Los hombres y las mujeres del pueblo protestaron enérgicamente contra sus hermanos judíos, pues había quienes decían: ”Si contamos a nuestros hijos y a nuestras hijas, ya somos muchos. Necesitamos conseguir trigo para subsistir”.  Otros se quejaban: “Por conseguir trigo para no morirnos de hambre, hemos hipotecado nuestros campos, viñedos y casas”.  Había también quienes se quejaban: “Tuvimos que empeñar nuestros campos y viñedos para conseguir dinero prestado y así pagar el tributo al rey . Y aunque nosotros y nuestros hermanos somos de la misma sangre, y nuestros hijos y los suyos  son iguales; a nosotros nos ha tocado vender a nuestros hijos e  hijas como esclavos. De hecho, hay  hijas  nuestras sirviendo como esclavas, y no podemos rescatarlas, puesto que nuestros campos y viñedos están en poder de otros”. Neh. 5:1-5 NVI

El pueblo de Israel estaba pasando por una gran necesidad económica. Muchos habían empeñado sus campos y sus viñedos para llevar trigo para comer a sus hogares; otros lo habían hecho para prestarse dinero y pagar el tributo al rey. Pero lo crítico se plantea en el vs. 5 cuando dicen: a nosotros nos ha tocado vender a nuestros hijos e  hijas como esclavos...

Cuando Nehemías se entera de esto, dice:  “Cuando oí sus palabras de protesta, me enojé muchísimo”.  Neh. 5:6 NVI.  El enojo es nuestra reacción cuando vemos algo que es incorrecto para nosotros. A pesar de lo desesperante de la situación, los recaudadores del rey fueron implacables con el cobro del tributo, además de quienes les cobraron intereses por los préstamos, de manera que agudizaban la ruina del pueblo.

El enojo de Nehemías no quedó sólo allí, dice: Neh. 5:7 NVI “Y, después de reflexionar,  reprendí a los nobles y gobernantes: ¡Es inconcebible que a sus propios hermanos les exijan el pago de intereses! Convoqué además una gran asamblea contra ellos”. Lo que el enojo dice es: Estoy en contra de esto. Lo que están haciendo contra el pueblo es incorrecto. El enojo es una reacción hacia algo que percibes que es ofensivo y que desearías que no se siga dando. Es un disgusto contra algo lo suficientemente importante como para que tu reacciones.

El enojo tiene dos aristas: 

  1. El enojo siempre involucra un asunto moral.

Cuando uno se enoja, está diciendo “eso está mal, eso tiene que cambiar”. Nehemías lo dice así: “Yo añadí: Lo que están haciendo ustedes es incorrecto…” Neh. 5:9 a NVI. Dado que el enojo involucra una situación moral, siempre que me enojo me pongo en una posición de juez. Porque estoy juzgando la acción de otra persona.  ¡Es inevitable que esto suceda! No es algo necesariamente malo, pero si es algo peligroso. Cuando estamos en esta situación cerciorémonos de que nuestro corazón esté lleno del Espíritu Santo para administrar nuestra posición con la medida justa de verdad y amor. Tengamos presente lo que dicen en Ga. 6:1,2 NVI “Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas y así cumplirán la ley de Cristo”.


  1. El enojo revela mis valores

Cuando me enojo estoy diciendo: “Esto es importante para mí, esto tiene que cambiar”. Como le sucede a Nehemías, no acepta el estado de las cosas, por lo tanto no puede permanecer callado y sin hacer nada.  Lo que ha sucedido es demasiado importante como para que no se diga y no se haga nada.

 

Ahora bien, no todos nos enojamos por las mismas cosas.

 

Muchas veces parece que nuestro enojo es por una razón pero, en realidad, es por otra. Por ej.: ¿Me enojo cuando hacen ruido y no me dejan dormir la siesta un domingo? En realidad me enojo porque valoro mi descanso. Por ello para saber la verdadera razón haz la pregunta ¿Por qué? Y la respuesta te mostrará aquello que tú valoras.

 

Cada vez que te enojas exhibes tus valores. Estos no solo se expresan a través de palabras. También cuando callas sobre algo estás mostrando tus valores. Todo lo que eliges hablar o callar  muestra aquello que es importante para ti.

 

Tus decisiones y reacciones emocionales siempre muestran tus valores. Cuando algo realmente te importa te emocionas, cuando no lo valoras no pasa nada. Cada vez que te enojas con una situación dada, y cada vez que no lo haces, tu expones aquello que realmente ama tu corazón.

 

Como seres humanos evaluamos todo. Empezando por nosotros mismos, evaluamos a otros, las ideas, a Dios, los precios, las noticias, la comida…etc. Permanentemente estamos aprobando o desaprobando aquello que observamos. Y esto responde al diseño de Dios.  El enojo simplemente expresa con una fuerza y emoción particular nuestra evaluación negativa de algo.

Cuando estoy enojado mis sentimientos siempre están involucrados. Es decir, sin emociones no hay enojo. La Biblia dice que Nehemías se enojó muchísimo. ¿Cómo Nehemías no iba a sentir nada cuando los niños tuvieron que ser vendidos como esclavos? 

 

Entre los cristianos, el enojo es una emoción que produce enorme desconcierto y culpa. Algunos reprimen el enojo tapando las emociones que sienten y otros expresan su enojo pecaminosamente, dando rienda suelta a sus emociones. 

Pretender tener una reacción estoica donde las emociones quedan desvinculadas es distorsionar la naturaleza del enojo; en sí es no comprenderlo. Cuando uno está enojado siente dolor, ese dolor puede ser bien o mal expresado expresado, pero negarlo es un error.

 

Una cosa es sentirse herido y otra muy diferente es querer herir. Una cosa es sentir frustración, otra muy distinta es sentir odio hacia alguien. Una cosa es anhelar que se repare el  daño causado y otra muy diferente es no perdonarle hasta que lo haga. 

 

“Yo les ruego que les devuelvan campos, viñedos, olivares y casas, y también el uno por ciento de la plata, del trigo, del vino y del aceite que ustedes les exigen”.  Neh. 5:11 NVI 

 

Hay emociones que son correctas y hay otras que no lo son.

 

El enojo no es algo esencialmente malo. Cuando todos los judíos son liberados del cautiverio en Babilonia, juntos hacen el camino de regreso, 1.300 kms., llenos de peligros y teóricamente ellos anhelan reconstruir la muralla de Jerusalén para glorificar a Dios. Es más, todos tienen que pelear juntos contra sus enemigos mientras reconstruyen la muralla. Sin embargo, luego la cosa cambia. Después de todo lo que han pasado juntos, los que más dinero tienen, se aprovechan de los que no tenían mucho dinero. Su insensibilidad llegó al punto que no les importa que sus propios hermanos tengan que vender a sus hijos e hijas como esclavos. Realmente sería incorrecto que Nehemías no se enoje. 

 

El enojo de Nehemías está motivado por su amor por su pueblo; y obviamente que siente un profundo rechazo a lo que están haciendo los prestamistas adinerados. Porque el enojo sano, motivado por el amor hace que se pueda odiar el pecado sin odiar al pecador. El enojo puede y debe sentir furia hacia la acción incorrecta y pecaminosa de una persona, pero también puede y debe seguir amando a la persona a pesar de su mala acción.

 

Piensa en cómo nos sentimos cuando vemos que alguien a quien amamos está sufriendo por una mala acción  o una relación no aconsejable. Un ejemplo, cuando un ser querido está controlado por la bebida o la droga. Acaso no da ganas de sacudirla y decirle: ¡no ves lo que te estás haciendo! Uno no está enfadado porque le odia, uno se enfada porque a uno le importa.

Ahora puede entender porque Dios se enoja. Dios odia el pecado, y cuando éste está en nosotros, le causa enojo porque anhela lo mejor para nosotros sus hijos. ÉL se enoja porque sabe que el pecado nos destruye y porque nos impide acercarnos a ÉL, que es la fuente de todo el bien.

El enojo no es una emoción creada por Satanás. El enojo es una emoción creada por Dios. Él mismo tiene la capacidad de enojarse y nos dio a nosotros la capacidad de hacerlo. El gran problema que hay con el enojo, así como con cualquier otra emoción, radica en que tiene el potencial de transformarse en algo pecaminoso

Pr. Rafael Vargas

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