Efe. 5:8-13“Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad), comprobando lo que es agradable al Señor. Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas; porque vergonzoso es aun hablar de lo que ellos hacen en secreto. Mas todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo.” Este pasaje bíblico NOS dice que no podemos ocultar ni siquiera el secreto más oscuro y profundo en nuestras vidas, no hay ningún pecado que no vaya a ser expuesto.
El argumento de los apóstoles claro, nos habla de ser imitadores de Dios y ser personas santas en quienes no exista un ápice de inmoralidad (vs.3).Dice: somos hijos de la luz y como tales no podemos seguir viviendo en oscuridad, ni que la oscuridad encuentre algún resquicio en nosotros. Pero, ¿cómo podemos mantenernos en la luz, cuando estamos rodeados de semejante oscuridad? Sabemos que debido a nuestra naturaleza, la oscuridad tiende a encontrar fácil acceso a nuestras vidas. Entonces, es el vs. 13 el que da la respuesta: “ Mas todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo.”
Conforme confesamos nuestras maldades, estas no pueden sujetarnos por más tiempo. Estas dejan de ser como un gancho que el enemigo usaba para tener control sobre nuestras vidas. Cuando confesamos nuestros pecados nos liberamos, porque la oscuridad se vuelve luz. La única razón por la cual esto sucede es porque Jesús, la luz, vino a este mundo y a través de su sacrificio en la cruz y a su resurrección conquisto al pecado y a la muerte. Él tiene el poder para perdonarnos y convertir nuestra oscuridad en luz. Es por ello que el apóstol Juan dice 1 Jn. 1:9 ” Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”
Mentimos si decimos que somos cristianos, y seguimos haciendo cosas que pertenecen a la oscuridad. La confesión es crucial y debido a lo que Cristo hizo por nosotros podemos ser perdonados.
La sangre trabaja en el contexto de la iglesia, allí donde hay comunión de unos con otros. No fuimos enseñados a ser llaneros solitarios y es aquí donde vemos la importancia de lo que dice Santiago ”Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.” Stgo. 5:16. Aquí el contexto es del ministerio de sanidad en la iglesia.
Con total claridad, Santiago ve la confesión como parte del proceso de sanidad. Nuestra confesión sincera y arrepentida se convierte en el medio por el cual la sanidad necesaria puede ser liberada.
Con quien nos confesamos también es importante. Cuando uno ha nacido de nuevo, pasa a ser parte mística del cuerpo de Jesús. Él es el verdadero sacerdote, el único mediador entre DIOS Y LOS HOMBRES, de manera tal que todos nosotros en esencia somos sacerdotes. Todos los nacidos de nuevo, tenemos el mismo derecho de entrar en la presencia de Dios por lo que Jesús hizo y pidió. He. 4:16 “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.”
Entonces, ¿Con quién nos debemos confesar? Empieza con aquellas personas a quienes haz ofendido, a quienes tu auto-suficiencia ha afectado. Por ej., si ha mentido, pide perdón a la persona a la que le has mentido.
Hay personas a quienes nuestra confesión puede causar una gran pena y hasta lastimarles. Sin embargo, debemos tener en mente que conforme algo está oculto en nuestras vidas, eso le permite a Satanás poder manipularnos, condenarnos y mantenernos en un estado de contaminación.
Jesús hizo notar lo sucedido cuando la mujer con flujo de sangre toco su manto. Por efecto de la ley esta mujer estaba catalogada como impura, y era un crimen que en su estado ella tocase a alguien porque ella provocaría que esa persona sea tomada como impura. El reconocimiento que Jesús hizo de ella fue una validación de su fe, así como su declaración ante todos que ella había sido sanada, y había sido librada de su condición de impureza. Su sanidad fue real y el secreto tuvo que ser expuesto.
Nunca es fácil admitir los errores que uno comete, se requiere de humildad para confesarlos y luego arrepentirse para nunca más andar en ellos. Nuestro ego es el mayor estorbo para hacer ello.
Aparejado con la confesión debe ir el arrepentimiento. El arrepentimiento refleja una actitud de quebrantamiento, una dolorosa conciencia de nuestra pecaminosidad y una desesperada necesidad del perdón de Dios. Y también refleja el deseo de cambiar, de hacer todo lo necesario, todo lo que se tenga que hacer para vivir correctamente.
A la siguiente persona con quien debemos confesarnos es a aquella que nos ha herido o lastimado. Eso se llama confrontar. Jesús manda que hagamos esto. Mt. 18:15 “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano.” Y en los siguientes versículos nos muestra un proceso en el cual el ofensor y el ofendido pueden ser sanados.
Nuestro deseo de justicia es parte de haber sido hechos a la imagen de Dios. Con frecuencia el enojo es una respuesta a la injusticia y motiva a la persona a hacer algo para buscar justicia. Si no es manejado correctamente, el enojo provee un espacio para que el diablo opere en una persona. Ef. 4:26-27”Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.”
El enojo no resuelto nos lleva a la venganza y la amargura las cuales nos contaminan y nos vuelven una fuente de contaminación para quienes nos rodean. Por ello, confrontando a quienes nos ofendieron les proveemos la oportunidad de arrepentirse y pedir perdón o al menos de hacerles conocer cuan profundamente nos han herido y con ello dar solución a nuestro enojo que se encontraba atrapado y sin resolución.
A veces por protegernos del dolor, no confrontamos; y mantenemos todo en secreto. Sin embargo, el problema está ahí, el problema es que no se ha hecho justicia y eso afecta a nuestra manera de pensar, y nos mueve a distorsionar la verdad sobre como vemos a otras personas.
Pr. Rafael Vargas S.