Uno de los grandes problemas del hombre en general tiene que ver con esa tendencia a mitificar las personas, las ideas y las cosas. Y ese tipo de situaciones tiene que ver directamente con el problema de tener una mentalidad estrecha aunada a la concepción y adopción de “vacas sagradas”. Ambas son dos áreas de creencias falsas que necesitamos confrontar antes de poder tener una vida de comunión plena en el Espíritu.
Algunas creencias falsas a primera vista no parecen tener nada que ver con estar inmerso en el Espíritu.
Podemos resumir esas creencias con una simple palabra: moralismo. El moralismo es una señal segura de una creencia falsa. Para superarlo, uno tiene que aceptar el poder de la gracia.
Gracia es el poder de Dios obrando en tu vida sin merecerlo. Y se traduce en experimentar su paz, su gozo, sus milagros, su bendición y su provisión. Esto es importante porque las personas religiosas tratan de ser lo suficientemente buenas para hacer que Dios las ayude; cuando lo que hay que hacer es simple, obedecerle.
Muchas personas cuando oran le dicen a Dios lo buenas que son: “no me falto a la iglesia”, “estoy al día con mi diezmo”, “ya pues Señor, haz algo. Que cambie mi marido o finalmente que se vaya”. Es como para convencer a Dios lo bueno que somos, para que EL haga algo por nosotros. La gracia no opera así.
La gracia es algo que Dios da como un regalo gratuito a todo creyente, uno no se lo gana. Tú no tienes que ganarte la bendición de Dios; Dios te bendice porque te ama, y te ama porque eres su hijo. Jesús murió en vez de ti y cuando le entregas tu vida a ÉL; ¡la gracia de Dios es tuya!
El moralismo es esa tendencia a juzgar y tiene un fruto particular: aparta a la gente de Dios, aparta a la gente de la iglesia. Mientras que Jesús, nuestro Señor y Salvador es tan amoroso, tan comprensivo, tan cuidadoso, tan bueno y tan hermoso…. La gente necesita conocer a este Jesús.
Debido al moralismo, la gente cree que Dios está enojado con los hombres. Es cierto que ÉL pudiera estar con su martillo de juez diciendo ¡culpable!, ¡culpable! Tiene todo el derecho para hacerlo; pero ÉL prefirió amarnos y tener una relación con nosotros. Como las personas tienen esa idea errada de cómo es Dios, no pueden imaginárselo bendiciéndoles o prosperándoles porque creen que Dios está decepcionado de ellos.
Es evidente que hay consecuencias naturales por muchas de nuestras acciones; y esas consecuencias no son provocadas por Dios, es lo que sucede cuando se rompen ciertos principios. Por ejemplo, si saltas del tercer piso de tu casa y te rompes una pierna, no es porque Dios quería castigarte. Es porque tus huesos no resistieron semejante salto, por la falta de fortaleza de tus músculos y finalmente porque desafiaste la ley de la gravedad. No puedes culpar a Dios por la rotura de esa pierna. No es castigo. Es consecuencia natural.
La condenación nunca proviene de Dios. Dios redarguye de pecado al mundo, para mostrarle cuanto necesita a Jesús. Ya que ÉL es la puerta de entrada al perdón y la sanidad. Dios no anda buscando vengarse.
Por esas falsas creencias, uno se vuelve sentencioso y susceptible hacia los demás.
Jn. 3:16 16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Suena esto ¿como si Dios estuviera enojado? Para vivir una relación de intimidad con Espíritu Santo necesitamos saber quiénes somos en Cristo, que hizo Jesús por nosotros en la cruz, necesitamos conocer las cosas buenas que Él trae a nuestra vida cuando le seguimos y obedecemos.
Otra creencia falsa a desterrar es esa mala concepción de que la naturaleza de Dios es condenadora. Esa falsa creencia está dirigida a nosotros mismos. Para erradicarla, necesitamos aceptar el perdón de Dios. Muchos creen que Espíritu Santo esta de policía de inteligencia vigilándonos de día y de noche, para ser preciso a la hora de señalar tus faltas y pecados. Jn. 16:8-11 8 Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. 9De pecado, por cuanto no creen en mí; 10 de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; 11 y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.
Cualquier condenación no viene del Espíritu Santo. ¿Cuándo sabes que el diablo te anda condenando? Cuando te inundan pensamientos de derrota, temor, cuando llegas a odiar tu vida, cuando te sientes un perdedor sin esperanza y llegas a pensar que no hay un mañana para ti, eso es condenación del diablo.
Ap. 20:10 dice: 10 Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos. El diablo quiere que estés derrotado, desanimado y atrapado. Espíritu Santo nos convence de justicia y que necesitamos a Jesús en nuestras vidas. EL nos acerca a Dios en lugar de hacernos sentir extraños y distantes.
Jn. 14:26 26 Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho y para terminar Ro. 8:1 1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
Pr. Rafael Vargas S.