Es una bendición que nos reunamos para adorar a Dios, cantar sus maravillas, y servirle desde lo más profundo de nuestro ser. Es posible que tengamos ciertas reuniones que no queremos que terminen, pero, tenemos que estar conscientes que nosotros no vivimos en reuniones. Esto es algo que les sucedió también a Pedro, Juan y Jacobo allí en el monte de la transfiguración.
Lc. 9:29-35 “…Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía. Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube. Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado;
A lo largo de la historia de la Iglesia vemos como han existido diferentes énfasis en la ministración, la adoración y la predicación. Pero la iglesia siempre se reúne a adorar y a glorificar a Dios. Pero ¿cómo debemos de acercarnos a Dios?, ¿cómo debemos vivir?, ¿cómo sabemos si lo que estamos haciendo está bien o no?, son temas que han estado por años en constante cuestionamiento e indagación.
Ro. 12:1 NTV “Por lo tanto, amados hermanos, les ruego que entreguen su cuerpo a Dios por todo lo que ÉL ha hecho a favor de ustedes. Que sea un sacrificio vivo y santo, la clase de sacrificio que a ÉL le agrada. Esa es la verdadera forma de adorarlo”. Cómo Pablo lo hace en la mayoría de sus epístolas, antes de decirnos ¿Qué vamos a hacer? o ¿cómo vamos a vivir?, él siempre nos dice qué pensar y qué creer.
1 P. 2:9 NVI “Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable”. Proclamar significa dar a conocer algo públicamente; pero si acudimos a la etimología de la palabra vemos que esta proviene del latín que significa “gritar”.
Una proclamación bíblica es una declaración oficial de la Palabra de Dios sobre la vida de un creyente. Toda proclamación debe estar basada en una o más escrituras que apliquen a la necesidad específica.
ITodo lo que hace Dios lo hace con orden; por ello también existe un orden para liberar el poder sobrenatural de la bendición profética.
Existen algunos requerimientos para liberar y recibir la Bendición Profética. Esta bendición debe ser impartida por una persona en autoridad espiritual. Debemos tener claro que la bendición le pertenece a Dios. ÉL instruyo que su autoridad espiritual delegada sea el conducto a través del cual la bendición profética iba a fluir. Num. 6:23 “Habla a Aarón y a sus hijos y diles: Así bendeciréis a los hijos de Israel”.
Is. 55:8-9 “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”. Dios va a hacer cosas conforme a su tiempo y sus caminos.
Los israelitas dejaron Egipto en un día, pero les tomó cuarenta años sacarse la incredulidad que habían incubado en Egipto. A pesar de los milagros relativos a las 10 plagas que envió el Señor sobre los egipcios para que los israelitas pudieran ser libertados, milagros de los que ellos fueron testigos, cuando vieron venir a Faraón con sus 600 carros de caballo en pos de ellos, se aterrorizaron.
Mr. 11:24 “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”.
Cuando una persona da un paso hacia Dios, el Todopoderoso da un salto en dirección a esa persona para abrazarle para siempre, y hacer a esa persona como una de las suyas, parte de su familia. El hecho de recibir la Bendición Profética es un paso que el hombre da hacia Dios; el hombre es impulsado por un alma que tiene sed por más de lo divino. Sal. 42:1.
A lo largo de la historia, se han perdido innumerables bendiciones. Una bendición perdida es aquella que no ha sido liberada por una autoridad espiritual o que no ha sido recibida por la persona sobre la cual esta bendición ha sido hablada. Con tristeza en el corazón vemos como tantas personas pierden la dirección divina en sus vidas debido a que sus padres se han negado a decir la bendición sobre su descendencia. Y en otros casos, es aún más triste cuando padres fieles a Dios, hablan la bendición sobre sus descendientes, pero ellos se niegan a aceptar la bendición que se habló sobre sus vidas.
Tenemos la capacidad de liberar SUS bendiciones sobre nuestras vidas, impactar positivamente nuestros matrimonios, hijos y nietos, así como experimentar el favor ilimitado de Dios. Jesús lo hizo, ¿por qué no podríamos hacerlo nosotros? ¿Por qué Jesús pudo, acá en la tierra, sanar y bendecir a aquellos que lo rodeaban haciendo uso de sus proclamaciones proféticas y el toque de sus manos? Nosotros también tenemos el poder para tocar y con ello bendecir a las personas, cuando nosotros estamos vinculados con la Palabra hablada de Dios.
Decir que hay poder en el toque de los seres humanos no es un concepto nuevo. Estudios científicos han establecido que en el tocar a las personas hay poder para sanar. Así como se ve en la Biblia que muchos milagros muestran que existe un poder para bendecir y para sanar a través de tocar a las personas, de la misma manera la ciencia médica ha comprobado que no sólo puede sanar, sino que tiene el poder para mantener a las personas con buena salud mental y emocional; las que son dos de las más grandes bendiciones de Dios.
¿Jesús y sus discípulos estaban cruzando el mar de Galilea y los vientos se embravecieron al punto que los discípulos estaban aterrorizados pensando que iban a morir, asustados despertaron a Jesús. Mr. 4:38-39 “… Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza”. Jesús habló y así fue. En otra ocasión, Jesús estaba parado frente a la tumba de su amigo Lázaro, quien tenía cuatro días de muerto y “...clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió”, Jesús habló y así fue. En Lc. 5:12-13 “Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él”. Él habló y así fue.
Esa voz que calmó el mar, que levantó a Lázaro y curó al leproso, es la misma voz que habló a las tinieblas en la Creación y éstas huyeron de la faz de la tierra. Tú puedes estar pensando claro, es que era Jesús, el hijo de Dios; pero hoy quiero decirte que tu hablar, como hijo de Dios, expresa el poder de Dios en cualquier momento que tú proclamas la Palabra de Dios. La Palabra de Dios tiene poder infinito, poder para liberar oprimidos, sanar enfermos y redimir perdidos.
Dios nos dio un poder especial, el cual reside en nuestras palabras, estas pueden bendecir o maldecir. El hombre es la única criatura a quien Dios le dio la capacidad de comunicarse a través de palabras. Las palabras son una transcripción de tu mente y son un reflejo de tu corazón. Jesús era muy consciente de lo que revelan nuestras palabras, por eso dijo: Mt. 12:34 “¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca”.