Solemos pensar en la fe como un término bíblico. Sin embargo, manifestamos fe todos los días en nuestras vidas. La fe solo se puede probar por medio de las acciones. Todos los días actuamos de acuerdo con nuestra fe en los seres humanos. Si se puede poner la fe en el piloto de un avión, con toda seguridad se la podría poner en Jesús.

Para los seguidores de Jesús, la falta de fe, por lo general, es una cuestión de temor. Nuestras emociones, como, por ejemplo, el temor, ejercen una influencia tal, que a menos que las dominemos, pueden destruir nuestra confianza en aquello que sabemos que es cierto. 

“Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno”. Ef. 6:16 NVI. 

Cuando Pablo habla del escudo de la fe, está considerando el diseño del escudo que utilizaban los soldados romanos de su tiempo para proteger todo su cuerpo.

En tiempos antiguos, los soldados solían mojar la punta de sus flechas en veneno poderoso, y aunque esas flechas solo rasparan la piel de un soldado, el veneno se propagaba por su cuerpo causándole la muerte. Otras veces el enemigo impregnaba sus flechas con alquitrán y las encendía antes de dispararlas hacia el campamento contrario.

Pablo al único instrumento de guerra que le da un objetivo específico es al escudo. El apóstol dice que el objetivo del escudo de la fe es protegernos de todas las flechas encendidas del maligno. Esas flechas encendidas representan “todas las clases de ataque que lanzan el diablo y sus huestes contra el pueblo de Dios”.  Si eres creyente, vas a ser bombardeado por miles de flechas encendidas, lanzadas por Satanás y sus huestes. La única manera de protegerte es por medio de la fe.

“Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe”. 1 Jn. 5:4b NVI.

¿Cómo funciona la fe, y cómo vence a las flechas ardientes?. Hemos de recordar que la fe abarca más que las simples creencias. Porque “...También los demonios lo creen, y tiemblan”(Stgo. 2:19b NVI). La fe es el resultado de la suma entre las creencias y la confianza. Consiste en descansar en la persona de Dios. y en la Palabra que Él nos da.

La fe es una práctica activa apoyada en la creencia. La fe es una convicción concreta. Es la seguridad que tenemos en el presente sobre una realidad futura. La fe es una confianza sólida e inconmovible en Dios, construida sobre la seguridad de que Él es fiel a sus promesas. Por la fe avanzamos incluso si nuestro destino no está claro. 

“Ahora bien, la fe es tener confianza en lo que esperamos, es tener certeza de lo que no vemos. He. 11:1 NVI. 

“Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas”. Pr. 3:5,6 NVI. 

Confiar no es fácil, es mucho más fácil caminar por vista, que caminar por fe

Si lo que Dios te pide que hagas siempre te parece lógico y con sentido, es probable que no sea a Dios a quien estes escuchando. La fe no sigue la lógica humana, pero tampoco es ilógica. Es teológica. Sencillamente, lo que hace es introducir a Dios en la ecuación.

En Hebreos 11 hay una lista de las personas más fieles a Dios quienes no podían ver la meta, pero sabían que estaba allí. La fe de estos santos los movió a actuar, incluso en circunstancias inciertas y temibles. Fueron personas capaces de tomar riesgos, quebrar moldes y sacudir sistemas. Fueron gente capaz de caminar por fe. Y nosotros necesitamos ser como ellos.

Estudiando sus vidas, aprendemos cuál es el aspecto que puede tener la fe verdadera. La fe produce el sacrificio adecuado. La fe nos capacita para caminar con Dios. …. La fe recibe vivos de nuevo a los muertos y la fe recibe la promesa. Tu fe puede y debe crecer.

Jesús se sorprendió con la fe de un centurión romano. Cuando este le envió unos mensajeros para pedirle sanidad para un siervo suyo. La convicción de ese romano de que Jesús no tenía que ir presencialmente al lugar donde estaba el siervo enfermo para sanarlo. Porque él sabía que bastaba que Jesús dijera una palabra y el siervo estaría curado. Este centurión romano manifestó una fe asombrosa en el poder de la Palabra de Jesús. Esa fe sorprendió a Jesús.

Otra ocasión en que Jesús se sintió asombrado por algo relativo a la fe, fue por la ausencia de fe. Cuando fue a Nazaret, el pueblo donde había crecido el Maestro y donde habría sido de esperar que la gente creyera.  

“Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos…” Mr. 6:6a NVI.

Jesús se asombró porque los que habrían debido tener fe, no la tenían; mientras que aquellos de quienes no era de esperar fe alguna, si la tenían. Si queremos asombrar a Jesús, es buen comienzo que tengamos fe en Él. Si queremos vivir como vencedores de nuestros temores y fallos, necesitamos fortalecer nuestra fe y nuestra confianza en el Señor.

Pr. Rafael Vargas

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