Muchas de las experiencias proféticas descritas en la Biblia sirven para señalar los propósitos que tiene Dios para su Iglesia. Estas historias bíblicas revelan el corazón de Dios y algunos de los planes que el Señor tiene para nosotros.
La intención de Dios que podemos apreciar tiene que ver con manifestarse en nosotros y a través de nosotros y como resultado, transformar la naturaleza del mundo que nos rodea. Tenemos que “ver”, recibir y abrazar esto como una parte importante de nuestra razón de ser.
El objetivo del Señor para nosotros, sigue siendo la gloria. Porque SU gloria se convertirá en el lugar de morada de su Pueblo, así como ÉL, mora en nosotros. Col. 1:27 “a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Es asombroso lo que señala Pablo, cuando dice: Cristo en vosotros, la esperanza de gloria. Eso quiere decir que Cristo en nosotros hace que podamos ser restaurados por completo en SU propósito para nuestras vidas: vivir en la gloria.
Si la gloria de Dios contiene la revelación de su belleza y su bondad, entonces ahí está la llave maestra. Podemos revelarle al mundo que nos rodea su bondad porque Jesucristo mora en nosotros por medio del precioso Espíritu Santo. Esta es la ejemplificación de la esperanza.
Tenemos que aprender a confiar en la bondad de Dios. Vamos a ver uno de los salmos más completos, donde David, ilustra: su absoluta confianza en Dios, así como la valoración de SU presencia, su devoción a la obediencia y al final revela el secreto de su fuerza.
Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, Para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron. Aunque un ejército acampe contra mí, No temerá mi corazón; Aunque contra mí se levante guerra, Yo estaré confiado. Sal. 27:1-3
En estos tres versículos, David nos muestra su absoluta confianza en Dios.
Luego, continúa y nos revela la suprema valoración de la Presencia de Dios:
Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo. Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; Me ocultará en lo reservado de su morada; Sobre una roca me pondrá en alto. Luego levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean, Y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo; Cantaré y entonaré alabanzas a Jehová. Sal. 27:4-6
En los vs. 7 al 10 nos señala su devoción a la obediencia:
Oye, oh Jehová, mi voz con que a ti clamo; Ten misericordia de mí, y respóndeme. Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová; No escondas tu rostro de mí. No apartes con ira a tu siervo; Mi ayuda has sido.
No me dejes ni me desampares, Dios de mi salvación. Aunque mi padre y mi madre me dejaran, Con todo, Jehová me recogerá”. Sal. 27:7-10
Y al final, él revela el secreto de su fuerza:
“Enséñame, oh Jehová, tu camino, Y guíame por senda de rectitud A causa de mis enemigos. No me entregues a la voluntad de mis enemigos; Porque se han levantado contra mí testigos falsos, y los que respiran crueldad. Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová En la tierra de los vivientes. Aguarda a Jehová; Esfuérzate, y aliéntese tu corazón; Sí, espera a Jehová.” Sal. 27:11-14
Pongamos atención especial al vs. 13 cuando lo expone así: “Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová En la tierra de los vivientes. Esto nos muestra que aquella fuerza que le daba ánimo a David para seguir era la esperanza de ver la bondad de Dios manifestada en la tierra.
El hecho de perder la esperanza nos roba la fuerza. La falta de esperanza es una ladrona, y muchas veces se infiltra en nuestro entorno haciéndose pasar por discernimiento. Hay que reconocer esta estratagema engañosa del diablo, ya que es una herramienta del enemigo que mina nuestra confianza en Dios.
Si hay un momento en la historia en la que el Pueblo de Dios necesita creer que verá la bondad y la gloria de Dios es ahora. Antes que cualquier otra virtud, el Pueblo de Dios debe ser reconocido por su esperanza, cualquiera sea la circunstancia que nos toque atravesar.
La bondad del Señor causa estragos en el desánimo, la depresión y la desesperanza. Apreciar, valorar, ver la bondad de Dios desata oportunidades para que se active la fe.
Anhelar, querer probar y ver la bondad de Dios, nos vuelve inmunes a los colapsos mentales y emocionales que intentan atacar nuestra identidad y confianza. Hemos sido llamados a ser portadores de esperanza y modelos de la bondad de Dios.
Pr. Rafael Vargas