Maestro, Ya es muy tarde, y en este lugar no hay nada para comer. Despide a esta gente, para que vayan a los campos y aldeas cercanas, y compren algo de comer. Jesús les respondió: Denles ustedes de comer. Hay una necesidad, pongan en acción su fe y resuelvan la necesidad. En esta situación esa es la voluntad del Señor.
Jesús nos dejó un modelo a seguir. Él ilustró cuál es la voluntad de Dios cuando enfrentamos problemas. También nos dio su autoridad para cumplir con éxito nuestra comisión, que incluye enseñarles a los futuros seguidores de Cristo las cosas que Él mismo nos mostró y enseñó. Él dio esa instrucción para asegurarse de que todos los seguidores estuvieran revestidos con poder: el Espíritu Santo. Luego, Jesús volvió al Padre y dijo que veríamos cosas mayores que las que Él hizo.
“De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago él también las hará; y aun mayores que estas hará, porque yo voy al Padre”. Jn. 14:12
¿A quiénes dejó Jesús con las mismas herramientas de autoridad, poder y presencia que Él tenía para lidiar con las amenazas de la crisis, la tragedia, la enfermedad y los desastres? Fue a nosotros, los creyentes.
Ya es hora de descubrir cómo utilizar las herramientas que nos fueron confiadas, y más específicamente, descubrir cómo cooperar con el Espíritu Santo de manera que glorifiquemos el nombre de Jesús en la Tierra, en lugar de inventar todo tipo de excusas.
El Señor puede usar cualquier situación para su gloria. Así de bueno es él. Hay personas que han atravesado por situaciones terribles, y han buscado a Dios y Él restauró sus vidas y los fortaleció. Pero hacerlo responsable de haber causado esa situación porque puede utilizarla para redención es ilógico. Va en contra de la naturaleza del Señor revelada en Cristo Jesús. El fruto de tal confusión en la familia sobre la naturaleza de nuestro Padre es un mundo que está aún más confundido sobre la naturaleza de este Dios.
El Señor tiene anhelos, deseos y sueños. Parte de esos sueños fue que pudiéramos tener una relación con Él. A ninguno de nosotros se nos obligó a relacionarnos con Él. Y ahora, tenemos una misión en Cristo, que es influir en lo que sucede y lo que no sucede en el planeta Tierra, y de esta manera, ayudar a que su deseo se cumpla.
Nosotros, los creyentes, somos portadores del mensaje de salvación. Hemos sido comisionados a predicar este mensaje en todas partes del mundo. Si enviamos predicadores a un lugar específico de Bolivia, pero nos rehusamos a enviarlos a otros lugares de Bolivia, muchas personas perderán la oportunidad de escuchar el evangelio. ¿Quiere decir que Dios no quería que todas las personas que viven en Bolivia tuvieran vida eterna? ¡No!, fuimos nosotros los que propiciamos eso. Fue nuestra elección. Porque el Señor no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan.
“...no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”. 2 P. 3:9b.
¿Cuál es la voluntad del Señor en este pasaje? Que nadie perezca en el pecado y que todos se arrepientan. ¿Se está cumpliendo? No. ¿Es su culpa? No. ¿Significa eso que no tiene la capacidad de hacer que su deseo se cumpla? No. Él hizo posible que todos pudiéramos llegar a Cristo. En Jesús nos dio un ejemplo a seguir. Nos libró del pecado por medio de la sangre de Jesús. Luego, Jesús nos comisionó. Nos dio el mismo poder que Él tenía en su ministerio. Hizo posible que la voluntad de Dios se cumpliera en la tierra como en el cielo. El impulsor para que esto sea una realidad es el pueblo que ora sin cesar como Él nos enseñó: …Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Mt. 6:10.
2 Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Bethesda, el cual tiene cinco pórticos. 3 En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. 4 Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. 5 Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. 6 Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? 7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. 8 Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. 9 Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día. Jn. 5:2-9.
Esta es la historia maravillosa de un hombre sin esperanza alcanzado por la compasión de Jesús. Él se acercó al enfermo en representación del Padre Celestial. Esta historia no tiene precio.
Si esta historia tuviera lugar en la actualidad, de seguro los periodistas, reporteros de televisión, aun los pastores y los maestros entrevistarían a todos los que estaban alrededor del estanque y que no fueron sanados. La entrevista sería algo como esto: “¿Qué siente Ud. al saber que Jesús pasó al lado de Ud. para sanar a alguien?” Algunos usarían esa plataforma para advertirles a las personas que no se ilusionen, mientras la cámara enfoca a la masa de enfermos y discapacitados. Muchos de los que representan a la Iglesia llegarían a la conclusión de que, aunque Dios lo hubiera sanado, es obvio que no desea sanar a todos. ¿Por qué? En lugar de tratar de mostrarnos lo que puede hacer el Señor, Cristo estaba tratando de mostrarnos lo que puede hacer un hombre sin pecado y lleno del poder del Espíritu Santo. Si estamos tan preocupados por este estanque rodeado de enfermos, entonces ¡vayamos!
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”. Mr. 16:15.
La voluntad de Dios no es complicada. Jesús es la voluntad de Dios. Él señala a un Padre perfecto. Y ese Padre tiene grandes sueños y deseos para cada uno de nosotros. Estamos en el corazón de sus sueños. Sus sueños son para el ahora y para la eternidad. Tomarnos un tiempo para tenerlo en cuenta y pensar conforme a su corazón y su naturaleza impactará en lo que veamos y experimentemos a lo largo de nuestra vida. Les debemos a todos los que nos rodean poder considerarlo como Él realmente es: un Padre bueno y perfecto.
Pr. Rafael Vargas