Si las actividades de los seres humanos pueden ser ubicadas en un espectro que va desde lo espiritual hasta lo natural ¿dónde deberíamos situar la actividad de hacer transacciones comerciales? Cuando un hombre intercambia dinero que sale de su bolsillo con bienes o servicios que desea tener; ¿está ejecutando una acción natural, o una acción espiritual?
Cuando tenemos duda acerca de si una actividad es espiritual o no, deberíamos establecer un mecanismo que nos ayude a discernir en que parte del espectro de actividades se encuentra la misma. Un criterio que podríamos utilizar para saber si una acción es espiritual, es si esa acción NO podría ser realizada por una máquina o por un animal. Si para ejecutar cierto proceso es necesaria la participación de un ser humano, entonces podríamos decir que ese proceso es al menos parcialmente espiritual. Por ejemplo: Sólo un ser humano puede componer música que inspire a los hombres.
Ese tipo de prueba sugiere que una transacción comercial es más espiritual que física. Porque un mono en calidad de testigo no tendría la más mínima idea de lo que está pasando cuando un propietario está negociando con su cliente. No existe ninguna maquina que pueda por si sola afectar la transacción, ni tampoco puede predecir si el cliente va a comprar algo ni cuánto va a pagar por ello. El intercambio económico sólo se concreta cuando dos seres humanos pensantes quieren hacer dicho intercambio. En consecuencia, podemos concluir que: El proceso es espiritual.
Es importante analizar las acciones de los seres humanos, porque los seres humanos siempre están un poco incómodos con actividades que carecen de connotaciones espirituales. Cuando es necesario, superponemos la espiritualidad solo para evitar ser exclusivamente naturales, porque eso nos hace sentir incómodos como si fuéramos animales. Nosotros aplicamos ceremonias y rituales a nuestras acciones que también son realizadas por los animales.
Los animales no leen libros, solo las personas lo hacemos. Solo las personas nos ponemos a escuchar música, los animales no lo hacen. Por lo tanto, estas actividades no requieren que se les asocie ningún ritual. Por otro lado, todas las criaturas comemos, participamos en actividades sexuales, damos a luz y morimos. Si no otorgamos un ritual a estas acciones, reducimos la distinción entre humanos y criaturas en el reino animal. Por ello, preferimos servir la comida en platos sobre una mesa, mejor si es con mantel, bendecimos los alimentos antes de comerlos, es una manera como nos distinguimos del resto de los animales; pero en esencia comemos; diferenciamos en cómo comemos.
El énfasis en los modales es la forma en cómo los seres civilizados de una sociedad se recuerdan el uno al otro que nuestra cultura está basada en la convicción de que somos mucho más que animales. Somos las únicas criaturas tocadas por el dedo de Dios. Olvidar esto, condena a nuestra sociedad a caer en un abismo de animalismo, fracaso económico y, en última instancia, de barbarie.
La actividad económica es otra forma en la cual nos distinguimos del mundo animal y nos acercamos más a Dios. Una tienda o un mercado es un lugar donde las personas interactúan y acuerdan intercambios voluntarios, dejando a ambas partes más felices y mejor de lo que estaban antes de hacer el negocio o intercambio comercial. Entonces, no es de extrañar que Dios sonría en el mercado.
El hombre de negocios es en realidad un hombre de fe. Si él comerciara sobre la base de la duda y la sospecha, no concretaría ningún negocio; es principalmente su fe lo que hace posible su ganancia. La fe es el combustible que dirige tanto el comercio, así como la religión, a pesar de lo que la academia te quiera hacer creer. Quiero dejar establecido que Religión es la práctica de la Teología – Y esta se refiere al conocimiento de la verdad de Dios, entonces Religión es la práctica del conocimiento de la verdad de Dios.
Es difícil para un profesional de negocios exitoso permanecer centrado sólo en sí mismo. Es precisamente una preocupación por las necesidades de los demás lo que caracteriza al emprendedor. El hombre de negocios ha de poner a sus clientes antes que a sí mismo.
Un hombre de negocios tiene que valorar a sus empleados, porque ellos son su activo más valioso. Tiene que preocuparse por el bienestar de ellos, reconocerlos como seres espirituales que tienen sus aspiraciones propias, no sólo debe preocuparse de compensarles generosamente, sino que debe ayudarles a encontrar un significado trascendente a su trabajo; porque si el trabajo dado no tiene significado, entonces la tarea encomendada no tiene valor de contribución.
Tanto los negocios, así como la religión desalientan el comportamiento egoísta y narcisista. Existe una sinergia entre los negocios y la religión porque las transacciones comerciales son acciones espirituales que implican fe y satisfacción de la necesidad de los actores.
Pr. Rafael Vargas S.