La Ley de Moisés le enseñó a Israel todo lo que necesitaban saber acerca del Mesías antes de que ÉL apareciera en escena.
En el Antiguo Testamento hay algunas de las muestras más hermosas del corazón de Dios. Dios ilustró el corazón que tenía para su pueblo. Eze. 33:11 “Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?”
Dios no es un tirano enojado que desea el castigo y la muerte de los malvados. ¡Su pasión es que podamos experimentar la vida al máximo! Dios anhelaba que su pueblo supiera lo que sentía por ellos. También deseaba que esto fuera puesto en palabras, ya que algo sucede cuando unimos nuestras palabras y su corazón.
Aaron, el sumo sacerdote, tenía la autoridad para desatar la bendición de Dios sobre su pueblo. El Señor quería que las bendiciones fueran declaradas sobre su pueblo todos los días de sus vidas. Todo lo que Dios nos pide hacer tiene gran relevancia. Entonces el sumo sacerdote unía su corazón al corazón de Dios para desatar a través de una declaración, la realidad del Reino sobre la vida de su pueblo. Nosotros tenemos la convicción de que en el Reino de Dios las cosas pasan cuando pronunciamos las palabras.
“Jehová habló a Moisés, diciendo: Habla a Aarón y a sus hijos y diles: Así bendeciréis a los hijos de Israel, diciéndoles: Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz. Y pondrán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré”. Nm. 6:22- 27
Dios quiere que su pueblo pueda conocer su amor, su abundancia y su suficiencia.
El Señor nos invita a descubrirlo. ÉL es Aquel que recompensa a los que se le unen en la aventura de conocer la bondad de Dios. Ese es el viaje de la Fe, porque la fe cree “que El existe y recompensa a quienes lo buscan” He. 11:6. La fe está compuesta por dos elementos: 1. La convicción de que Dios existe. 2. Tener la seguridad de la naturaleza de Dios. ¡Dios es un galardonador!.
Lo que creemos acerca de Dios tendrá efecto en nuestras vidas porque ÉL recompensa a los que han dispuesto en su corazón conocerle.
“y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová…” Jer. 29:13-14
Jesús dijo: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”. Jn. 14:21. Si lo seguimos con todo nuestro corazón, Él se asegurará de ir con nosotros por el camino que estamos andando.
El mejor regalo que podemos hacernos es afincar nuestro intelecto y nuestra voluntad al cimiento más fuerte que existe: la bondad de Dios. Esta aventura es un viaje de fe. Aunque muchos consideran que esta va en contra del intelecto, no es así. La verdad es que la fe potencia el intelecto, pero es superior, porque tiene la capacidad de reconocer el mundo invisible que la mente natural no tiene. La fe genuina es superior al intelecto humano porque es producto de la mente de Dios y no de la nuestra.
La fe genuina moldea nuestro intelecto y lo influencia, porque antecede a la comprensión de asuntos eternos, como los pertinentes al ámbito invisible. 3 Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. He. 11:3 NVI. La fe nos permite comprender el mundo invisible.
De modo que la Fe es nuestro anclaje a lo eterno, nuestro cimiento más sólido. Comprendemos por fe, ya que es ella la que potencia el intelecto. Mi fe solo puede ir donde tengo comprensión de su bondad. Su bondad se convierte en mi hogar, un lugar que puedo explorar con libertad. Dios nos da generosamente todo lo que es y todo lo que tiene.
“El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber”. Jn. 16:14-15
Cuando la fe explora la bondad del Señor, nos parecemos a los niños que Jesús honró y celebró.
“Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios”. Mr.10:14
Pr. Rafael Vargas