“Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu. Jn. 19:28-30 RVR60
Pensar que cuando Jesús dijo: Consumado es, Él estaba proclamando que su vida como hombre en la Tierra estaba llegando a su fin, es un error. Tanto la Ley como los Profetas habían juzgado a la humanidad correctamente, porque el mismo Dios declaró: “La persona que peque morirá. Ningún hijo cargará con la culpa de su padre ni el padre con la del hijo. Al justo se le pagará con justicia y al malvado se le pagará con maldad”. Ez. 18:20 NVI.
El poder de este juicio era tan fuerte que, si Jesús NO hubiera venido en dos mil años y diez mil millones de personas hubieran vivido durante ese periodo, bien hubiera afectado a cada una de esas personas y aún no se habrían satisfecho las demandas de aquel juicio.
Dentro de las múltiples cosas que Jesucristo vino a hacer a la Tierra, está que Él vino a satisfacer el apetito de ese fuego insaciable al cumplir con todos los requerimientos de la Ley y de los Profetas.
Cuando dijo Consumado es, estaba diciendo: “¡Se ha saciado el apetito de la Ley y de los Profetas para siempre! Este es un nuevo día”. Como resultado de esto, cada uno de nosotros pasa de ser un esclavo del pecado, a ser poseedor del Reino en un instante: pasamos de ser parte del reino de las tinieblas a ser parte del Reino de la luz; de no tener ningún derecho en Dios, a ser el lugar donde Él habite por la eternidad.
de los cielos está cerca”. Mt. 4:17 NVI.
La palabra arrepentirse significa “cambiar la manera de pensar”. Sin embargo, es mucho más que un ejercicio mental. La aflicción por el pecado le permite a la persona arrepentirse verdaderamente y cambiar su mentalidad o su forma de “ver” la realidad.
“Por eso, dejando a un lado las enseñanzas elementales acerca de Cristo, avancemos hacia la madurez. No volvamos a poner los fundamentos, tales como el arrepentimiento de obras que conducen a la muerte, la fe en Dios”, Hebreos 6:1 NVI
Este pasaje bíblico nos enseña que hay dos partes en esta acción: el arrepentimiento de obras que conducen a la muerte, y la fe en Dios.
El arrepentimiento genuino es de algo hacia otra cosa: del pecado hacia Dios. Muchos cristianos se arrepienten lo suficiente como para alcanzar el perdón, pero no lo suficiente como para ver el Reino. Su arrepentimiento no permite que el Reino se haga visible.
Se enseña el mismo concepto con dos perspectivas diferentes. Un pasaje (He. 6:1) representa “hacia Dios” y el otro (Mt. 4:17) implica que es” hacia el Reino”. Lucas, capta la riqueza de ambos puntos de vista cuando escribe: “Por tanto, para que sean borrados sus pecados, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios” Hch. 3:19 NVI. El punto clave es que la presencia es el Reino. Es tan simple como eso.
Es muy fácil complicar la vida de los creyentes cristianos. Por ejemplo, se nos ha dicho que nos pongamos la armadura de Dios, que incluye el casco de la salvación, la coraza de justicia y demás. Para tenerlo claro leamos:
“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.
Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos”. Ef. 6:10-18.
Pablo nos dio estas indicaciones importantes, pero la mayoría de las veces perdemos el enfoque. Dios es mi armadura. No está diciendo: “Ponte algo que es una realidad, pero que nada tiene que ver conmigo. Nos dice: “Yo soy esa armadura. Solo permanece en mí. Yo soy tu salvación. Soy tu justicia, la coraza que te protege. Yo soy el evangelio de la paz. Soy la Buenas Nuevas. Yo soy la Espada del Espíritu”. Esta lista crea una imagen profunda sobre la Palabra que nos permite ver el beneficio que representa habitar en Cristo. Lo simple siempre es lo mejor.
Jesús dice que tenemos que arrepentirnos porque trajo su mundo consigo. Si no cambio mi forma de “ver” la realidad, nunca podré descubrir la realidad superior: la dimensión invisible del dominio del Señor. Esta clase de arrepentimiento le permite al creyente vivir en “regiones celestiales en Cristo”.
“Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en las regiones celestiales con toda bendición espiritual en Cristo”. Ef. 1:3 NVI.
Descubrir la presencia de Dios es descubrir el Reino.
Pr. Rafael Vargas