Cuando Jesús les enseñó cómo orar a sus discípulos, Él les dio una lista de principios como guía, mismos que se encuentran en lo que comúnmente llamamos la oración del “Padre Nuestro”. Esta oración es un gran ejemplo que nos enseña a qué cosas debemos poner mayor atención y afecto cuando oramos. La lección más importante que tenemos que aprender es que el Reino de Dios se manifiesta por medio de la oración.

Por eso, ustedes deben orar así:

“Padre nuestro, que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga tu reino.

Hágase tu voluntad,

en la tierra como en el cielo.

El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.

Perdónanos nuestras deudas,

como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.

No nos metas en tentación,

sino líbranos del mal.”

[Porque tuyo es el reino,

el poder, y la gloria,

por todos los siglos. Amén.]

Mt. 6:9-13 RVC 

 

La oración comienza diciendo Padre Nuestroy termina diciendo porque tuyo es el reino , … y el poder, ...Amén. Esto nos dice que el Reino es del Padre, un Padre implica la existencia de una familia, y podemos inferir que cada conversación que hay sobre el reino también está relacionada con la familia. Por lo que el concepto de familia es central, pero no cualquier familia, sino la familia del Padre, es decir la Iglesia. Existe una correlación asombrosa entre el concepto de familia y el concepto del Reino. El uno está íntimamente relacionado con el otro. Si quitamos el tema de la familia, también quitamos el tema del Reino. Es obvio que está familia es mucho más numerosa que nuestra familia biológica. Y el Padre de esta Familia, como buen Padre que es, sirve en amor al propósito y  beneficio de todo lo que Él ha creado, y en ello manifiesta su gloria. Realmente tenemos un Padre perfecto.

En la realidad presente, el mundo se enfrenta con muchas necesidades desgarradoras, la pregunta es si nuestro proceso de  conversión nos está llevando a ser discípulos de Jesús, ya sea en calidad de estudiantes o practicantes. Asimilando y aprendiendo constantemente de Él a vivir la vida del Reino de los Cielos en cada momento de nuestra existencia.

Tener la certeza de que Dios es realmente bueno, es vital para convertirnos en personas efectivas para el ministerio. En Dios solo hay bondad.

Por naturaleza del ser humano, la sociedad tiende a decaer ante la ausencia de un derramamiento del Espíritu Santo. Y SI quienes profetizan, pero también provocan cambios, abandonan la responsabilidad de declarar los propósitos del Señor con sus palabras, entonces ¿qué podemos esperar? Pablo nos enseñó a profetizar conforme a nuestra fe. 

“Ya que tenemos diferentes dones, según la gracia que nos ha sido dada, si tenemos el don de profecía, usémoslo conforme a la medida de la fe”. Ro. 12:6  RVC 

La fe tiene efecto sobre lo que profetizamos. Es mucho más fácil profetizar juicio que restauración cuando nuestra confianza está puesta en el poder del pecado y sus efectos, en lugar de estar puesta en el poder de la Palabra de Dios. 

“El que ama la lengua comerá de sus frutos; ella tiene poder sobre la vida y la muerte”. Pr. 18:21  RVC. 

El ministerio profético “provoca” el cambio al declararlo. Pero esto NO nos da permiso para fantasear con lo que nos gustaría que pasara en nuestra vida; pero nos hace responsables de analizar la Palabra para descifrar el corazón de Dios y declararlo

Algunas personas que se han ganado un lugar de autoridad provocan que sucedan algunas cosas haciendo declaraciones particulares. Moisés ilustró este aspecto de forma hermosa. Ej. Cada plaga.  

Cuando los discípulos de Jesús quisieron mandar fuego del cielo sobre Samaria “como lo hizo Elías”, Jesús les dijo que ellos no sabían de qué espíritu eran. ¿Por qué? Porque ellos no pueden causar destrucción con la unción que les dio el Señor. El que los samaritanos rechacen a Jesús no es motivo para que los destruya, Él no lo haría. Sin embargo, ellos tomaron el ejemplo del profeta Elías, ungido por Dios. Sin considerar la dependencia de la guianza de Dios en el hecho, dado que se trataba de sacerdotes de Baal.

Será que las tinieblas nos impresionan tanto que empezamos a contribuir al problema que nos está tocando vivir con nuestras declaraciones, respuestas negativas e incluso nuestras oraciones. ¿Es posible que podamos ser la Iglesia que puede creer que es posible alcanzar la gran comisión de Jesús? Ir a las naciones y hacer discípulos. ¿No podemos convertirnos en el pueblo que cree que los campos están listos para la cosecha? No es esto a lo que se refería el Maestro cuando dijo:  

“… ¡Abran los ojos y miren los campos sembrados! Ya la cosecha está madura”.  Jn. 4:35 NVI

Pr. Rafael Vargas

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