Los que pasaban tiempo con Jesús eran siempre transformados por el encuentro y la relación continua que tenían. 

Lo que es difícil de entender e imposible de explicar es que Él es cien por ciento Dios y cien por ciento hombre. Ese es el gran misterio. Lo más importante de ver y entender es que Jesús no hacía nada como Dios. Él eligió vivir con las restricciones propias del hombre. Por esta razón dijo: “…El hijo no puede hacer nada por sí mismo…” Jn. 5:19 RVC. Aunque es el Hijo de Dios, decidió vivir con las limitaciones del hombre para poder dejarnos un modelo a seguir.

Es Dios quien continuamente prepara el escenario para trabajar en conjunto con personas imperfectas en una relación de colaboración. 

Con su ejemplo, Jesús nos enseña dos condiciones que son esenciales para imitar la vida, la presencia y el poder que Él manifestaba. La primera es que Jesús no pecó. La segunda condición es que Jesús fue empoderado por el Espíritu Santo. Jesús como humano no tenía poder, hasta que el Espíritu de Dios vino sobre Él en las aguas del bautismo. 

“Un día en que todo el pueblo estaba siendo bautizado, también fue bautizado Jesús. Y mientras Jesús oraba, el cielo se abrió 22 y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma de paloma. Entonces vino una voz del cielo, que decía: Tú eres mi Hijo amado, en quien me complazco”. Lc. 3:21-22 RVC

Luego de esa experiencia, Cristo comenzó a caminar en poder. 

“Jesús volvió del Jordán lleno del Espíritu Santo, y fue llevado por el Espíritu al desierto… Con el poder del Espíritu, Jesús volvió a Galilea; y su fama se difundió por todos los lugares vecinos”. Lc. 4:1,14 RVC 

Cuando quiso que sus discípulos vivieran en el mismo poder que Él vivía, los hizo esperar en Jerusalén para que recibieran lo que se les había prometido: el mismo derramamiento del Espíritu Santo que Él había recibido ahora iba a ser derramado sobre todos ellos. 

 “Pero cuando venga sobre ustedes el Espíritu Santo recibirán poder,  y serán mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Hechos 1:8 RVC 

Cuando llegó el día de Pentecostés, todos ellos estaban juntos y en el mismo lugar. De repente, un estruendo como de un fuerte viento vino del cielo, y sopló y llenó toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron unas lenguas como de fuego, que se repartieron y fueron a posarse sobre cada uno de ellos.  Todos ellos fueron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu los llevaba a expresarse”. Hechos 2:1-4 RVC

La vida de Jesús es un ejemplo de lo que un hombre sin pecado y lleno del Espíritu Santo puede hacer. 

La vergüenza y la culpa son los esfuerzos del enemigo para hacernos asumir la responsabilidad de lo que Dios nos ha llamado a hacer: sanar a los enfermos, etc., como si estuviera dentro de nuestras posibilidades hacerlo

“Sanad enfermos,  limpiad leprosos,  resucitad muertos,  echad fuera demonios;  de gracia recibisteis,  dad de gracia”. Mt. 10:8 

Abrazar la responsabilidad de lo que Él nos ha llamado a hacer es bueno y está bien, pero si solo nos guía Él.

Pr. Rafael Vargas

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