Dios le había dado a Adán las llaves del dominio del planeta, el diablo tenía que obtener su autoridad del hombre. La sugerencia de comer la fruta prohibida era simplemente un esfuerzo del enemigo para hacer que Adán y Eva se pusieran de acuerdo con él para oponerse a Dios y así empoderarlo a él. Hasta el día de hoy, el poder que tiene el diablo para matar, robar y destruir lo posee por el acuerdo con Adán y Eva. El acuerdo con los seres humanos lo sigue empoderando aún en la actualidad.
Pérdida de autoridad
El hombre perdió la autoridad para gobernar la tierra cuando probó la fruta prohibida.
Ro. 6:16 “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?”
Entonces, el ser humano pasó de gobernar el planeta a ser esclavo y posesión del diablo. Todo lo que Adán tenía, se convirtió en el botín del diablo. Entonces Dios puso en acción el plan de redención que Él ya había determinado.
“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”. Gn. 3:15.
Recuperando autoridad
El plan de Dios para que el ser humano gobernara la tierra nunca se canceló. Jesús vino a recuperar lo que se había perdido. Lc. 19:10 “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”. La humanidad no sólo se había perdido en el pecado, también había perdido su dominio sobre el planeta.
A lo largo del ministerio de Jesús, Satanás trató de arruinar ese plan muchas veces. Su primer intento se dio al final de los 40 días de ayuno de Jesús. Él sabía que él no era digno de que Jesús lo adorara, pero también sabía que Jesús había venido a reclamar la autoridad que el ser humano le había entregado. Y por ese tiempo era Satanás quien tenía las llaves.
“…le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. 6 Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. 7 Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos”. Lc. 4:5-7.
El vs. 6 A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada. El diablo no podía robarla. Le fue entregada por Adán, cuando éste abandonó el gobierno que Dios le había dado. Era como que Satanás sabía a qué había venido Jesús, y le dijera “Sabes lo que quiero, adórame, y te devolveré las llaves”. El diablo le ofreció a Jesús un atajo para lograr su meta de recuperar las llaves de la autoridad que la humanidad había perdido. Jesús dijo “NO” a ese atajo ofrecido por Satanás y se negó a darle honra. Él se mantuvo firme porque había venido a morir, para saldar la deuda del pecado de la humanidad, y así restablecer la relación del hombre con Dios.
El Padre quería que Satanás fuera derrotado por el ser humano, por uno hecho a su imagen y semejanza. Muchos cometen el tremendo error de pensar que el diablo es lo opuesto a Dios. Pero se olvidan que Satanás es un ser creado, lo más probable es que sea lo opuesto a Miguel, el arcángel. El diablo nunca fue ni será una amenaza para Dios. Él podría desaparecer con una sola Palabra del Padre. Pero Dios, en su sabiduría, decidió utilizarlo como una pieza de ajedrez en su tablero de la vida. Para que los intentos del diablo para destruir estén siempre en las manos de Aquel que “…dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito”. Ro. 8:28 NVI.
Tenemos la victoria
Jesús, quien iba a derramar su sangre para redimir a la humanidad entera, se despojó de sus derechos como Dios y asumió las limitaciones de un hombre. Tomó forma humana para completar la tarea que el hombre había fallado en culminar. Satanás fue vencido por un hombre: el Hijo del Hombre, que tenía una relación correcta con el Padre. Hoy por hoy, cuando las personas reciben la obra de Cristo en la cruz para salvación, se incorporan a esa victoria.
Jesús venció al diablo con su vida sin pecado; lo derrotó en su muerte pagando por nuestros pecados con su sangre preciosa y, una vez más, en su resurrección, levantándose triunfante con las llaves de la muerte y del hades.
Pr. Rafael Vargas S.