La fe viene del corazón, no de la mente. Y sin embargo la fe se demuestra por medio de acciones porque “la fe sin obras es muerta” Stgo. 2:17. Las oraciones de fe tienen que ser seguidas de una acción de fe.
Cuando le preguntaron al Dr. Paul Yonggi Cho, pastor de la Iglesia del Evangelio Completo de Seúl, Corea, que es conocida como la iglesia con mayor cantidad de miembros en el mundo, con cerca de un millón de miembros; cuál era la clave para obtener los increíbles avances y victorias que había experimentado en su ministerio; él contestó “oro y obedezco”. Realmente es demasiado sencillo. Posiblemente esa sea la razón por la que muchos han escuchado su secreto y pocos lo han seguido completamente.
Los seres humanos tenemos mucho de parecido al general leproso a quien se le dijo que debía sumergirse siete veces en el río Jordán para ser sanado. Ese general rehusó hacerlo porque era humillante. Era algo demasiado simple para satisfacer su gran necesidad.
Sus siervos entonces le recordaron que sí se le pedía hacer algo grande y noble, él lo haría. ¿Por qué no, hacerlo cuando el mandato era tan sencillo? Entonces, obedeció la dirección dada y fue sanado.
Aquí está de nuevo, nada complicado: ora y obedece.
Hay una historia en el libro de Josué que Dios ha usado para ilustrar esta lección dada por el pastor Cho. La tarea de orar y obedecer tiene una aplicación específica que debemos abrazar para que podamos ver victoria continua en nuestras vidas. Es la historia de la toma de Jericó.
Josué, hijo de Nun, llamó a los sacerdotes, y les dijo: Tomen el arca del pacto, y que siete sacerdotes lleven siete trompetas de cuerno de carnero delante del arca del Señor. Entonces dijo al pueblo: Pasen, y marchen alrededor de la ciudad, y que los hombres armados vayan delante del arca del Señor.
Después que Josué había hablado al pueblo, los siete sacerdotes que llevaban las siete trompetas de cuerno de carnero delante del Señor, se adelantaron y tocaron las trompetas. Y el arca del pacto del Señor los seguía. Los hombres armados iban delante de los sacerdotes que tocaban las trompetas, y la retaguardia iba detrás del arca, mientras ellos continuaban tocando las trompetas.
Pero Josué dio órdenes al pueblo: No gritarán ni dejarán oír su voz, ni saldrá palabra de su boca, hasta el día que yo les diga: ¡Griten!. Entonces gritarán. Así hizo que el arca del Señor fuera alrededor de la ciudad, rodeándola una vez. Entonces volvieron al campamento, y pasaron la noche en el campamento.
Josué se levantó muy de mañana, y los sacerdotes tomaron el arca del Señor. Y los siete sacerdotes llevando las siete trompetas de cuerno de carnero iban delante del arca del Señor, andando continuamente y tocando las trompetas. Los hombres armados iban delante de ellos y la retaguardia iba detrás del arca del Señor mientras ellos seguían tocando las trompetas. Así que el segundo día marcharon una vez alrededor de la ciudad y volvieron al campamento. Así lo hicieron por seis días.
Entonces en el séptimo día se levantaron temprano, al despuntar el día, y marcharon alrededor de la ciudad de la misma manera, pero siete veces. Solo aquel día marcharon siete veces alrededor de la ciudad. A la séptima vez, cuando los sacerdotes tocaron las trompetas, Josué dijo al pueblo: ¡Griten! Pues el Señor les ha entregado la ciudad.
Jos. 6:6-16 NBLA
Cuando marchaban solo se escuchaban las trompetas. Los hijos de Israel marchaban alrededor de Jericó en silencio absoluto por seis días. El Arca del Pacto estaba con ellos cada día. En el séptimo día, marcharon alrededor de la ciudad siete veces. También en silencio. Al final de esto, Josué les mandó, ¡Griten! Pues el Señor les ha entregado la ciudad” Y así lo hicieron.
Entonces el pueblo gritó, y los sacerdotes tocaron las trompetas; y sucedió que cuando el pueblo oyó el sonido de la trompeta, el pueblo gritó a gran voz y la muralla se vino abajo. El pueblo subió a la ciudad, cada hombre derecho hacia adelante, y tomaron la ciudad. Destruyeron por completo, a filo de espada, todo lo que había en la ciudad: hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, bueyes, ovejas, y asnos.
Jos. 6:20-21 NBLA
Este proceso de marchar alrededor de la ciudad es un símbolo de nuestra travesía de oración. Ellos marcharon (oraron) como debían hacerlo. Y justo en el momento propicio hubo una expresión innegable de fe por la victoria a la mano. ¡El grito! Entonces los muros cayeron. Pero lo que parece un arte perdido en la Iglesia es que a menudo tenemos reuniones de oración, y aún tenemos el grito, pero nos olvidamos de que tenemos que entrar a la esfera en la que hemos orado para poseer mediante el uso de nuestro poder y autoridad.
Israel todavía tenía que entrar a la ciudad y derrotarla. Nuestras oraciones quitan los obstáculos a la victoria, pero es la acción de la fe la que nos lleva adentro de la ciudad para tomar posesión de lo que hemos obtenido en oración.
En este punto viene a la mente Mt. 11:12 NBLA “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo conquistan por la fuerza”. La fe, y las acciones correspondientes, son las demostraciones de violencia en el ámbito del espíritu.
Pr. Rafael Vargas