Una de las debilidades de la iglesia moderna es que ésta ha perdido el entendimiento hebreo de la Biblia. Cuando la iglesia abandonó las raíces hebreas que Dios le dio para seguir la “mentalidad griega” del mundo, los seguidores de Cristo quedaron literalmente ciegos a mucha de la revelación que Dios ya había dado. El resultado es que hemos perdido la habilidad para discernir lo profundo y lo verdadero de la Palabra.
Conforme empezamos a vivir en el calendario de Dios y seguimos su ordenado plan mensual, podemos programar nuestros días y alinear nuestra agenda de citas con la agenda del cielo.
Las tres fiestas instituidas por Dios, la Fiesta de la Pascua, Pentecostés y de los Tabernáculos; corresponden a los tres espacios definidos en el Tabernáculo de Moisés.
El atrio exterior del tabernáculo era el lugar de redención y limpieza. Antes de acercarse a Dios, los pecados tenían que ser cubiertos y la impureza tenía que ser quitada. El “lugar santo” era un lugar para la celebración por la provisión de Dios, la mesa del pan por la provisión material, el candelabro con siete brazos por la provisión del Espíritu Santo iluminando nuestras vidas; el altar del incienso representaba la provisión del acceso a Dios a través de la oración. Luego de estos dos espacios, había una barrera: El Velo, este separaba el Lugar Santísimo del pueblo; solo el Sumo Sacerdote podía atravesarlo una vez al año. Allí moraba la gloria de Dios y su presencia era tangible.