La historia de la humanidad está llena de relatos sobre aventuras de los exploradores. Hombres como Colón que se aventuró a demostrar su teoría de que la tierra era redonda y se lanzó en una expedición al mar, astronautas que viajaron por el espacio, científicos que exploran las profundidades de la ciencia y la tecnología. Al hombre se le ha dado el don de la curiosidad, ese deseo de buscar más y más. Así es como el Señor nos invita a adentrarnos en esas aventuras como parte de la naturaleza que ÉL puso en nosotros. Esa naturaleza que nos lleva a descubrir y a crear.
Delante de nosotros tenemos el territorio menos explorado que existe. Es más vasto que el espacio exterior, más intimidante que las profundidades de los océanos y más desafiante que las altas montañas. Ese territorio no es otro que: la bondad de Dios. Dios mismo nos invitó a probar y ver . Y nos proveyó de un excelente guía, que nos asistiría y ayudaría en la travesía: el Espíritu Santo. Él vino a guiarnos a toda verdad.
Salomón fue conocido porque poseía un nivel de sabiduría inigualable. El dijo: “Gloria de Dios es ocultar un asunto, y gloria de los reyes el investigarlo”. Pro. 25:2 NVI.
Es fascinante que Dios se glorifique ocultando algunos asuntos. Sin embargo, es importante que nosotros podamos comprender que ÉL los esconde para nosotros, no de nosotros. Nuestro descubrimiento de la bondad de Dios nos habla de cuanto ÉL se deleita cuando la vamos descubriendo. ÉL se glorifica cuando nos esconde algún asunto para que nosotros lo encontremos.
El Padre nos invita a caminar en la aventura de descubrir Su naturaleza. El Reino de Dios se esconde para que nosotros lo encontremos. Es un Reino donde necesitaremos la eternidad para descubrir todo lo que ÉL ha hecho por nosotros.
La Ley de Moisés le enseñó a Israel todo lo que necesitaban saber acerca del Mesías antes de que ÉL apareciera en escena.
En el Antiguo Testamento hay algunas de las muestras más hermosas del corazón de Dios. Dios ilustró el corazón que tenía para su pueblo. Eze. 33:11 “Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?”
Dios no es un tirano enojado que desea el castigo y la muerte de los malvados. ¡Su pasión es que podamos experimentar la vida al máximo! Dios anhelaba que su pueblo supiera lo que sentía por ellos. También deseaba que esto fuera puesto en palabras, ya que algo sucede cuando unimos nuestras palabras y su corazón.
Recuerda que Dios planea hacer “…muchísimo más que todo lo que podemos imaginar o pedir…” Según Ef. 3:20 NVI. Sus promesas, por naturaleza desafían nuestro intelecto y nuestras expectativas. Por ello, no podemos darnos el lujo de sufrir los resultados de olvidar sus promesas.
Jesús dice: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor”. Jn. 15:9. ÉL te ama con la misma cantidad de amor con la que el Padre lo ama a ÉL. Dios te ama con la misma cantidad de amor con la que ama a su Hijo Jesucristo. ¿Es demasiado bueno para ser verdad? ¡Lo es! ¡Disfrútalo! ¡Vívelo!
Vive tu vida como si te sintieras la persona más amada del universo ¡porque lo eres! Por ello, mi mayor necesidad es disfrutar del amor que el Señor me tiene. Cuando ves esto en su plenitud te cambia, te transforma, te libera. Te hace una persona que no necesita ir por el mundo mendigando amor. ¡Porque tienes el amor de Dios! Ya no necesitas del sexo, del poder, de un mejor trabajo o de tener una figura de modelo para sentirte amado/a. ¡Ahora sabes que eres amado/a! Y eso cambia por completo tu vida, tus relaciones, tu comportamiento y tu forma de ser. Cambia lo que haces y cómo te relacionas con otros.
La visión empieza con identidad y propósito. Y revolucionando nuestro pensamiento podemos pensar con propósito divino. Este cambio empieza con una revelación acerca de ÉL.
Una de las tragedias de tener una identidad debilitada es cómo esto afecta nuestra manera de comprender las Escrituras. Somos propensos a dejar para más adelante, para el futuro, aquellas cosas que demandan valentía, fe y acción. La idea errada, es que, si es bueno, no puede ser para este momento.
Adoptar un sistema de creencias que no requiera fe es muy peligroso; porque es contrario a la naturaleza de Dios y a todo lo que declara la Biblia. Dado que Dios planea hacer “…muchísimo más que todo lo que podemos imaginar o pedir…” Ef. 3:20 NVI. Sus promesas, por naturaleza desafían nuestro intelecto y nuestras expectativas. Por ello, no podernos darnos el lujo de sufrir los resultados de olvidar sus promesas. Lm. 1:9 NVI “[Jerusalén] no tomó en cuenta lo que le esperaba. Su caída fue sorprendente…”