Buscando luz para comprender cómo debe ser nuestra conducta como hijos de Dios en nuestra relaciones interpersonales, me tope con estos versículos que llamaron mi atención. 

Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!  Fil. 4:4

Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. Ro. 12:14-16  

¿Por qué Jesús nos ordenaría gozarnos con los que se gozan? El hecho de que Él lo ordene implica que esta instrucción NO nos llega de forma natural, y con seguridad, no es nuestro momento de avance. Porque cuando hay que ordenar el regocijo, es porque nuestras circunstancias no se prestan al gozo. 

En esta vida, tenemos algunos grandes desafíos frente a nosotros, y es posible que no sean los primeros en los que pensaría cuando discutamos los problemas que desafían nuestra fe. Pero es verdad. Permítanme ilustrar: 

En Mt. 6:33 dice: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Nos gozamos cuando las personas, en atención a lo establecido en Mt. 6:33  buscan primero el reino de Dios; PERO no siempre estamos contentos con ellos cuando todas las cosas les son añadidas. 

En 1 P. 5:6 leemos: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo”. Nos encanta cuando las personas se humillan bajo la poderosa mano de Dios, PERO no siempre quedamos tan impresionados con ellos cuando Dios los exalta en el momento adecuado.

En Mt. 6:4  la Biblia dice: “para que sea tu limosna en secreto;  y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”. Definitivamente, nos gozamos cuando escuchamos de aquellas personas que han ofrendado a Dios en secreto, PERO a veces cuestionamos su integridad cuando Dios los recompensa abiertamente.

No podemos ir a donde Dios quiere llevarnos, no podemos alcanzar  lo que Dios quiere que alcancemos, si no podemos lidiar con el proceso de Dios de traer crecimiento a Su pueblo. Todo incremento tiene un propósito en el Reino, y nos cuesta muy caro cuando no aprendemos a valorar el proceso de Dios o cuando nosotros no celebramos a aquella persona que Él, el Todopoderoso, está honrando. 

Los celos a menudo se disfrazan de discernimiento. Y definitivamente NO es discernimiento, los celos son celos y son perjudiciales. Los celos son una  de las fuerzas más destructivas de la Iglesia, es la fuerza negativa que impide la verdadera prosperidad, debido a que está enraizada en el alma de algunas personas. Por ello, es bueno, mirar para adentro, analizar nuestro “yo” interior, nuestros por qué (s) y proceder a la depuración de todo aquello que está impidiendo que Dios haga en nuestro beneficio. Asegurémonos de estar revestidos de pureza.

La incapacidad de celebrar el tiempo de bendición y/o el incremento, o crecimiento de otra persona; a menudo nos descalifica de la medida de bendición e incremento que Dios esperaba derramar en nuestras propias vidas.

Lo que hacemos con la posesión de otra persona, referido al momento del avance, al momento de la bendición, al momento del incremento;  determina cómo y cuándo obtenemos la nuestra

 Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?. Lc. 16:12

Pero creer lo mejor sobre el tiempo de crecimiento, de incremento y de bendición de otra persona no sólo es saludable para nuestra alma; también nos prepara para una mayor responsabilidad y mayores bendiciones en todas las áreas de la mayordomía. (cuidar de aquello con lo que Dios nos ha bendecido, como la familia y el prójimo).

Porque amamos lo que Dios ama, vamos a seguir haciendo discípulos a las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que Jesús nos ha mandado. Y así le vamos a llevar motivo de gozo y alegría. Amén.

Pr. Rafael Vargas

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