Valorar la experiencia de otra persona con frecuencia abre las compuertas para que tengas tu propio encuentro personal. Honrar la respuesta en otro creyente es un acto de fe, como sabemos que Dios no hace acepción de personas, y que es el mismo ayer, hoy y para siempre. Lo que Él está haciendo por otra persona es tanto nuestra promesa como lo es para cualquier otra persona. Es así como funciona la fe. La fe está anclada en la naturaleza y las promesas de Dios.
Dios “rara vez baila con nuestra melodía”. Él es Dios, el gobernador soberano sobre todo. No puedes invitar al Señor de todo a venir y no esperar que Él tenga sus propias ideas y planes, que frecuentemente son contrarias a los nuestros. A pesar de que derivamos nuestros planes de lo que vemos en las escrituras, pero SU plan casi siempre incluirá una parte de las Escrituras de la que no nos habíamos dado cuenta o que no nos agradaba mucho.
Nuestra tarea es tener hambre de Dios, de su Presencia y darlo a conocer. Dejemos lo demás a Él. Él es bueno. Su promesa a nosotros es que ÉL se manifestará.
“¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. Y al que me ama, mi Padre lo amará; y yo también lo amaré y me manifestaré a él”. Jn. 14:21 NVI.
“¿Quién de ustedes que sea padre, si su hijo pide un pescado, le dará a cambio una serpiente?¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!” Lc. 11:11-13 NVI.
El clamor por un verdadero cambio en nuestra manera de vivir es un clamor por Él, por su Presencia, Autoridad y Justicia.
“El reino de los cielos es como un tesoro escondido en un campo. Cuando un hombre lo descubrió, lo volvió a esconder, y lleno de alegría fue y vendió todo lo que tenía y compró ese campo”. Mt. 13:44 NVI.
La manifestación tangible de la Presencia de Dios y Su poder es como el tesoro en el campo. En la parábola, el campo sin duda tenía partes que no eran muy atractivas ni valiosas, pero era necesario comprarlo todo para adquirir el tesoro. Enfocarte en el tesoro te ayudará a perseverar en medio de las partes desagradables del campo. Dios se manifestará de maneras muy pronunciadas y su poder se demostrará más a menudo con milagros extraordinarios. Aun así muchos dejarán la iglesia y llegarán otros que criticaran, pero es lo normal cuando el Espíritu de Dios se mueve.
En la Biblia está la historia de Gedeón. Su ejército consistía de 30,000 soldados, pero fue reducido por Dios a 300 hombres antes de empezar la batalla. La parte asombrosa de esta historia es que Dios no sólo redujo el tamaño del ejército para así comprobar que Él podía ganar con unos cuantos soldados mal administrados. Al contrario, Dios redujo el ejército a los soldados más valientes y alertas que tenía Gedeón. La cantidad final era insignificante. Simplemente tenían que compartir el mismo carácter de valentía y aptitud para la guerra. Solo había 300 que encajaban en esa categoría élite. Dios pudo haber ganado con 300 cobardes e indisciplinados. Seamos honestos. Él para nada nos necesita. Pero Él quiere trabajar con fuerza, capacidad e ingenio humano rendidos. El no necesita lo que tenemos para ofrecer. Nosotros somos los necesitados. Tenemos la necesidad de ser usados por Él.
En parte, nuestra identidad semejante a Cristo se desarrolla al usarnos Dios para Sus propósitos. Y en ese proceso aprendemos a refinar nuestro enfoque y compromiso a la excelencia en todo lo que somos y hacemos como una ofrenda a Él. Dios siempre ha sido muy generoso. Quiero hacer crecer a personas hasta que alcancen su verdadero potencial. Así que el éxito debe medirse por si ¿Hoy se hizo presente el Señor en nuestra reunión? ¿Se hizo lo que Él pidió que se hiciera? Si la respuesta a estas dos preguntas es positiva, vamos por buen camino.
Lo que Dios nos da en respuesta a nuestras oraciones frecuentemente es la semilla de lo que pedimos. Hay un árbol de palta dentro de una palta. La fe ve el árbol de palta dentro de la semilla. Esto nos ayuda a vivir en el temor de Dios donde más se necesita: administrar bien lo que se nos ha encargado. Es más frecuente que se dé el avivamiento en esa forma: en la forma de semilla. Una lección acerca de la naturaleza de las semillas que Dios planta en nuestras vidas se encuentra en la Parábola de la Semilla y el Sembrador:
“Cuando por causa de la palabra viene la aflicción o la persecución….” Mt. 13:21
La Palabra de Dios es Su semilla, y ¡esa semilla atrae conflicto! Y la manera en que navegamos ese conflicto determina la medida de avance que podemos disfrutar. No es una prueba o castigo. Es una prueba de misericordia. Si se nos da más de lo que podemos soportar, nos quebrantará. Pero si se nos da lo que podemos manejar bien, según nuestro carácter, nos establecerá.
Pr. Rafael Vargas