Es posible que te hubieran enseñado que, si no sigues los Diez Mandamientos de Dios tú vas a arder en el infierno, entonces cada vez que cometes errores te sientes como un fracasado.
Si como la mayoría de las personas basas tu imagen propia en experiencias pasadas, cuando sientas que has fallado, te vas a sentir como un fracasado. Si tomaste malas decisiones en la vida, te vas a sentir como un tonto. Esa es la vieja manera de pensar. Porque cuando le entregaste tu vida a Jesús, según la Biblia EL te hizo nueva criatura. Entonces tus decisiones del pasado, no te definen como persona. Tú necesitas sentirte bien contigo mismo, o nunca podrás vivir la vida que preparo Dios para ti.
Una de las razones más comunes por la cual las personas se alejan de Dios es por el fracaso personal. Eso se da porque ellas luchan con sus tentaciones y todavía sucumben ante ellas. Han sido enseñadas que los cristianos tienen una ventaja para vencer la tentación porque Jesús vive en ellos. Es por ello que cuando fallan en cumplir el objetivo fijado, ellos se frustran. Se preguntan, ¿no debería vivir una vida libre de pecado? ¿Qué pasa conmigo? ¿Por qué no puedo ser un buen cristiano? Y la respuesta los lleva a concluir que están tan torcidos, que es imposible llegar a ser buenos; o tal vez el cristianismo no funciona para ellos.
Hay personas que son sobreprotectoras de sus hijos, al punto que se hace difícil vivir con ellas. Viven una especie de psicosis, hasta se les va el sueño a medianoche y van preocupados a ver cómo están sus hijos. Algún evento marcó su vida. ¿Será que están confiando en Dios? No será que el temor ha tomado control de su vida. Nosotros no deberíamos tener temor por lo que pudiera ocurrir a nuestros hijos. Jer. 29:11 11 Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal... Los planes que Dios tiene para ellos son maravillosos. 1 Cor. 2:9 9Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman.
Confrontar creencias falsas implica cambio y este siempre es difícil de ser ejecutado, pero si uno quiere ir a lugares donde nunca ha estado, tendrá que pensar en cosas que nunca ha pensado. Mucha gente se aferra a creencias que la limitan, estas funcionan como anticonceptivo, evitan que se engendren las cosas maravillosas a las que Dios quiere que accedas en tu vida. Si las personas resolvieran el problema que tienen con sus falsas creencias y las reemplazaran por principios de Dios, la gente se volvería productiva, eficiente y viviría una vida llena de emociones y bendición.
Una obra que Espíritu Santo hace es ensanchar nuestra manera de pensar, por eso, nos desafía a pensar en grande. Por lo general las falsas creencias se caracterizan por mantener el pensamiento estrecho. En la Biblia se ve como Dios hace un proceso de expansión de nuestros pensamientos antes de empezar a usarnos.
Uno de los grandes problemas del hombre en general tiene que ver con esa tendencia a mitificar las personas, las ideas y las cosas. Y ese tipo de situaciones tiene que ver directamente con el problema de tener una mentalidad estrecha aunada a la concepción y adopción de “vacas sagradas”. Ambas son dos áreas de creencias falsas que necesitamos confrontar antes de poder tener una vida de comunión plena en el Espíritu.
Algunas creencias falsas a primera vista no parecen tener nada que ver con estar inmerso en el Espíritu.
Podemos resumir esas creencias con una simple palabra: moralismo. El moralismo es una señal segura de una creencia falsa. Para superarlo, uno tiene que aceptar el poder de la gracia.
Espíritu Santo puede guiar a los creyentes de forma poderosa y también puede activar la reacción adecuada a las necesidades de las personas cualesquiera que estas sean. Esto provoca que la vida del creyente se vuelva una vida emocionante. Si es tan a todo dar vivir una vida de intimidad con Espíritu Santo; ¿por qué no viven así todos los seguidores de Cristo? La respuesta es sencilla, para vivir una relación de intimidad con Espíritu Santo se necesita ejecutar un cambio drástico en nuestras creencias y acciones, y la gente evita los cambios porque se siente incómoda por ellos. El cambio que se requiere demanda revisar y desafiar su sistema de creencias y le hace sentir incompetente, y ese no es un sentimiento agradable.
Para entrar en una relación de intimidad con Espíritu Santo necesitamos enfrentar nuestros temores y ejecutar los cambios necesarios.
Las personas tienen a veces tales modelos de creencias que los paralizan, o los llevan a volverse críticos gratuitos del cambio. Lo que necesitamos comprender a la luz del conocimiento de la Palabra de Dios es que existen métodos negociables y lo que es innegablemente no negociable es la Verdad.
Cuando hacemos a Jesús el Señor de nuestras vidas, nos convertimos en “nuevas criaturas”. 2 Cor. 5:17 Si hemos tomado la decisión de seguir a Cristo, es porque ya tenemos mente de Cristo 1 Cor. 2:16 Eso NO quiere decir que nos volvemos perfectos al darle nuestra vida a Cristo, todavía hay hábitos, costumbres y creencias que cambiar.
Necesitamos cambiar aquello en lo que creemos y que no esté alineado con la voluntad de Dios. La razón por la que debemos hacer esto es porque nuestro sistema de creencias nos puede estorbar, porque podría oponerse a que vivamos este cambio necesario. Cada uno de nosotros tiene un sistema personal de creencias. Algunas de ellas están basadas en la verdad, otras en medias verdades, o en ideas erróneas e incluso en mentiras rotundas. Así que, si dejas estos sistemas de creencias intactos, esas creencias equivocadas van estorbar tu accionar, van a obstaculizar tu relación con Espíritu Santo, y van a provocar que seas menos efectivo para compartir el evangelio.
Cuando la gente piensa en los cristianos, no piensa en personas que se mueven en poder, ni en milagros ni siquiera que se mueven en confianza todos los días, no vienen a su mente palabras como persona excelente o sabia.
Cuando las personas enfrentan cierto tipo de problemas y necesitan respuestas prácticas, generalmente no acuden a la Biblia en busca de soluciones o respuestas. Y cuando piensan en “iglesia” no se imaginan un lugar vibrante, lleno de vida y regocijo; ni tampoco lo ven como el mejor lugar para construir y fomentar buenas relaciones.
Por el contrario, cuando las personas piensan en el cristianismo, solo ven religión, juicio, condenación, tradiciones huecas, viejas y aburridas. Otros se imaginan un show, estilo película de Hollywood, de esas llenas de exageraciones que se difunden por la TV, y junto con ello los “milagros” que la gente piensa que han sido “montados” para engañar a la gente.
Las personas tienen a veces tales modelos de creencias que los paralizan, o los llevan a volverse críticos gratuitos del cambio. Lo que necesitamos comprender a la luz del conocimiento de la Palabra de Dios es que existen métodos negociables y lo que es innegablemente no negociable es la Verdad.
He visto en diferentes lugares, personas intentando compartir su fe; pero cuando uno mira la reacción de la gente a esas iniciativas uno fácilmente puede darse cuenta que esos métodos ya no son efectivos.
A pesar de su buen corazón, muchos de estos evangelistas bienintencionados hacen más mal que bien. Están metidos en una rutina de confrontación, que sencillamente no funciona. Y no es que la gente se oponga al mensaje; cuando se comparte de la forma correcta, uno no puede encontrar un mensaje más precioso que las noticias acerca de Jesús. Nosotros, como seguidores de Cristo, tenemos que cambiar la forma en como compartimos el mensaje. El mensaje no necesita ser cambiado, los que tenemos que cambiar somos los mensajeros. Y como resultado lograr que las personas se acerquen a Cristo y quieran conocerle.
Nuestro Padre Celestial nos ha enviado OTRO consolador; es decir alguien igual de poderoso a Jesús. Él no nos iba a dejar indefensos, ni con un maestro de talla menor a Jesús. Espíritu Santo es una persona, y como tal quiere ser nuestro amigo. Él quiere que lo conozcamos un poco más cada día.
Cuando oramos por las personas y Espíritu Santo es quien trabaja, no se trata de nosotros. No se trata de nuestra capacidad o la falta de ella; y mientras más conscientes estemos de ello, seremos más libres para para poder ayudarles en sus necesidades; así alcanzaremos a los que tienen el alma herida, las finanzas rotas, hambre y sed de justicia, los quebrantados de corazón y aquellos insatisfechos con su manera de vivir.