Martin Luther King, en un memorable discurso en 1963 dijo: “¡Hoy tengo un sueño! Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano”.

También tengo un sueño, y es que los habitantes de este mundo veamos y experimentemos la gloria de Dios manifestarse. ¡El Señor acude donde es genuinamente deseado! Y allí hace que su rostro resplandezca. Y cuando el rostro del Señor resplandece sobre cierto lugar, cierta ciudad o cierta Nación, tomando control de ella... podemos decir que se está experimentando un avivamiento.

Salió, pues, Jacob de Beerseba, y fue a Harán. Y llegó a un cierto lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar. Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente. He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho. Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo. Y se levantó Jacob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, y la alzó por señal, y derramó aceite encima de ella. Y llamó el nombre de aquel lugar Bet-el, aunque Luz era el nombre de la ciudad primero”. Gn. 28:10-19 

Este pasaje nos habla de un lugar que Jacob llamó Bethel, y nos dice que este era un cierto lugar. Luego de reposar en ese lugar, al despertar Jacob asevera que Jehová está en este lugar. Bethel era un lugar geográfico donde el velo entre el cielo y la tierra era muy fino. Literalmente, lo dice Jacob, No es otra cosa que casa de Dios y puerta del cielo. Un lugar donde el cielo y la tierra se funden y llegan a ser uno en sueños, visiones y profecía.

¿Qué sería si todo lugar fuera un cierto lugar? ¿Qué sería si cada hogar tuviera un velo fino con el cielo? Se imaginan lo que sería si ciudades enteras fueran réplicas de ese lugar llamado Bethel. Es posible que el cielo de mi Santa Cruz, de mi Bolivia sea ese cierto lugar, donde el hambre por tener encuentros permanentes con Dios se extendiera por toda la comunidad. Y esto posiblemente fuera el cumplimiento de la promesa de que toda la tierra será llena de la gloria del Señor.

La Presencia de Dios marca una diferencia enorme entre las diferentes circunstancias que nos toca vivir. La Presencia de Dios nos lleva a experimentar la maravillosa realidad de vivir un avivamiento personal, y aún comunitario. Nacimos para vivir un avivamiento continuo. Y esta aventura sólo es posible vivirla cuando tenemos una experiencia tal como la experimentó Jacob en Bethel, con una experiencia de un Cielo abierto.

El tema de un Cielo abierto aparece como una promesa en las Escrituras por medio de los profetas, pero además tenemos el mandato de que sea un objetivo en la oración. El Cielo abierto es donde el mundo perfecto de Dios, ese mundo de belleza, orden y propósito llena este nuestro mundo de manera completa y perfecta, que se asemeja al Cielo en la eternidad, aunque todavía estemos aquí en la tierra y limitados por el tiempo. Descubrir y utilizar el don de Dios de un Cielo abierto debería cambiarlo todo, y de hecho lo va a hacer. Recordemos que todo crecimiento en el Reino viene a través de la mayordomía fiel de lo que ya se nos ha dado.

Tener un Cielo abierto no es idea de ministros del evangelio; tener un Cielo abierto es idea de Dios, de la voluntad de Dios. Por ello que se convierte en una asignación de oración para nosotros

¡Oh, si rompieses los cielos, y descendieras, y a tu presencia se escurriesen los montes”. Is. 64:1

Jesús nos lo dio como una asignación de oración cuando enseñó a orar “El  Padre Nuestro”,  con la frase, “en la tierra como en el cielo” Mt. 6:10.

Porque el deseo de nuestro Señor es ver a SU mundo fluir en nosotros en todo lo que somos y en lo que hacemos. La combinación de oración y obediencia desata el Cielo sobre la Tierra y nos permite experimentar Cielos abiertos, lo que de alguna manera es accesible simplemente porque Él nos invita a entrar. Así sucedió con Jacob, y está notable experiencia transformó su vida. Verdaderamente, un Cielo abierto es nuestra herencia como creyentes. Veamos lo que experimentó Jesús al respecto:

Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia”. Mr. 1:9-11

Los Cielos se abrieron en respuesta a la obediencia de Jesús cuando fue bautizado en agua por Juan. Era un bautismo de arrepentimiento. Y Jesús no tenía nada por lo cual arrepentirse. Éste fue su papel de intercesor, al identificarse con nosotros y nuestra necesidad del bautismo de arrepentimiento.

En la Palabra hay otros pasajes que dan luz en cuanto a la claridad que viene a través de los Cielos abiertos. Incorporemos este clamor a nuestras oraciones por nuestras vidas, familias, ciudad y Nación. Al más puro estilo de Isaías. 

“¡Cómo quisiera que rasgaras los cielos y bajaras! ¡Que los montes se derritieran ante ti como ante un fuego abrasador que todo lo funde, como un fuego que hace hervir el agua! ¡Así tu nombre sería reconocido por tus enemigos, y las naciones temblarían en tu presencia!  Is. 64:1-2 RVC.

Pr. Rafael Vargas

 

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