En tiempos del profeta Samuel, luego que Israel perdiera una batalla contra los filisteos, estos últimos tomaron el Arca de Jehová, se la llevaron y la metieron en el Templo de Dagón su dios. Cada amanecer encontraban la imagen de Dagón postrada en tierra delante del Arca. Preocupados por ello, decidieron llevar el Arca a la ciudad de Gat y allí los hombres de esa ciudad se llenaron de tumores. Luego llevaron el Arca a otra ciudad y allí empezó una mortandad. Por lo que los príncipes de los filisteos decidieron devolver el Arca del Dios de Israel, pagando expiaciones por haberla retenido. 1 S. 6:4. Y luego enviaron el Arca y las ofrendas en un carro nuevo tirado por bueyes con dirección a Bet-Semes. 1 S. 6:13-15. Pero, 1 S. 6:19-21,7:1 “…Vinieron los de Quiriat-jearim y llevaron el arca de Jehová, y la pusieron en casa de Abinadab, situada en el collado; y santificaron a Eleazar su hijo para que guardase el arca de Jehová”.
Sólo los sacerdotes pueden llevar su presencia. Por ello somos según 1 P.2:9 “…linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”.
La Presencia de Dios no reposará en nada de lo que hagamos. ÉL descansa sobre nosotros. Creo que esto se aplica a organizaciones, edificios, etc. La gente suele mirar instituciones creadas para facilitar grandes ministerios. Pero acaso importa cuán grande sea la organización, ni cuán buenos sean los estatutos o la reputación, Dios no reposa sobre esas cosas.
El habita en su gente. Las personas rendidas a ÉL, tienen el privilegio de llevar a Dios a todas las situaciones de la vida. En consecuencia, la vida se reduce a cómo administramos la Presencia de Dios. Administrar la Presencia de Dios, es la única forma en que nuestros sueños imposibles se puedan lograr.
El cumplimiento de estos sueños es en realidad el fruto de acogerlo como ÉL se merece. Jesús afirmó este principio para la vida cuando enseñó Mt. 6:33 “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.
El reino de Dios no es algo separado de su Presencia. El reino tiene un Rey. En realidad, el Reino de Dios está dentro de la Presencia del Espíritu de Dios. Ro. 14:17 “porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”.
El mandato de Jesús es priorizar en nuestras vidas a la única cosa que finalmente se evidencia por la vida justa. Vivir en luz, gracias a la acción permanente del Espíritu Santo en nuestras vidas.
Sabemos que el Espíritu Santo vive en nosotros como creyentes nacidos de nuevo. La sorprendente promesa que acompaña a esta realidad es que Él nunca nos dejará. ¡Qué promesa! ¡Qué consuelo es esto! Pero la triste realidad es que el Espíritu Santo no reposa sobre cada creyente. Él está en mí por mi bien, pero está sobre mí por el tuyo. Cuando el Espíritu Santo descansa sobre una persona sin retirarse, es porque ha sido recibido de la manera más honorable y conforme a su investidura.
Jesús preparó todo para vivir un nuevo tiempo, una manera diferente de vivir la vida. Los profetas del Antiguo Testamento de manera sorprendente mostraron el impacto de la Presencia de Dios sobre una persona para realizar una tarea específica. Pero fue Jesús quien reveló que este es un estilo de vida. El Espíritu Santo permaneció sobre Él.
Jn. 1:32-34 “También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él. Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.
Esto nos debe hacer caer en cuenta de que no debemos vivir de los sentimientos, menos aún de sentimentalismos. Las emociones son maravillosas, pero NO son indicadores confiables de la Presencia y el mover de Dios. Porque hay un feeling, un sentir que va más allá de las emociones y, francamente, puede funcionar independientemente de nuestro estado emocional. Es el estado de ánimo del Espíritu Santo mismo, con quien podemos estar en una correcta sintonía con nosotros, de manera que nos podemos mover a medida que Él se mueve.
A la luz de lo que sucedió con Jesús en las aguas del Jordán, te preguntaste alguna vez ¿Qué harías si una paloma real descendiera sobre tus hombros? ¿Cómo sería tu día si no quisieras que ella se espante y se fuera volando? ¿Seguirías haciendo lo mismo que haces todos los días? Sabes, la respuesta más común que tendríamos sería que nos moveríamos con mucho mayor cuidado. Esa es una buena respuesta. Pero no es suficiente. Es esto: cada paso que des debe ser con la paloma en mente. Esto es lo que creo que es la clave del Espíritu que permanece. Él es el mayor punto de referencia, no sólo para la dirección y el poder en el ministerio, sino en realidad para la vida misma. Hemos sido elegidos para llevar la Presencia de Dios. ¡Eso es algo increíble!
¡Qué gran privilegio! El reposa sobre nosotros.
Pr. Rafael Vargas S.