El Espíritu Santo está reuniendo un ejército para Sí mismo. Tiene la intención de imbuirlos con gracia y poder especial para lograr actos poderosos al final de la historia. Estarán equipados de manera única para enfrentar el mal sofisticado de nuestro tiempo. Pero todo comienza haciendo las paces con el Espíritu Santo y restaurándolo al lugar que le corresponde.
En Hechos verá la manera realista en que los creyentes se relacionan con el Espíritu Santo. Mientras lo reverenciaban profundamente, tenían un sentido de Su cercanía y Su participación en sus operaciones diarias. Se comportaron como si Él estuviera cerca y casi pudieran verlo. Sobre todo, anticiparon sus instrucciones.
“Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron. Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre”. Hch. 13:2-4.
Lo que sabían era que el Espíritu Santo había hablado. No tenemos indicación de ningún método que usaran para confirmar las instrucciones divinas. Lo que sabemos es que ayunaron, adoraron y oraron. No sólo sabían cuándo ir, también sabían cuándo detenerse.
El bautismo del Espíritu Santo es el enemigo natural de las artimañas del diablo que pretenden paralizar a la iglesia. Cuando Dios se derrama sobre su pueblo, la cultura de la iglesia cambia instantáneamente. Una audiencia se transforma en un ejército. Y se desata un hambre insaciable por la Palabra de Dios.
El bautismo del Espíritu, es un don a la iglesia, y es tan urgente e importante, que a la Iglesia Primitiva se le prohibió comenzar a operar hasta que lo hubiera recibido.
“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. 5 Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días”. Hch. 1:4-5
Los apóstoles lo consideraron esencial y lo prescribían a cualquier creyente que no lo hubiera recibido.
“Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo”. Hch. 8:14-15.
¿Qué podemos hacer con los demonios que están estrangulando a nuestra Nación? ¿Podemos romper su hechizo sobre Bolivia? Los demonios divisivos nos han llevado al borde de la guerra civil. Espíritus de lujuria han difundido la perversión que ha contaminado cada aspecto de nuestra cultura. Los demonios han desatado la adicción y la violencia. ¿Podemos detenerlos? No sólo podemos, es nuestro deber derribarlos.
“Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” 2 Co. 10:4-5
La mayoría de las prédicas y enseñanzas de hoy dan la impresión de que es muy poco lo que podemos hacer. Si no podemos derribar fortalezas, ¿No es Dios culpable de abuso infantil a gran escala? Es culpable de dejar que Pablo despierte una esperanza que nunca podrá cumplirse. Porque el punto central de la cita que acabamos de leer es provocar a la Iglesia a tomar las poderosas armas de Dios.
“Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades”. Lc. 9:1
Los hombres y las mujeres del pueblo protestaron enérgicamente contra sus hermanos judíos, pues había quienes decían: ”Si contamos a nuestros hijos y a nuestras hijas, ya somos muchos. Necesitamos conseguir trigo para subsistir”. Otros se quejaban: “Por conseguir trigo para no morirnos de hambre, hemos hipotecado nuestros campos, viñedos y casas”. Había también quienes se quejaban: “Tuvimos que empeñar nuestros campos y viñedos para conseguir dinero prestado y así pagar el tributo al rey . Y aunque nosotros y nuestros hermanos somos de la misma sangre, y nuestros hijos y los suyos son iguales; a nosotros nos ha tocado vender a nuestros hijos e hijas como esclavos. De hecho, hay hijas nuestras sirviendo como esclavas, y no podemos rescatarlas, puesto que nuestros campos y viñedos están en poder de otros”. Neh. 5:1-5 NVI
El pueblo de Israel estaba pasando por una gran necesidad económica. Muchos habían empeñado sus campos y sus viñedos para llevar trigo para comer a sus hogares; otros lo habían hecho para prestarse dinero y pagar el tributo al rey. Pero lo crítico se plantea en el vs. 5 cuando dicen: a nosotros nos ha tocado vender a nuestros hijos e hijas como esclavos...
Cuando Nehemías se entera de esto, dice: “Cuando oí sus palabras de protesta, me enojé muchísimo”. Neh. 5:6 NVI. El enojo es nuestra reacción cuando vemos algo que es incorrecto para nosotros. A pesar de lo desesperante de la situación, los recaudadores del rey fueron implacables con el cobro del tributo, además de quienes les cobraron intereses por los préstamos, de manera que agudizaban la ruina del pueblo.
“¿De dónde surgen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que luchan dentro de ustedes mismos? Desean algo y no lo consiguen. Matan y sienten envidia, y no pueden obtener lo que quieren. No tienen, porque no piden”. Stgo. 4:1-2 NVI
Esta porción de la Palabra nos dice que discutimos y peleamos debido a que deseamos algo y no lo conseguimos.
Otro aspecto que hay que comprender es el referido a que son esas “pasiones” que luchan dentro de cada ser humano. Y se refiere a tener un deseo desmedido. Santiago nos dice que las contiendas se generan cuando en nuestros corazones hay un deseo desmedido por algo que no estamos dispuestos a ceder. Ese deseo puede ser bueno o malo.
No peleamos porque la otra persona es testaruda, ni porque somos agresivos por naturaleza, tampoco porque nuestro padre era así, y así aprendimos a resolver nuestros dilemas. El apóstol lo deja establecido, peleamos o discutimos debido a “nuestros deseos desmedidos”, los cuales luchan dentro de nosotros mismos. La razón por la que peleamos está clara: es porque no obtenemos lo que queremos. Peleamos por nuestros deseos, ya sea por lo que nos place o por lo que nos parece mal. Porque añoramos algo y no se da, no se logra.
Cuando el corazón cree una verdad, no puede dejar de pensar en esa verdad y en las implicaciones que vienen con ella.
Si te digo que el Creador del Universo quiere ser tu Padre; y que además quiere ser tu Consejero. Estas verdades, ¿no te llevarían a pensar en el gran poder del Creador?. No empezarías a fantasear en el teatro de tu imaginación con lo que eso implicaría en tu vida. Tener tu padre adoptivo, que es todo poder, que todo lo sabe. No pensarías en las increíbles consecuencias que eso supondría para tu vida. Tener semejante Consejero.
Te acabo de compartir una verdad, pero ¿crees tú esa verdad? Si tu no la crees, esta no te afecta… Y no te afecta porque no crees. Eso es lo que sucede muchas veces en nuestro fuero interior, y es que la “intensidad” o el “nivel” de realidad que las verdades de Dios tienen en nuestros corazones es muy pobre y muchas veces es prácticamente nulo. Tú te preguntaras, ¿Cuál es la causa para que se dé esta situación? la cual sea dicho de paso es muy común.
En Lucas 15 dice la Biblia que un padre pierde a uno de sus hijos, y cuenta toda la experiencia que vive este muchacho. Concentremos nuestro recuerdo en lo que este padre hace cuando encuentra a su hijo.
“Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse”. Lc: 15:22-24
El padre hizo una gran fiesta por haber encontrado a su hijo que se había perdido. La fiesta incluía a sus familiares y siervos. Lo que este padre está diciendo es: ¡Alégrense conmigo! ¡Quiero que sientan lo que yo siento!
Cuando una persona se convierte hay tanto gozo en el corazón de Dios que el ejemplo humano que más se le acerca es una fiesta donde NO solo una persona se goza sino que todos celebran porque todos comparten el gozo. El gozo que experimenta el padre es tan grande, que NO puede dejar de compartirlo. Pero, ¿qué es lo que inicia la gran fiesta celestial? Jesús lo dejó establecido así: “Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento”. Lc. 15:7.
“Pero nada tengas que ver con las fábulas profanas de viejas. Más bien disciplínate a ti mismo para la piedad”. 1 Ti. 4:7 LBLA
La idea que Pablo le transmite a Timoteo es que para llegar a ser espiritual, es necesario ser disciplinado. Necesitamos generar nuevos hábitos. ¿Por qué? Porque está en juego nuestro aprecio por Dios.
Hay pocas cosas más importantes en tu vida que tus hábitos. Si queremos ver en el futuro, la clase de personas que seremos. La conclusión más acertada que podemos tener es aquella que esté ligada a los hábitos que tenemos hoy.
Una situación de vida. Si mi dieta alimenticia está basada en bebidas gaseosas, papas fritas, pizzas, helados, hamburguesas, panchitos, etc… ¿Cómo espero gozar de buena salud? Y si a eso añado que llevo una vida sedentaria donde no hago ningún tipo de ejercicio físico; con seguridad me estoy predisponiendo a tener algún problema de obesidad, si es que no llego a desarrollar problemas circulatorios y cardíacos gracias a todo el tejido graso que estaré acumulando, por mis malos hábitos. Es un hecho que los buenos hábitos favorecerán tener un buen estado de salud, mientras que los malos te van a privar de ello.
En el ámbito espiritual, lo mencionado acerca de los hábitos en lo natural, comporta de forma es muy similar. ¿Tienes la costumbre de buscar a Dios en oración a diario? ¿Meditas en la Palabra con frecuencia?. Tus hábitos espirituales van a marcar la diferencia de resultados en tu vida espiritual.
La cuestión es ¿Cómo cuidar nuestro corazón?
Una manera sería haciendo que nuestro corazón esté inmerso en cosas que nos permitan renovar nuestro amor por Dios y por nuestro prójimo. Y otra manera sería protegiendo nuestro corazón de todo aquello que pudiera seducirlo a vivir para sí mismo.
“Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida”. Pro. 4:23 NVI
Ante esta recomendación deberíamos asumirla e invertir nuestro tiempo, energía, esfuerzo y creatividad en cuidar nuestro corazón. Al decirnos “por sobre todas las cosas”, nos está señalando que cuidar nuestro corazón es más importante que ir a trabajar, que ganar dinero, que el entretenimiento.
Sobre todo aquello que apreciemos, debe tener prioridad el cuidar nuestro corazón.
¿Por qué esta advertencia está inmersa en la Palabra? Porque todo lo que uno hace esta influenciado por aquello que nuestro corazón valora o ama más.
La cuestión es ¿Cómo cuidar nuestro corazón?
Una manera sería haciendo que nuestro corazón esté inmerso en cosas que nos permitan renovar nuestro amor por Dios y por nuestro prójimo. Y otra manera sería protegiendo nuestro corazón de todo aquello que pudiera seducirlo a vivir para sí mismo.
“En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad. No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Fil. 4:10-13
Pablo escribe a los creyentes en Filipo para agradecerles por una ofrenda que ellos le enviaron. En el vs. 11 les dice que ha aprendido a contentarse en cualquier situación, ya sea que tenga o no tenga para comer. Cualquiera que sea su situación, Cristo lo fortalece.
Si analizamos este pasaje desde una óptica meramente material podemos sacar conclusiones erróneas. Pablo no está hablando de que el Señor le da la capacidad de no comer por varios días, Pablo está hablando del corazón. Lo que él está diciendo es que “Al tener a Cristo está absolutamente feliz, contento, lleno y satisfecho”. Nos está diciendo que ha llegado a descubrir el secreto de que teniendo a Cristo tiene todo lo que necesita.