“Yo me postré a sus pies para adorarlo, pero él me dijo: ¡No hagas eso! yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios. Pues el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía”. Ap. 19:10 RVC.
Este versículo tiene implicaciones aún más poderosas que VEN más allá del contexto del encuentro de Juan.
El testimonio y la profecía siempre han sido elementos importantes de la vida cristiana.
La profecía puede hacer dos cosas: 1) hablar del futuro o 2) causar un cambio en el presente.
Un testimonio puede provocar o aumentar la velocidad de la capacidad de cambiar la atmósfera en el presente, abriendo espacio para una manifestación sobrenatural. Si Dios ha hecho esta cosa grande por él, también lo puede hacer por otro y al dar el testimonio este es el vehículo por el que esta promesa será transmitida a otros en necesidad.
La Biblia dice que Dios es el mismo ayer, hoy y por siempre y que Él no hace acepción de personas.
“Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y por los siglos”. He. 13:8 RVC
“… Dios no hace acepción de personas” Hch. 10:34 RVC.
Una aplicación práctica de la verdad es que el testimonio de Jesucristo es el espíritu de la profecía.
Los testimonios profetizan la intención y naturaleza de Dios a todo el que lo escuche, ese es el poder profético de un testimonio. Milagros suceden cuando la fe se enciende por el poder de una historia, el poder de un testimonio.
Podemos experimentar el poder profético del testimonio, al oír el testimonio de lo que Dios ha hecho, la unción del testimonio abre el entorno de posibilidades. La atmósfera se impregna con la oportunidad de vivir un milagro. Cuando agarran su fe y dan un paso en esa oportunidad, esa posibilidad se hace realidad.
Las coincidencias inusuales son el lenguaje del Espíritu Santo. Además de ellas, ÉL habla por el registro hablado o escrito, es decir por el testimonio de cualquier cosa que haya hecho Dios. Así es como Dios habla a su pueblo.
Los caminos de Dios revelan su naturaleza. El poder del testimonio es un principio fundamental del Reino con implicaciones en cada área de nuestras vidas. Este principio debe ser enseñado, entendido, aprendido y aplicado a nivel individual y congregacional para mostrar el Reino del Evangelio.
Un testimonio es acerca de lo que Dios ha hecho. Nosotros nunca somos los personajes principales de un testimonio. Nuestras historias son testimonios porque cuentan lo que Dios ha hecho. ¡No tenemos un testimonio a menos que hayamos experimentado una invasión divina de Dios en nuestras vidas! Somos sus testigos solo en la medida en que hayamos experimentado su poder.
“pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” Hechos 1:8
Es después de que recibimos poder y el Espíritu Santo viene sobre nosotros que somos testigos. Testigo significa "alguien con un testimonio".
Los testimonios de Dios son una herencia invaluable porque en cada relato de lo que Dios ha hecho hay una revelación de su naturaleza, es una invitación a conocer a Dios a través de la experiencia en esa revelación. Estos encuentros nos transforman. Y las personas transformadas transforman a las personas.
David conocía el corazón del Padre, como se ve en el Salmo 40
Sal. 40:6-8 “Sacrificio y ofrenda no te agrada; Has abierto mis oídos; Holocausto y expiación no has demandado. Entonces dije: He aquí, vengo; En el rollo del libro está escrito de mí; El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, Y tu ley está en medio de mi corazón”.
Jesús vino a la tierra sabiendo que Dios no quería sacrificios de animales ni holocaustos; quería un hombre que hiciera Su voluntad. Jesús aceptó Su misión, y eso lo llevó a experimentar el deleite de Su Padre al cumplir Su deseo.
Jesús explicó la fuente de poder de su ministerio cuando dijo:
“…De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; pues todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente. Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace…” Jn. 5:19-20.
Esta realidad es la misma fuente de vida y poder para cada creyente. Conocer los testimonios de Dios es una parte crucial de “ver lo que hace el Padre”. Experimentar a Dios a través de lo que Él ha hecho en el pasado nos posiciona correctamente para experimentar a Dios en lo que Él está haciendo en el presente.
Cuanto más llegamos a conocer a Dios de manera experimental al responder a las invitaciones de Sus testimonios, más podemos llegar a ser como Él. Y cuanto más nos volvemos como Él, más podemos hacer lo que Él hace y manifestar Su naturaleza y poder al mundo que nos rodea.
Nuestra habilidad para cumplir su llamado y comisión dependen de una cosa vital – recordar. Recordar lo que Dios dijo y ha hecho en nuestras vidas y a lo largo de la historia, el testimonio, es una de las cosas principales que determinan nuestro éxito o fracaso en sostener un estilo de vida del Reino, de poder para hacer milagros.
Conforme exploramos la naturaleza del testimonio y la prioridad de recordar yo creo que vamos a ver que la Iglesia debe empezar a establecer verdades principales y prácticas en nuestra cultura para desbloquear los recursos celestiales que Dios ha puesto en el testimonio. Debemos tener esos recursos en orden para alcanzar todo lo que estamos llamados a ser y a hacer, soltando su poder milagroso en nuestro mundo.
Pr. Rafael Vargas