Atravesamos un periodo de tiempo muy particular experimentando diversos problemas en la ciudad, el país y el mundo, que se traducen en dolor, desesperanza, frustración, enojo, impotencia y mayor afectación a la economía de las personas y de la mayoría de las organizaciones.

Definitivamente la carga que tenemos que llevar todos es realmente cada vez más pesada en todo orden de cosas.

Hemos de evitar las actitudes de egoísmo y de juicio al prójimo; así como cuidamos nuestra salud física con medidas de bioseguridad tenemos que cuidar la salud de nuestra alma.

No hemos sido llamados a ser jueces del prójimo, así como tampoco a maldecir a nuestros vecinos por sus hábitos o decisiones. No hablemos mal para la ciudad, ni para sus habitantes, ni para quienes están en función de autoridad. Levantemos nuestros ojos al cielo, busquemos al Señor que es de ÉL de quien viene nuestro socorro.

 porque conozco los pensamientos que tengo hacia ti, dice el Señor, pensamientos de paz y no de mal, para darte un futuro y una esperanza”Jer. 29:11. Este versículo describe claramente el corazón de Dios.

En este mismo capítulo hay un versículo que desafía nuestra manera de pensar:

Busca el bienestar de la ciudad a la que te envié al exilio, y ora al Señor por ella, porque en su bienestar tendrás bienestar”. Jer. 29:7

Esta asignación es de lo más inusual. ¿Cómo es eso de “tener que buscar el bienestar de la ciudad a la que te envié al exilio”?. Y el mandato no queda solo ahí, sino que instruye: y ora al Señor por ella. 

¿Nos está diciendo nuestro Padre Celestial que habría que amar a Babilonia?

Decir que debemos amarla suena a algo casi blasfemo. Babilonia representa todo lo que es malo en el mundo y al anticristo por naturaleza. El nombre Babilonia es sinónimo de inmoralidad y perversión. Sin embargo, esta dirección de amar a Babilonia tiene una base bíblica. 

La palabra bienestar aquí puede entenderse como salud, paz, estar bien o prosperidad. 

La instrucción clara en este mandato es que hay prosperidad, bienestar, paz y salud mental y emocional para ti, pero hay una medida que no puedes tener a menos que la ciudad que te rodea también la obtenga. 

La palabra buscar también tiene un énfasis especial, como en buscar con cuidado. Implica utilizar herramientas para investigar y perseguir deliberadamente algo. Por eso, se nos ha dado este mandato: orar intencionalmente, buscar y perseguir, utilizando todas las herramientas que nos brindan, la salud y el bienestar de nuestras ciudades. 

A medida que nuestras ciudades avancen, obtendremos los avances que necesitamos para servir a los propósitos encomendados por el Señor. Esto empieza por casa y sigue al círculo de nuestra ciudad para expandirse hasta donde Dios tenga previsto que sea hecho.

Necesitamos una bendición y un crecimiento  increíbles para cumplir con el mandato que Dios nos ha dado, pero, ¿Será posible que se nos haya negado la bendición porque queremos que esta nos llegue para nuestras ciudades en lugar de  crecer junto con ellas? 

Debemos tener un amor especial por nuestras ciudades, uno que nos haga sentir dolor por su bendición, sabiendo que es la bondad del Señor la que conduce al arrepentimiento y este a la transformación de las vidas y el bienestar.

Hay quienes creen que si las personas son bendecidas, no necesitarán a Dios. Este tipo de pensamiento revela tan poca fe en el amor de un Padre perfecto, que gana a los pródigos que necesitan SU aceptación y perdón. Ro. 2:4 NVI  “¿No ves que desprecias las riquezas de la bondad de Dios, de su tolerancia y de su paciencia, al no reconocer que su bondad quiere llevarte al arrepentimiento?” Este pasaje todavía suena a ser cierto: es SU bondad la que conduce al arrepentimiento.

Mi forma de pensar era que había dos tipos de personas en la ciudad: las que eran salvas y las que no. Eso puede  generar actitudes en nosotros que arruinen nuestra capacidad de tocar la ciudad que decimos amar. Nadie quiere ser un proyecto ajeno, dirigido especialmente a que una persona pueda cumplir con sus deberes religiosos. Pero eso es lo que hemos hecho a menudo con nuestras ciudades. Los hemos convertido en proyectos, los objetivos de nuestros ministerios. Es una forma de pensar completamente diferente cuando valoras a las personas y te conviertes en el servidor de todos.

Amar implica servir. 

Amar implica respetar. 

Amar implica tener actitud constructiva. 

Amar implica ser empático con el prójimo. 

Es hora de hacer un cambio en nuestras vidas para traer bendición a esta ciudad. Y que esta sobreabunde en la bendición de Dios, en su provisión y en salud divina.

Pr. Rafael Vargas

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