Conforme  nos volvemos más conocedores de las cosas de Dios, hay cosas que vamos tomando con frecuencia como sobreentendidas, por ejemplo: la dependencia de Dios.  Se vuelve fácil suponer que sabemos qué hacer en un momento dado. En nuestros esfuerzos de ser buenos líderes tenemos la tendencia de pensar que una de nuestras fortalezas es suponer que sabemos a dónde va Dios. 

Dios está buscando a grandes seguidores, para hacer de ellos una nueva clase de líder. 

En el Reino de Dios, los grandes líderes se miden por su habilidad de seguir.

La experiencia del Éxodo nos ofrece un sin número de lecciones que nos pueden ayudar en esta búsqueda de que se provoque un derramamiento del Espíritu en este tiempo. La lección más obvia que podemos apreciar está dada por la necesidad que tuvieron de seguir la nube. La nube era una manifestación de la presencia de Dios sobre ellos como un pueblo. Esta nube se convertía en una columna de fuego por la noche, pero de día era una cobertura protectora

La parte desafiante era el hecho de que había ocasiones donde la nube se comenzaba a mover y ellos tenían que empacar sus pertenencias y rápidamente seguir a la nube. Toda su vida estaba conectada a la nube, la presencia, provisión, seguridad, dirección, propósito y tanto más estaban conectados a Dios mismo, la nube. Dejar de seguirle significaba que todo lo que los mantenía con vida ya no estaría. Todos los beneficios de la presencia de Dios abandonaban el campamento, y mantener esa bendición sobre sus vidas significaba que tenían que seguir con Dios.

Seguir la dirección del Espíritu Santo nos puede presentar el dilema de caminar dentro de los confines conocidos o andar por nuevos derroteros que solo conoce Él. Aunque Él nunca contradice Su palabra, Él está muy cómodo poniendo a prueba nuestro entendimiento  de ella. Quienes se sienten seguros debido a su entendimiento intelectual de las Escrituras perciben un falso sentido de seguridad. Ninguno de nosotros tenemos una comprensión completa de las Escrituras, eso sí, todos tenemos al Espíritu Santo.

Él es el denominador común que siempre nos llevará a la verdad. Para seguirlo, tendremos que estar dispuestos a seguir más allá de lo que conocemos. Para hacerlo exitosamente tenemos que reconocer Su presencia sobre todo.

Un gran derramamiento del Espíritu Santo es un mover soberano de Dios. Los grandes moveres de Dios son iniciados por Él. No hay duda alguna. Nunca podríamos experimentar un gran mover de Dios simplemente porque lo logramos por nuestra voluntad. A mi entender, es la voluntad de Dios que el derramamiento de su Espíritu provoque un gran mover de Dios y se convierta en una forma de vida, y que no son solo invasiones temporales de Dios. 

En el Antiguo Testamento, Dios encendía el fuego en el altar. Pero eran los sacerdotes quienes lo mantenían ardiendo. ¿Por qué empezaba el fuego? A causa de Dios. ¿Por qué se acababa? A causa del hombre. Todo fuego se apagará si se termina el material combustible para quemar. Proverbios advierte, “Sin leña se apaga el fuego…” Pr. 26:20 y describe “…Y el fuego que jamás dice: ¡Basta!” (Pr. 30:16). El fuego quema mientras haya combustible que quemar. Si los fuegos de avivamiento se acaban, el hombre tuvo algo que ver con ello. 

Dios tiene una forma de vida planeada para nosotros. Un estilo de vida de comunión ininterrumpida con el Espíritu Santo. Y nos toca  perseguirlo.

La voluntad de Dios fue revelada en el derramamiento de su Espíritu. Su voluntad es muy parecida a un manantial que pasa por nosotros continuamente. Meterme a ese manantial es mi respuesta a Su voluntad. Él nos destinó para vivir una vida de constante avivamiento. Lo que nos toca hacer es  rendirnos a Su voluntad y meternos en el manantial.

La esencia es que muchos esperan a que Él actúe. Y frecuentemente Él es quien nos está esperando a nosotros. Tenemos que aprender a responder a lo que Él nos ha dado con actos de fe.

Dios,  por Su voluntad hace que los avivamientos se acaben. Pero no es porque no quiere que experimentemos un aumento en el derramamiento de Su Espíritu. Es por lo que nosotros hemos hecho con lo que Él nos ha dado. No siempre lo hemos hecho bien con los moveres de Dios. ¿Quería Dios que el avivamiento terminara? No.

Él trajo confusión a los que estaban construyendo la Torre de Babel porque podían lograr cosas fuera de Su propósito para la humanidad. Esa capacidad para construir era una capacidad que Él les había dado. Pero rehusó añadir Su presencia a la torre que los líderes estaban construyendo, y permitió que sus propios intereses trajeran confusión a los constructores.

A lo largo de la historia vemos tiempos cuando fue la voluntad de Dios que un mover terminara. Pero lo que es interesante es el por qué. Él rehusó añadir Su bendición a la carnalidad y el control de personas. Él no quería que Su bendición permitiera que Su pueblo distorsionara o pervirtiera Sus propósitos en la tierra.

Pr. Rafael Vargas

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