Luego de que Jesús anunciara a sus discípulos que iba a abandonar este mundo, ellos quedaron abrumados. Nuestro Señor entonces les habló palabras buenas y consoladoras: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da…” Jn. 14:27.
El dejó en calidad de legado a sus fieles discípulos, dos cosas muy valiosas, más valiosas que el oro y la plata:
- Un modelo de vida. “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” 1 P. 2:21 Un ejemplo, libre de mancha y marcado por la humildad.
- Su paz.
Lo primero, el ejemplo, para hacernos santos y dichosos. Aquellos que se ajustan a su modelo de vida, y sólo estos, pueden esperar una participación en su paz. El modelo de vida resuelve dudas y la paz pone fin a las aflicciones.
Después de su resurrección ÉL pronunció paz para ellos.
“Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros…” Jn. 20:21
Pero para que tuvieran un fortísimo consuelo lo dio como parte de su testamento. Cuando dijo la paz os dejo, nos muestra que la paz nos ha sido legada en el Nuevo Pacto.
¿Cuál es el legado? Es la paz, mi paz. La paz de Cristo, la paz que ÉL gozaba, una paz espiritual. La paz que ÉL predicó.
“Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca”. Ef. 2:17
Esa paz que es SUYA, y por ello tiene poder para legarla. Porque ÉL es el Príncipe de Paz.
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”. Is. 9:6
Y además ÉL es la paz. “Y éste será nuestra paz…” Mi. 5:5.
¿A quién es legada esa paz? A vosotros, que creéis en mí. A mis discípulos y seguidores, a aquellos que serán más susceptibles de estar expuestos a aflicciones, a vosotros que sois hijos de paz y están dispuestos a recibir esa bendición.
“En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: Paz sea a esta casa. Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros. Lc. 10:5,6.
Nadie sino los hijos de paz están capacitados para acogerse a este beneficio.
Lo que fue dicho a los discípulos, fue dicho a todos los que son como ellos en todas las generaciones. Orando Jesús se lo pidió al Padre. “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos”. Jn. 17:20.
La paz os dejo, mi paz os doy; la repetición es muy enfática. ¿Qué es más gratuito que un don? Cuando Cristo ascendió a lo alto, ÉL dio dones y entre ellos fue dado también el don de la paz. Los creyentes podemos predicar sobre la paz, podemos orar por la paz, pero es una prerrogativa exclusiva de Cristo DAR LA PAZ.
En sí, ¿Qué es esa paz que nos legó el Señor?
La paz se entiende generalmente como todo bien. Cuando Cristo deja su paz a sus discípulos les deja todo bien. Es difícil saber qué es lo bueno para alguien en esta vida. La Biblia dice en Ecl. 6:12 “Porque ¿quién sabe cuál es el bien del hombre en la vida, todos los días de la vida de su vanidad, los cuales él pasa como sombra?...” pero, Aquel que lo sabe, ha asegurado todo bien para los que son suyos. Aquel a quien Dios le ha dado a Cristo ¿cómo no le dará con ÉL también todas las cosas?
Todo bien, es decir todo aquello que nuestras almas necesitan, especialmente para el estado eterno. La fuente de todo bien, esto es, el favor de Dios. Todo bien que tenemos es de Cristo – mi paz. ¡veámoslo todo manando de su plenitud!
La paz de Dios, no es la paz con el mundo, ni con el dios de este mundo. Porque no hay paz entre el linaje de la mujer y el linaje de la serpiente.
“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”. Gn. 3:15
No podemos esperarla. Somos llamados fuera del mundo, no somos de él.
Esa paz que Cristo dejó para nosotros es Paz para con Dios, si recordamos el nacimiento de Jesús, ÉL vino con una rama de paz.
“¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” Lc. 2:14.
La paz que Cristo nos da, es una paz en nuestro propio interior. Es una paz que guarda el corazón y la mente de angustia y confusión. Es una paz de conciencia, la cual es un precioso privilegio del Nuevo Pacto, el cual pertenece a los verdaderos creyentes. La paz interior es un legado de Cristo para sus discípulos.
Es una paz difícil de ser explicada de forma plena porque sobrepasa todo entendimiento.
“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. Fil. 4:7
La paz de conciencia es una serenidad y tranquilidad justas y racionales del alma que surgen de una conciencia creyente de nuestra justificación ante Dios. Está asentada en el alma. Es algo interior y alcanza a lo más recóndito del ser. Es alegría en el corazón. Es sana y sólida. Es una paz que va junto con la verdad en lo íntimo. Es secreta e invisible. Es un alimento que el mundo NO conoce. Puede que haya una nube sobre el rostro debido a aflicciones externas, pero con resplandor del sol en el corazón. Es cierta y segura. Al ser espiritual, esta permanece. Es sosiego y tranquilidad de alma. Es la serenidad del alma. Porque el día puede ser tranquilo y el aire sereno aunque el sol no resplandezca.
El alma está en paz:
- Porque podemos mirar atrás y ver todos nuestros pecados pasados perdonados.
- Podemos mirar adentro y ver bueno nuestro presente dado que el Espíritu testifica a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.
- Cuando podemos mirar adelante y ver nuestra futura felicidad a salvo.
Si no hay paz con Dios, no hay una verdadera paz para con nosotros mismos. La conciencia es un tribunal en nuestra propias almas.
Agar, la esclava de Sara y madre de Ismael que fue echada del campamento de Abraham; tuvo la siguiente experiencia:
“Y le faltó el agua del odre, y echó al muchacho debajo de un arbusto, y se fue y se sentó enfrente, a distancia de un tiro de arco; porque decía: No veré cuando el muchacho muera…Entonces Dios le abrió los ojos, y vio una fuente de agua; y fue y llenó el odre de agua, y dio de beber al muchacho”. Gn. 21:15-16,19
Tenía un pozo de agua junto a ella y no lo veía.
Muchos los hay justificados ante Dios por su fe y arrepentimiento y que sin embargo no ven claramente las evidencias de ello. A veces, Dios pronuncia la paz, y nosotros no lo percibimos.
“Sin embargo, en una o en dos maneras habla Dios; Pero el hombre no entiende”. Job. 33:14“Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio”. Hch. 3:19
Pr. Rafael Vargas