Uno de los grandes problemas del hombre en general tiene que ver con esa tendencia a mitificar las personas, las ideas y las cosas. Y ese tipo de situaciones tiene que ver directamente con el problema de tener una mentalidad estrecha aunada a la concepción y adopción de “vacas sagradas”. Ambas son dos áreas de creencias falsas que necesitamos confrontar antes de poder tener una vida de comunión plena en el Espíritu.
Algunas creencias falsas a primera vista no parecen tener nada que ver con estar inmerso en el Espíritu.
Podemos resumir esas creencias con una simple palabra: moralismo. El moralismo es una señal segura de una creencia falsa. Para superarlo, uno tiene que aceptar el poder de la gracia.
Espíritu Santo puede guiar a los creyentes de forma poderosa y también puede activar la reacción adecuada a las necesidades de las personas cualesquiera que estas sean. Esto provoca que la vida del creyente se vuelva una vida emocionante. Si es tan a todo dar vivir una vida de intimidad con Espíritu Santo; ¿por qué no viven así todos los seguidores de Cristo? La respuesta es sencilla, para vivir una relación de intimidad con Espíritu Santo se necesita ejecutar un cambio drástico en nuestras creencias y acciones, y la gente evita los cambios porque se siente incómoda por ellos. El cambio que se requiere demanda revisar y desafiar su sistema de creencias y le hace sentir incompetente, y ese no es un sentimiento agradable.
Para entrar en una relación de intimidad con Espíritu Santo necesitamos enfrentar nuestros temores y ejecutar los cambios necesarios.
Las personas tienen a veces tales modelos de creencias que los paralizan, o los llevan a volverse críticos gratuitos del cambio. Lo que necesitamos comprender a la luz del conocimiento de la Palabra de Dios es que existen métodos negociables y lo que es innegablemente no negociable es la Verdad.
Cuando hacemos a Jesús el Señor de nuestras vidas, nos convertimos en “nuevas criaturas”. 2 Cor. 5:17 Si hemos tomado la decisión de seguir a Cristo, es porque ya tenemos mente de Cristo 1 Cor. 2:16 Eso NO quiere decir que nos volvemos perfectos al darle nuestra vida a Cristo, todavía hay hábitos, costumbres y creencias que cambiar.
Necesitamos cambiar aquello en lo que creemos y que no esté alineado con la voluntad de Dios. La razón por la que debemos hacer esto es porque nuestro sistema de creencias nos puede estorbar, porque podría oponerse a que vivamos este cambio necesario. Cada uno de nosotros tiene un sistema personal de creencias. Algunas de ellas están basadas en la verdad, otras en medias verdades, o en ideas erróneas e incluso en mentiras rotundas. Así que, si dejas estos sistemas de creencias intactos, esas creencias equivocadas van estorbar tu accionar, van a obstaculizar tu relación con Espíritu Santo, y van a provocar que seas menos efectivo para compartir el evangelio.
Cuando la gente piensa en los cristianos, no piensa en personas que se mueven en poder, ni en milagros ni siquiera que se mueven en confianza todos los días, no vienen a su mente palabras como persona excelente o sabia.
Cuando las personas enfrentan cierto tipo de problemas y necesitan respuestas prácticas, generalmente no acuden a la Biblia en busca de soluciones o respuestas. Y cuando piensan en “iglesia” no se imaginan un lugar vibrante, lleno de vida y regocijo; ni tampoco lo ven como el mejor lugar para construir y fomentar buenas relaciones.
Por el contrario, cuando las personas piensan en el cristianismo, solo ven religión, juicio, condenación, tradiciones huecas, viejas y aburridas. Otros se imaginan un show, estilo película de Hollywood, de esas llenas de exageraciones que se difunden por la TV, y junto con ello los “milagros” que la gente piensa que han sido “montados” para engañar a la gente.
Las personas tienen a veces tales modelos de creencias que los paralizan, o los llevan a volverse críticos gratuitos del cambio. Lo que necesitamos comprender a la luz del conocimiento de la Palabra de Dios es que existen métodos negociables y lo que es innegablemente no negociable es la Verdad.
He visto en diferentes lugares, personas intentando compartir su fe; pero cuando uno mira la reacción de la gente a esas iniciativas uno fácilmente puede darse cuenta que esos métodos ya no son efectivos.
A pesar de su buen corazón, muchos de estos evangelistas bienintencionados hacen más mal que bien. Están metidos en una rutina de confrontación, que sencillamente no funciona. Y no es que la gente se oponga al mensaje; cuando se comparte de la forma correcta, uno no puede encontrar un mensaje más precioso que las noticias acerca de Jesús. Nosotros, como seguidores de Cristo, tenemos que cambiar la forma en como compartimos el mensaje. El mensaje no necesita ser cambiado, los que tenemos que cambiar somos los mensajeros. Y como resultado lograr que las personas se acerquen a Cristo y quieran conocerle.
Nuestro Padre Celestial nos ha enviado OTRO consolador; es decir alguien igual de poderoso a Jesús. Él no nos iba a dejar indefensos, ni con un maestro de talla menor a Jesús. Espíritu Santo es una persona, y como tal quiere ser nuestro amigo. Él quiere que lo conozcamos un poco más cada día.
Cuando oramos por las personas y Espíritu Santo es quien trabaja, no se trata de nosotros. No se trata de nuestra capacidad o la falta de ella; y mientras más conscientes estemos de ello, seremos más libres para para poder ayudarles en sus necesidades; así alcanzaremos a los que tienen el alma herida, las finanzas rotas, hambre y sed de justicia, los quebrantados de corazón y aquellos insatisfechos con su manera de vivir.
Es tiempo de despertar. Empecemos a pensar de manera diferente acerca Dios, la vida y aun de nosotros mismos. Jn. 10:10 10 … yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. En otras palabras, Jesús vino al mundo para que nosotros tuviéramos una vida de plenitud, de verdad, gozo y alegría.
El problema más grande que enfrenta la iglesia de nuestros días es la manera en como los cristianos, nos dirigimos al resto del mundo en el nombre de Dios. El mensaje es Jesús y no hay nada que podamos hacer para mejorar este mensaje. Entonces ¿por qué tantas personas se tapan los oídos cuando los seguidores Cristo tratan de compartir su fe? ¿Por qué personas inteligentes, bien educadas, parecen huir de todo aquello que está lleno del Espíritu? o ¿Por qué no vemos evidencia del poder de Espíritu Santo en las calles, en los negocios; así como lo vemos en las instalaciones de algunas Iglesias? Sabemos que el mensaje de Jesús es perfecto. Sabemos que el poder de Espíritu Santo para influenciar nuestras vidas es poderoso; en consecuencia, el problema tiene que encontrarse en los mensajeros. Nosotros somos el problema.
Jesús llamó a sus discípulos. Por tres años les enseñó lo que necesitaban conocer de manera que la historia pudiera verse afectada y el Reino de Dios pudiera avanzar. Veamos algunos eventos sensibles al tiempo:
Las bodas en la cultura judía eran eventos de celebración que duraban siete días. Los votos matrimoniales eran intercambiados a media semana, y la celebración duraba hasta antes del Día de Reposo.
Es interesante conocer la historia de cómo el pueblo de Dios termino siendo esclavizado en Egipto. Cuando Dios hizo su pacto con Abraham, le dijo 13 … Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años 14…16.... Gn. 15:13-16. Dios le dijo a Abraham lo que habría de traer para su descendencia el pacto que acababan de hacer, 400 años de sufrimiento y aflicción en tierra extraña; entonces Dios sacaría a su pueblo del cautiverio y lo guiaría a entrar en los límites de la tierra prometida. Jacob, el nieto de Abraham tuvo un hijo llamado José, quien fue vendido como esclavo en Egipto. Luego de ello, Dios trajo una sequía sobre la tierra donde habitaban Jacob y sus hijos, misma que se tradujo en una hambruna y provoco que Jacob y toda su familia terminaran en Egipto con José. Los israelitas fueron establecidos en un lugar llamado Gosen, en Egipto y allí fueron favorecidos y prosperaron más que los egipcios, pero eso solo fue por un tiempo; con el transcurrir de los años, las cosas fueron cambiando.