¿Viste alguna vez a alguien muy rico rogándole a una persona sin recursos económicos que le permita servirle? 

Estoy seguro que la gran mayoría me responderá que NO. 

Veamos que nos tiene que decir la Biblia al respecto: 

 “Y estaba escuchando cierta mujer llamada Lidia, de la ciudad de Tiatira,  vendedora de telas de púrpura, que adoraba a Dios; y el Señor abrió su corazón para que recibiera lo que  Pablo decía.  Cuando ella y su familia se bautizaron, nos rogó, diciendo: Si juzgáis que soy fiel al Señor, venid a mi casa y quedaos en ella. Y nos persuadió a ir”. Hechos 16:14-15 LBLA

Lidia era una persona con muchos recursos financieros, ella era una vendedora de telas de púrpura, y en aquella época, esas telas se utilizaban para vestir a la gente rica, en especial a la realeza. Lidia les rogó que fueran a su casa y se quedaran en ella. Eso aparenta señalar que en primera instancia Pablo y sus acompañantes no aceptaron la invitación, y por ello Lidia insistió tanto, que ellos terminaron siendo persuadidos.

El ruego de Lidia muestra su sincero y apasionado deseo de servir al apóstol y a sus acompañantes. “Dado que soy una verdadera creyente, déjenme servirles, quiero hacerlo”. Si apreciamos correctamente, nadie tiene que motivar ni inducir a esta mujer al servicio, es todo lo contrario, hay que detenerla para que deje de hacerlo. ¿Qué es lo que hace que Lidia tenga esta clase de deseo de servir? Esa clase de servicio no es normal, es el resultado de la obra sobrenatural de Dios en su vida. 

Leamos una vez más el vs. 14 “Y estaba escuchando cierta mujer llamada Lidia, de la ciudad de Tiatira,  vendedora de telas de púrpura, que adoraba a Dios; y el Señor abrió su corazón para que recibiera lo que  Pablo decía”. El corazón de Lidia fue “abierto” por Dios para que por esa abertura penetrará el evangelio y con ello el Salvador. No fue ella la que hizo aquello, no fue el mensaje de Pablo, fue el Espíritu Santo para que la gloria de la Salvación sólo pertenezca al único que salva y da vida, es decir a Dios mismo. ¡Lo que sucedió con Lidia, fue una obra divina¡ Y eso es lo que sucede en nuestro corazón cuando recibimos al Salvador.

El servicio cristiano es un desbordar de amor sobrenatural en tu corazón. Lo que sucedió en el corazón de Lidia es lo que Pablo nos dice que sucede en el corazón de todo verdadero creyente el día que se convierte: “y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”. Ro. 5:5.

El servicio cristiano es el resultado de una “operación” de corazón; es un cambio que Dios opera, a través de su Espíritu Santo.

Cuando Pablo se topó con Lidia, ella ya estaba obedeciendo a Dios. El versículo anterior dice: “Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido”. Hch. 16:13.  Entre ellas estaba Lidia, estaban reunidas orando, y quien sabe cantando y guardando el día del reposo. Entonces cuando el Señor “abrió” el corazón de Lidia, ella pudo “recibir” el evangelio como la cosa más valiosa del universo. El resultado: ¡Tiene pasión por servir! 

Lidia comprendió lo que dice en 1 Jn. 4:10 “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. Lidia cambió su apreciación por Dios. Disfrutemos el amor que Dios tiene por nosotros.

 

Pr. Rafael Vargas

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