Al redimir al hombre, Jesús recuperó lo que este había entregado.
Jesús declaró:
Mt. 28:18 “…Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”.
En este pasaje, Jesús cumple la promesa hecha a sus discípulos cuando les dijo “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos”. Mt. 16:19.
El plan original de Dios, nunca se canceló, por el contrario se completó de una vez y para siempre con la resurrección del Señor.
Nacimos para gobernar sobre la creación
Como su pueblo, volvimos a recibir la comisión de gobernar el planeta conforme a su plan.
Para ello tendríamos que aprender a ejercer en la práctica la victoria que Jesús logró consumar en la cruz del Calvario.
Nacimos para gobernar sobre la creación y establecer el gobierno de Jesús, dondequiera que vayamos predicando el evangelio del reino.
Ahora que el pecado ha entrado en el mundo, la creación ha sido infectada por las tinieblas es por ello que hay enfermedades, dolencias, epidemias, pobreza, desastres naturales, espíritus que nos afligen, influencias demoníacas de maldad… Y la lista continúa.
Nuestra labor debe concentrarse en revelar y deshacer las obras del diablo y administrar la creación. Administrar todo lo que nos ha sido confiado, talentos, dones y provisión personales y comunes. Mt. 10:8 “Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia”.
El poder de Dios y nosotros
Si uno recibe poder de un encuentro con el Dios de poder, entonces está preparado para darlo.
La invasión del Señor en situaciones imposibles se da a través de un pueblo que ha recibido poder de lo alto y ha aprendido a manifestarlo en la vida.
Mt. 6:13 “Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal…”
La palabra mal representa toda la maldición del pecado sobre la humanidad. Jesús destruyó el poder del pecado, la enfermedad y la pobreza por medio de su obra redentora en la cruz.
Cuando a Adán y Eva se les dio la comisión de señorear la tierra, ellos no tenían enfermedad alguna, tampoco conocían la pobreza, ni el pecado. Ahora que fuimos restaurados al plan original ¿deberíamos esperar algo menos que eso? Acaso vivimos bajo un mejor pacto.
Las llaves del reino
Mt. 16:19 “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos”.
Nos fueron dadas las llaves del reino, eso implica que nos fue dada autoridad “para derrotar a Satanás”
Lc. 10:10 TLA “Yo les he dado poder para que ni las serpientes ni los escorpiones les hagan daño, y para que derroten a Satanás, su enemigo”.
Este principio tiene una aplicación única en la frase “la llave de David”, que se menciona tanto en Apocalipsis así como en Isaías.
Ap. 3:7 e Is. 22:22 “Y pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; y abrirá, y nadie cerrará; cerrará, y nadie abrirá”.
El poder de las llaves residía no sólo en poder supervisar las cámaras reales, sino también en decidir quién podía ser recibido en presencia del rey y quien no.
Todo lo que tiene el Padre es de Jesucristo, y en Cristo también es nuestro. Todo su tesoro de recursos están a nuestra disposición para que podamos cumplir su comisión. Debemos reflexionar en esa parte en la que habla de controlar quién puede ver al Rey. ¿No es eso lo que hacemos con el evangelio?
Cuando lo declaramos, damos la oportunidad a otras personas para que entren y puedan ver al Rey y sean salvas, cuando callamos, hemos decidido mantener lejos de la vida eterna a quienes podrían oírlo. ¡Ojo con ello! Fue una llave que le costó mucho a Jesús obtener, y es también costosa para nosotros. Pero es aún más costoso enterrarla y no ganar intereses para el Rey que vendrá. Ese precio se hará sentir por toda la eternidad.
Pr. Rafael Vargas S.