El derramamiento del Espíritu ocurre donde hay un grupo unido reunido, como un racimo de uvas. Lo vemos con los 120 creyentes en el aposento alto. Ellos estaban allí en unidad. 

“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar”. Hch. 2:1 RVC

Comparando con el vino nuevo, el profeta Isaías vio esto cuando dijo:  

Así dice el Señor: Cuando alguien encuentra un buen racimo de uvas, dice: “No lo dañen, porque en él hay bendición”... Is. 65:8 RVC.  

Lo que a menudo comienza con una persona clamando a Dios, pronto se traslada a un pequeño grupo de amigos de confianza. Es en ese núcleo que se da un aumento dramático. Dice un conocido proverbio africano algo así: “Si quiere ir rápido, vaya solo. Pero si quiere ir lejos, vayan juntos”. 

Una de las cosas más trágicas que les ocurre a quienes han nacido de nuevo es perder el sentido de maravillarse de Dios y de la maravilla de nuestra salvación. Tristemente, maravillarse ha llegado a ser una parte no necesaria en la vida de muchas personas. Hemos nacido de nuevo por el mismo Espíritu que levantó a Cristo de los muertos, lo cual nos introdujo al estilo de vida del Reino que es una aventura continua. 

La historia protagonizada por Jacob en Betel es realmente preciosa por la simpleza del hecho. Jacob se acostó a dormir y tuvo un sueño. Y cuando despertó, declaró: “Realmente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía” Gn. 28:16 RVC.  Todos nosotros, en ocasiones necesitamos ayuda para reconocer el momento que estamos atravesando. Dios puede estar cercano, casi a la mano, pero nuestros propios problemas provocan que seamos ciegos y sordos a la realidad única en nuestras vidas. 

Me ha tocado ver en bastantes reuniones donde el poder y la presencia de Dios eran evidentes pero habían algunas personas que no podían reconocer esa realidad. De pronto, una persona tiene una experiencia que cambia su vida y al lado de ésta se encuentra alguien que apenas puede esperar para llegar a casa para comer. Parece algo extraño, pero lo he visto suceder una y otra vez.

A veces las personas están predispuestas a permanecer duros de corazón. Eso fue lo que ocurrió en Jn. 12:27-30 RVC  

Ahora mi alma está turbada. ¿Y acaso diré: “Padre, sálvame de esta hora”? ¡Si para esto he venido! Padre, ¡glorifica tu nombre! En ese momento vino una voz del cielo: “Lo he glorificado, y volveré a glorificarlo.” La multitud que estaba allí; y que había oído la voz, decía que había sido un trueno. Pero otros decían: “Le ha hablado un ángel.” Jesús les dijo: “Esta voz no ha venido por mí, sino por ustedes”.

El Padre habló audiblemente en respuesta a la oración que Jesús acababa de hacer. El Padre dijo: Lo he glorificado, y volveré a glorificarlo. Los comentarios de la gente que estaba en el lugar fueron que había sido un trueno, otros dijeron que un ángel le había hablado. Es curioso como algunos pensaron que había una explicación natural, y otros  reconocieron que fue un evento espiritual, pero no para ellos personalmente. Y ambas interpretaciones estaban equivocadas, Jesús dijo que la voz había venido por el bien de ellos. La voz audible no era para Jesús. El Padre se dio a conocer a la multitud por medio de su voz, más ellos no se beneficiaron por lo que hizo el Padre. Pocos versículos más adelante nos da la razón de ello. 

Y a pesar de que había hecho tantas señales ante ellos, no creían en él.  Jn. 12:37 RVC. 

Su incredulidad, llegó a ser el filtro que causaba que no pudieran oír lo que se les hablaba.

Valorar la experiencia de otra persona con frecuencia abre las compuertas para que tengas tu propio encuentro personal. Sería sabio para todos nosotros reconocer cuando otro creyente está siendo tocado por Dios y está en un lugar de profundo reconocimiento de Su presencia en adoración, y cambiar nuestro enfoque y honrar el punto. ¿Cómo hacerlo? Ajustando nuestra actitud, pensamientos y comportamiento como si nosotros, también estuviéramos teniendo un poderoso encuentro con Dios.

Honrar la respuesta en otro creyente es un acto de fe, como sabemos que Dios no hace acepción de personas, y que Él es el mismo ayer, hoy y para siempre. Lo que Él está haciendo por otra persona es tanto nuestra promesa como lo es para cualquier otra persona. Es así como la fe funciona. La fe está anclada en la naturaleza y las promesas de Dios.

Mi tarea es tener hambre de Él y darlo a conocer. Y dejar lo demás a Él. Porque Él es bueno. Su promesa a nosotros es que Él se manifestara. Su palabra dice:  “El que tiene mis mandamientos, y los obedece, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo lo amaré, y me manifestaré a él”. Jn. 14:21 RVC

Pr. Rafael Vargas

 

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