Dar honor es vital. Dios lo hace.
Para servir bien, necesitamos hacer algunos ajustes en nuestra forma de pensar y actuar. Esto afectará la forma en que servimos.
Esto comienza con la forma en que nosotros vemos a las personas.
En amor, Dios llamó a Gedeón un hombre esforzado y valiente, a pesar de que se estaba escondiendo de los madianitas.
Jesús llamó a Simón y le cambió el nombre por Pedro que significa roca, aunque vivió más como alguien inestable y a veces inseguro.
Jesús llamó a Saulo un vaso escogido antes de que Saulo confesara a Cristo y verdaderamente se convirtiera en un vaso voluntario.
Pablo llamó santos a los creyentes de Corinto, aunque sus estándares de comportamiento eran menos que santos.
Dios no nos halaga, pero nos atrae hacia nuestros propósitos con palabras de afirmación que resultan en la edificación de nuestra fe personal. No podemos llegar a donde Él nos está llevando sin estos bienes invaluables llamados fe y amor.
En Jn. 15:1-4, Jesús nos dio la instrucción más clara de todos los tiempos sobre cómo tener una vida fructífera, productiva y beneficiosa:
“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí”. Jn. 15:1-4
Dios recompensa todo crecimiento con poda.
Ser alguien que escucha continuamente de Dios es esencial para seguir dando fruto, es decir para seguir siendo fructífero. La verdad implícita es que las partes que dan fruto para la gloria de Dios, deben ser podadas y disciplinadas. Sin podar, naturalmente nos desarrollaremos y creceremos en áreas que ya no son el Reino.
"Sin corrección, y con suficiente tiempo, podemos tomar cualquier verdad y hacer que tenga el mismo efecto que una mentira". Eso puede sonar extremo, pero no lo es, necesitamos entender el asunto con total claridad. Hacia dónde vamos requiere constantes correcciones a mitad de camino. Las correcciones y los ajustes en forma de poda son absolutamente necesarios para que tengamos éxito en nuestra tarea; y no nos desviemos de nuestro objetivo.
El pasaje de Juan 15 trata sobre la fecundidad de nuestras vidas, pero los principios también se aplican a nuestros pensamientos. En otras palabras, hay formas de pensar fructíferas y formas de pensar infructuosas. E incluso los que dan fruto necesitan ajustes y cambios para glorificar a Dios continuamente.
Es tan fácil para nosotros hacer suposiciones basadas en una verdad que acabamos de experimentar y terminar completamente equivocados. Las suposiciones nunca deben reemplazar la voz de Dios.
“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”Ro. 12:2
Este versículo se refiere al proceso llamado la renovación de nuestra mente. Una mente transformada transforma a una persona. Una persona transformada transforma una ciudad.
Lo que todos estamos buscando en esta hora no requiere mejores herramientas o nuevos métodos ni tampoco nuevas opciones cristianas. Requiere mentes renovadas. Ese es el punto de partida.
En vista de esto, necesitamos echar otro vistazo a las formas de pensar que a veces usamos para trazar líneas de separación que en realidad obstaculizan nuestro impacto en el mundo que nos rodea. ¿Qué líneas? Esas líneas que dividen y separan. Algunas divisiones pueden ser buenas. Por ejemplo, dividir entre el crecimiento de un tumor canceroso y el resto del cuerpo humano es un ejemplo de una buena división de líneas, y esto es posible gracias al hábil trabajo de un cirujano.
Pero algunas líneas nos impiden cumplir bien nuestra tarea, porque están mal aplicadas, separándonos de nuestra oportunidad de tener éxito en nuestro llamado de Dios.
Pr. Rafael Vargas