Ya estaba arrancando la fase más importante del ministerio de Jesús con su traslado hacia Jerusalén para ejecutar la esencia central de su venida a este mundo, Su muerte y resurrección, cuando sucedió que algunos discípulos tuvieron un encontronazo al sentir la presión de hacer el ministerio aún derramando sangre. Jacobo y Juan querían invocar que cayera fuego del cielo sobre los samaritanos que no querían permitir  que Jesús y su equipo pasaran por su territorio. Piénselo: el asesinato estaba en el corazón de los discípulos como una solución para evitar ser rechazados en el ministerio. Y estamos hablando de los discípulos del círculo íntimo del Señor. 

Ellos justificaron su enfoque usando al profeta Elías como su ejemplo. Lc. 9:51-54  “Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos. Mas no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén. 54 Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?” En su respuesta, Jesús hace una distinción importante entre los ministerios representados por dos pactos diferentes. Lc. 9:55-56  Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea”. 

En otras palabras, Jesús estaba diciendo “Tendrán que ir a un espíritu diferente para recibir esa unción, porque no es lo que el Padre está haciendo hoy”. Ojalá muchos creyentes más memorizaran la respuesta de Jesús; porque ayudaría a poner fin a muchas cosas que se hacen en el nombre de Jesús con las que Él no tiene nada que ver.

Dos enfoques para la vida

Sin contar la idea del derramamiento de sangre, hay dos enfoques básicos para la vida y el ministerio. Ambos han tenido su lugar en la historia, y  se usan como modelos para la actualidad. 

Uno es el modelo que ejemplificó Elías. Él se mantuvo fuera de los sistemas de su época y declaró la palabra profética de Dios en mundos desprovistos de Dios, con la esperanza de que se arrepintieran. 

El otro enfoque se ve en alguien como José, quien se convirtió en parte del sistema mismo, sirviendo a otros para lograr cambios desde adentro.

Es importante mirar más de cerca a estos dos modelos para vivir la vida y el ministerio. Quiero plantear preguntas para que lo que hacemos, lo hagamos intencionalmente, con una comprensión completa de nuestras opciones. 

Existen estándares bíblicos que apoyan ambos enfoques: el ministerio desde el exterior de las instituciones mundanas o el ministerio desde el interior.

A lo largo del Antiguo Testamento, la forma más común de ministerio que tuvo un impacto poderoso fue el modelo de Elías. Entonces, en ese tiempo,  era el enfoque correcto, porque Dios lo había ordenado para esa época. Este modelo, fue el modelo del ministerio de Juan el Bautista. Incluso es utilizado por muchos predicadores de nuestros días. La Palabra dice que Juan el Bautista vino  con el espíritu y el poder de Elías…”  Lc. 1:17.

Y luego está el modelo de vida de Jesús, que también siguen algunos de los que hoy ministran el Evangelio. Obviamente, todos elegiríamos a Jesús si hablamos de a quién seguir. Él sólo es Dios, y Juan, el apóstol, lo señaló como la Luz, pero me refiero a Juan el Bautista y a Jesús aquí como dos modelos separados con el fin de examinar su enfoque de la vida y el ministerio, el cual era completamente diferente.

El ejemplo que Jesús proporcionó también fue ilustrado en diferentes momentos a lo largo del Antiguo Testamento. José fue uno de los que modeló este enfoque y se convirtió en un modelo de la vida de gracia que se desarrollaría bajo el Nuevo Pacto.  

No es que el modelo de Elías/Juan el Bautista sea incorrecto. Sin embargo, fue para una época diferente, preparando al mundo para el momento en el que nos encontramos. 

Pienso que estos dos modelos se abordaron en Mateo cap. 11, donde Jesús le dio un tremendo honor a Juan el Bautista: Mt. 11:16-19 Mas  ¿a qué compararé esta generación?  Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas,  y dan voces a sus compañeros, diciendo: Os tocamos flauta,  y no bailasteis;  os endechamos,  y no lamentasteis. Porque vino Juan,  que ni comía ni bebía,  y dicen: Demonio tiene. Vino el Hijo del Hombre,  que come y bebe,  y dicen: He aquí un hombre comilón,  y bebedor de vino,  amigo de publicanos y de pecadores. Pero la sabiduría es justificada por sus hijos”.

Jesús comparó el ministerio del Bautista con el duelo y el lamento, y comparó el suyo con la flauta que inspira el baile. Luego pasó a describir el enfoque diferente que él y Juan el Bautista dan en sus ministerios. Juan no era un socializador; no pasaba tiempo con grupos de personas que estaban aprendiendo a vivir juntos. Jesús era lo contrario. Comía y bebía en sus bodas y fiestas. Pasó tiempo en las casas de la gente. Comió con ellos, abrazó a los rechazados de la sociedad e incluso a la élite religiosa, y perdonó a los imperdonables. Concluyó Su comparación que debemos considerar con esta profunda declaración: Pero la sabiduría es justificada por sus hijos. ¿Qué querría decir con esto?

Conclusión

Nuestro llamado a la sabiduría es un llamado a asociarnos con las personas, relacionarnos con ellos y compartir la vida juntos. Debemos perdonarlos e ilustrar la reconciliación, mientras mantenemos normas justas en nuestra vida personal. Todo esto, que Jesús modeló, es la llamada a la sabiduría. Y la sabiduría tiene hijos. Los hijos de la sabiduría son el fruto de este enfoque. Aquellos a quienes servimos deben ser los que ayuden a llevar la transformación. Esto sucede cuando no consideramos a esta generación demasiado sucia para ser tocada o demasiado sucia para servir y restaurar. Los transformados se convertirán entonces en transformadores.

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