque sea ofensiva para algunos, es comprensible para aquellos que han sido sobrecogidos por Su Presencia manifiesta.
Siempre que el Espíritu Santo se derrama sobre las personas, es un detonante de avivamiento. Él lleva la esfera del Cielo y Él mismo es la expresión de ese mundo aquí en la tierra. Ese momento de derramamiento es lo que nos enciende e inicia en nuestro propósito divino; familiarizándonos con un arder que solo se encuentra en Su Presencia.
Los avivamientos son el mejor y más glorioso estado de la Iglesia este lado del Cielo mismo.
Esta declaración realmente es el estilo de vida máximo para la Iglesia aquí en la tierra. El avivamiento es la realidad del Cielo revelada a través de Su Presencia manifiesta. El Cielo, revelado en el avivamiento, se da a conocer más claramente en el aquí y ahora.
El cielo es para lo que nacimos. La realidad de Su gobierno es el descubrimiento más maravilloso disponible para nosotros, ya que todo se encuentra en nuestro descubrimiento del gobernante. En otras palabras, nos encontramos con Su Presencia manifiesta, y todo cambia. Ésta es la vida de aquellos que verdaderamente viven en un Cielo abierto, como todo se trata de Él. El avivamiento entonces se convierte en una forma de vida.
Pr. Rafael Vargas