A la mayoría de las personas se les hace difícil seguir la guía del Espíritu Santo debido a que tenemos una experiencia muy limitada con ÉL. La mayoría lo conoce como aquel que convence de pecado o aquel que consuela cuando estas pasando por alguna prueba. La verdad es que no estamos acostumbrados a reconocer la presencia real del Espíritu Santo.
Conocemos una pequeña lista de manifestaciones aceptables que a veces suceden cuando ÉL aparece, tales como lagrimas, llanto, o una sensación de paz. Pero pocos lo reconocen solo a ÉL. Para empeorar las cosas, muchos, sin saberlo, lo rechazan porque aparece de una manera a la que no están acostumbrados.
Si bien pocos lo admiten, la actitud de la Iglesia en los últimos tiempos ha sido «si me siento incómodo con algo, no debe ser de Dios». Esta actitud ha dado lugar a muchos perros guardianes autodenominados que envenenan a la Iglesia con sus propias deducciones y temores. El hambre de Dios deja paso al temor, al engaño. ¿En qué confío más, en mi capacidad de ser engañado o en la capacidad de Dios de retenerme? ¿Y por qué crees que Dios nos dio el Consolador? ÉL sabía que sus caminos nos iban a hacer sentir incómodos primero.
2 Cr. 5:13-14 NTV “Los trompetistas y los cantores se unieron para alabar y dar gracias al Señor. Al son de trompetas, címbalos y otros instrumentos, elevaron sus voces y alabaron al Señor con las siguientes palabras: ¡ÉL es bueno!¡Su fiel amor perdura para siempre! En ese momento una densa nube llenó el templo del Señor. Los sacerdotes no pudieron seguir con la celebración a causa de la nube; porque la gloriosa presencia del Señor llenaba el templo de Dios”.
Su mundo ha irrumpido en el nuestro con regularidad en salvaciones, sanidades y liberaciones. La manifestación de esa invasión varía. Son fascinantes y numerosas para catalogarlas. Si bien algunas son difíciles de entender a primera vista, sabemos que Dios siempre trabaja de manera redentora.
En muchas ocasiones la risa ha llenado el lugar de reunión, trayendo sanidad a los corazones rotos. Otras veces un polvo dorado cubre los rostros, las manos y las ropas en el tiempo de adoración o en la ministración. Otras veces aparece aceite en las manos de SU pueblo; una suave brisa se percibe en una habitación que no tiene ventanas, ni puertas abiertas. Hay personas que aseguran haber visto una nube de SU presencia apareciendo sobre las cabezas de las personas que están adorando. También en algunas otras ocasiones, una fragancia especial ha llenado el auditorio.
Menciono estas manifestaciones porque parece ofender a muchos que abrazan este mover de Dios… es sencillo, una vez que hemos hecho algunos ajustes a nuestro sistema de creencias acerca de lo que Dios puede hacer o quiere hacer, podemos pensar que nos hemos expandido lo suficiente en lo que aceptamos como “mover de Dios”. Y decir “Ahora, nuestras creencias abarcan el mover de Dios”. Nada podría estar más lejos de la verdad. Estamos peligrosamente cerca de regular la obra de Dios mediante una lista nueva y revisada de manifestaciones aceptables. Ya no son sólo lágrimas, nuestra nueva lista incluye caídas, temblores, risas, etc. El problema es que todavía es una lista. Y Dios la va a violar. El debe hacerlo. Tenemos que aprender a reconocer cuando ÉL se está moviendo, a través de reconocer SU presencia. Nuestras listas sólo son buenas para revelar nuestro entendimiento o experiencia. No buscamos promover manifestaciones extrañas ni la novedad, nos negamos a sentir vergüenza por lo que Dios está haciendo.
La mejor manera de aprender a reconocer la Presencia de Dios es a través de la oración. Esto es una verdad obvia, pero muchas personas aprenden a orar sin la presencia del Espíritu Santo, pensando que su disciplina es lo que Dios está buscando. La disciplina es importante en el caminar con Cristo, pero el cristianismo nunca fue conocido por sus disciplinas; debe ser conocido por sus pasiones.
La oración es la máxima expresión de la asociación con Dios. Es la aventura de hablarle desde lo profundo de mi corazón y también de descubrir su corazón. Muchas personas se pasan la vida orando a Dios, cuando ellos debían haber estado orando con Dios. Esta asociación con Dios, con sus respuestas y avances, se supone que debería ser la fuente de nuestra llenura de gozo.
Judas 20 NTV “Pero ustedes, queridos amigos, deben edificarse unos a otros en su más santísima fe, orar en el poder del Espíritu Santo”.
Ef. 6:18 NTV “Oren en el Espíritu en todo momento y en toda ocasión. Manténganse alertas y sean persistentes en sus oraciones por todos los creyentes en todas partes”.
Cuando oramos oraciones ungidas, estamos orando desde el corazón de Dios. Su corazón se está expresando a través de palabras, emociones y decretos. Encontrar el corazón de Dios es una forma segura de encerrarse en SU Presencia. Este privilegio de trabajo conjunto es parte de la tarea dada a aquellos que se darían a sí mismos para llevar SU Presencia.
1 Cor. 14:4 NTV “La persona que habla en lenguas se fortalece a sí misma…” Orar en lenguas nos edifica y nos trae fortaleza personal. En esa clase de oración la Presencia de Dios nos inunda para brindar un gran refrigerio, creo que es un poco triste cuando la gente enfatiza que las lenguas son el menor de los dones, lo que parece darles el derecho de ignorarlo mientras persiguen los grandes dones.
Cualquier don que nos da Dios, es maravilloso, glorioso y extremadamente necesario para vivir en sus intenciones completas para nosotros. Este don particular es brillantemente útil para vivir continuamente en la Presencia.
Pr. Rafael Vargas S.